¡®Molt Censurable president¡¯ Quim Torra
La oposici¨®n catalana podr¨ªa abortar la par¨¢lisis del Parlament con una moci¨®n de censura. La oposici¨®n espa?ola ayudar¨ªa si respetase la autonom¨ªa, pilar de la Constituci¨®n, y adquiriese sentido de Estado
La autonom¨ªa catalana es la encarnaci¨®n del autogobierno. Y es pilar sustantivo de la democracia espa?ola. En ambas cualidades est¨¢ seriamente amenazada.
Verbalmente, por las proclamas neo-centralistas que reclaman su intervenci¨®n permanente. En los hechos, por las actuaciones del bloque independentista en el poder, que paralizan a su m¨¢xima instituci¨®n representativa, el Parlament.
El cierre de la C¨¢mara, la continua suspensi¨®n de sus sesiones plenarias (a petici¨®n de los dos grupos del Govern), como continuo recurso para suturar las crecientes discrepancias entre Esquerra y el PDeCAT, es una frivolidad.
Y una humillaci¨®n a los electores. El Pleno es nada menos que ¡°el ¨®rgano supremo del Parlament¡± (art¨ªculo 72 del Estatut). Abusar del poder de desconvocarlo a media sesi¨®n lo desnaturaliza, acalla las otras voces que representan a los ciudadanos y deslocaliza hacia la calle la acci¨®n pol¨ªtica. Con las fricciones y episodios violentos que de ello pueden resultar y resultan, seg¨²n acaba de comprobarse en la funeraria celebraci¨®n del 1-O.
Urge, pues, salvar a la (tr¨¦mula) C¨¢mara legislativa del (desnortado) Ejecutivo.
La oposici¨®n dispone de un ¨²til instrumento para rescatar al Pleno. Y con ¨¦l, al entero Parlament. La moci¨®n de censura (art¨ªculo 152 del Estatut). Porque esa moci¨®n exige Pleno. ?Alguien se atreve a interponerla contra Quim Torra como president de la Generalitat? ?Acaso no ser¨ªa autom¨¢tica en cualquier otra democracia occidental? ?Es imposible aqu¨ª colgarle el cascabel al gato?
Como tr¨¢mite, puede acabar de dos maneras. La buena es que restablecer¨ªa la dignidad de la C¨¢mara, al asegurar la continuidad de sus sesiones plenarias frente a los t¨ªmidos ¨¦mulos dom¨¦sticos del general Pav¨ªa (aunque, esta vez, sin caballo). Que enaltecer¨ªa el debate pol¨ªtico, hoy muy romo. Que aspirar¨ªa a visualizar las graves fisuras del bloque indepe. Que podr¨ªa estimular a los realistas de Oriol Junqueras y David Bonveh¨ª frente a los ciegamente fieles a Torra y Carles Puigdemont.
Y que consolidar¨ªa una alternativa de gobierno. Aunque fracasara en el objetivo principal, ya que la aritm¨¦tica parlamentaria hace muy improbable la destituci¨®n del jefe del Ejecutivo.
La actual Generalitat amerita la censura porque acumula demasiados meses de inacci¨®n e incompetencia
La mala ser¨ªa que los socios que lo componen tambi¨¦n boicoteasen e interrumpiesen el desarrollo del plenario de la moci¨®n. Pero eso implicar¨ªa la conversi¨®n de la actual tendencia a la autocracia en flagrante totalitarismo.
Torra amerita adicionalmente la censura pol¨ªtica solemne porque en solo cuatro meses acumula demasiada incompetencia. Porque no gobierna. Porque no ha lanzado ni una sola gran iniciativa, ni peque?a, ni mediana, ni ha presentado a la C¨¢mara ning¨²n proyecto normativo sustancioso, ni una sola idea nueva. Porque solo agita, excita e irrita a propios y extra?os. Porque degrada su legendario cargo al considerarse vicario de un poder exterior. Porque en vez de garantizar la actuaci¨®n de los Mossos que de ¨¦l dependen vitorea a los violentos CDR que los agreden. Porque quiebra la institucionalidad democr¨¢tica (no al criticar, sino) al vituperar al Jefe del Estado. Porque esa estrategia es autolesiva para la Generalitat, pues en tanto que cabeza de la misma es precisamente el representante ordinario en tierra catalana de ese mismo Estado. Como se bland¨ªa en 1640, ¡°Visca la terra e muyra lo mal govern¡±.
