Contra la antirret¨®rica
La ret¨®rica, entendida como lenguaje p¨²blico eficaz, desempe?a un papel fundamental en nuestras sociedades democr¨¢ticas
Desconfiemos de los candidatos que se presentan a las elecciones afirmando que ellos no son pol¨ªticos y que, por esa raz¨®n, pueden decir la verdad, frente a los dem¨¢s candidatos, que mienten.
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Nuestra mala experiencia con algunos pol¨ªticos nos invita a pensar que la ret¨®rica es una colecci¨®n de trucos verbales para enga?ar, simple palabrer¨ªa, un hacer discursos bonitos cargados de promesas ilusionantes para despu¨¦s no cumplir nada de lo prometido o, incluso, hacer lo contrario de lo que anunciaron mientras ped¨ªan nuestro voto. Quien no cree en la ret¨®rica piensa que lo ¨²nico valioso son las acciones, las pruebas, y lo dem¨¢s es blablabl¨¢ de pol¨ªticos.
En su libro Sin palabras. ?Qu¨¦ ha pasado con el lenguaje de la pol¨ªtica?, Mark Thompson, exdirector de la BBC, CEO de The New York Times y exprofesor de Ret¨®rica en la Universidad de Oxford, explica que, para entender qu¨¦ est¨¢ sucediendo en el mundo de la comunicaci¨®n pol¨ªtica actual, hay que entender primero que una de las caracter¨ªsticas del lenguaje pol¨ªtico de nuestros d¨ªas es el abierto menosprecio de la ret¨®rica.
Shakespeare encarn¨® esta actitud en contra de la ret¨®rica en el personaje de Marco Antonio de su obra Julio C¨¦sar, cuando, junto al cad¨¢ver ensangrentado de C¨¦sar, se dirigi¨® al pueblo romano: ¡°Yo no soy orador como Bruto, sino, como todos sab¨¦is, un hombre franco y sencillo¡±. Con estas palabras, Marco Antonio se desmarc¨® de los pol¨ªticos que hablan como pol¨ªticos y se identific¨® como un ciudadano que habla el mismo lenguaje que los ciudadanos. Resulta parad¨®jico que renegar de la ret¨®rica sea, en realidad, una t¨¢ctica ret¨®rica antiqu¨ªsima. De hecho, esta intervenci¨®n de Antonio es uno de los alardes m¨¢s brillantes de t¨¦cnica oratoria de la historia de la literatura.
En la esfera pol¨ªtica, la oratoria no solo es inevitable, sino deseable. Solo nos queda por decidir qu¨¦ calidad ret¨®rica queremos
Siguiendo esta misma tradici¨®n de descr¨¦dito de la ret¨®rica, Silvio Berlusconi declar¨®, siendo ya primer ministro de Italia: ¡°Si hay algo que no puedo soportar es la ret¨®rica. Basta de palabrer¨ªa. Solo me interesa lo que tiene que hacerse¡±. De un brochazo, Il Cavaliere desautoriz¨® el ejercicio del debate y la actividad parlamentaria como un obst¨¢culo molesto para la labor recta e insobornable del gobernante. En esta misma l¨ªnea de desprecio hacia cualquier palabra que no sea la suya, Donald Trump afirm¨®: ¡°Yo no soy un pol¨ªtico. Digo las cosas tal como son¡±. Se presenta como un hombre de acci¨®n libre que siempre habla con libertad, frente a los dem¨¢s que mienten obedeciendo a intereses oscuros.
Marco Antonio, Berlusconi y Trump explotan la falacia de que ser antirret¨®rico y hablar con franqueza equivale a decir la verdad. La historia est¨¢ llena de supuestos antipol¨ªticos que se singularizan exclamando: ¡°Basta de palabrer¨ªa¡±. Como se?ala Thompson, lo sepan o no quienes votan a estos candidatos, la antirret¨®rica tambi¨¦n es ret¨®rica y, quiz¨¢s, una de las variedades m¨¢s potentes y persuasivas de todas. O, expresado con sus palabras literales: ¡°En un mundo en el que no se sabe bien en qui¨¦n creer, el fanfarr¨®n, el mentiroso, el que tiene mucha labia y soltura para hablar en p¨²blico, puede resultar tan convincente como el mejor formado y el m¨¢s ¨¦tico de los oradores¡±.
Las ventajas evidentes de esta postura antirret¨®rica son que una vez que convences al p¨²blico de que no intentas enga?arlos, como hace el t¨ªpico pol¨ªtico, consigues desactivar las alertas, las facultades cr¨ªticas que, por lo general, se aplican al discurso pol¨ªtico. De ah¨ª que tus votantes te perdonen cualquier grado de exageraci¨®n, mentira, contradicci¨®n o salida de tono: has conseguido la incondicionalidad irracional de tus votantes. Los electores, tan radicalmente cr¨ªticos con todo lo que suene a discurso pol¨ªtico, se sienten fascinados y d¨®ciles ante la arrolladora personalidad de Trump, cuando las cualidades que irradia, y que lo hacen un candidato tan diferente, no son sus acciones, sino su fanfarroner¨ªa, su burla violenta de quienes lo cuestionan, sus comentarios denigrantes sobre las mujeres y su deshonestidad generalizada, malentendida como inteligencia y astucia. Pese a su mermada reputaci¨®n actual, la ret¨®rica, entendida como lenguaje p¨²blico eficaz, desempe?a un papel fundamental en nuestras sociedades democr¨¢ticas: tiende el puente de la comunicaci¨®n entre la clase pol¨ªtica y la ciudadan¨ªa. La cita atribuida a Pericles lo ilustra bien: ¡°Las palabras nunca obstaculizan la acci¨®n. Cuando se act¨²a sin palabras, la democracia muere¡±.
La ret¨®rica, como lenguaje de la explicaci¨®n y la persuasi¨®n, hace posible que se produzca la toma de decisiones colectiva que entendemos por democracia. Es inimaginable una democracia sin debate, sin que sus protagonistas compitan entre s¨ª por el dominio de la persuasi¨®n p¨²blica. En la esfera pol¨ªtica, la ret¨®rica no solo es inevitable, sino deseable. Solo nos queda por decidir qu¨¦ calidad ret¨®rica queremos.
Y, por cierto, lean, si no lo han hecho, Julio C¨¦sar, de Shakespeare. Muestra de manera palmaria d¨®nde pueden conducir los l¨ªderes antirret¨®ricos.
Estrella Montol¨ªo es catedr¨¢tica de Lengua Espa?ola en la UB.
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