La moci¨®n de censura encarna m¨¢s virtudes. Es acci¨®n pol¨ªtica, cuando se reclama ¡ªy los ciudadanos esperan¡ª pol¨ªtica, junto a la indeclinable defensa de la ley democr¨¢tica. Ampl¨ªa el eco de discursos alternativos al oficialista: la radiodifusi¨®n p¨²blica no puede en esa ocasi¨®n caricaturizarlos ni residualizarlos tan f¨¢cilmente.
Y es defensa de la autonom¨ªa desde la autonom¨ªa, mediante un instrumento del texto mayor de la autonom¨ªa: no solo la habitual negaci¨®n de los espectrales beneficios de la secesi¨®n, sino asimismo afirmaci¨®n de la v¨ªa propia, la del catalanismo efectivo: autogobierno y complicidad en la gobernanza de Espa?a.
En el hemiciclo de la Ciutadella hay dos protagonistas que puedan emprender este empe?o. Por potencia de grupo y perfil propio son In¨¦s Arrimadas (Ciudadanos) y Miquel Iceta (PSC), una vez descabalgado el respetado l¨ªder de los comuns Xavier Dom¨¦nech. A cualquiera de ambos les beneficiar¨ªa. Arrimadas tendr¨ªa la oportunidad de acreditar que la jefatura de la oposici¨®n es algo m¨¢s que mero t¨ªtulo. Que sus votantes sacan r¨¦dito constructivo a sus papeletas, m¨¢s all¨¢ de las frontales posiciones debeladoras y el arrojo personal. Y que de verdad alberga la voluntad de gobernar la Generalitat, no la de desmochar la autonom¨ªa. Ni la de triturar la cohesi¨®n social contribuyendo a ulsterizar o belguizar Catalu?a en dos comunidades ¨¦tnico-ling¨¹¨ªsticas enfrentadas, como destacados ponentes afirmaron temer en la reciente jornada de Sociedad Civil por el Debate, que dirige Manuel Campo Vidal (no confundir con Societat Civil Catalana) en la Universitat de Lleida.
El di¨¢logo ha logrado aflorar las divisiones del ¡®bloque indepe¡¯ y retrata a quien quiere volar todos los puentes
Iceta tendr¨ªa ocasi¨®n de demostrar que es l¨ªder con voluntad de mando, am¨¦n del mejor y m¨¢s ir¨®nico analista del Parlament. Y de subrayar que su clamor por (y apoyo al) di¨¢logo significa reivindicar el obligatorio entendimiento entre instituciones. Lo que no implica ninguna benigna tolerancia hacia quienes lo utilizan deslealmente como recurso de apariencias suavizantes a su ¡°ataque¡± al Estado. Y que no es contradictorio, sino complementario, que un partido (el PSC) emprenda acciones (la censura) distintas de las que debe cumplimentar un Gobierno, como hace el de Pedro S¨¢nchez (la negociaci¨®n).
Algo diferente a lo que gasta el Molt Censurable: arengar desde el balc¨®n y atizar a todos los balcones, propio y ajenos; confundir partido, movimiento, pueblo y l¨ªderes descabalgados, entre s¨ª y consigo mismos; amenazar con ultim¨¢tums, negarlos tres veces como Pedro, y luego reformularlos como asechanzas sin fecha.
En nombre del orden democr¨¢tico y de la pulsi¨®n por el autogobierno censuren el caos. Si no es molestia.
Ayudar¨ªa mucho a esa contundencia una estrategia inteligente de la oposici¨®n espa?ola (Ciudadanos y PP). Por principio: pues cercenar la autonom¨ªa vulnera la Constituci¨®n que dice defender.
Por resultado: pues es caminando sobre dos pies ¡ªley y di¨¢logo¡ª como el Gobierno ha hecho m¨¢s que nadie en breve tiempo para aflorar las divisiones (en bondadoso, el pluralismo) del cuarteado, pero pertinaz, bloque indepe. Dialogar es la esencia del m¨¦todo democr¨¢tico. Y retrata a todos los convocados. A los bienintencionados. Y a quien quiere volar todos los puentes, para flotar, ¨¦l solo, en la inquina.
Si las derechas quiebran el alma auton¨®mica de la Constituci¨®n, adi¨®s a la Constituci¨®n de todos. Quedar¨¢ solo para el centro-izquierda, los nacionalismos vasco, gallego y canario, y lentamente tambi¨¦n para la izquierda de la izquierda. M¨¢s que nada. Pero no un pa¨ªs entero.
Podr¨ªan, en cambio, despachar sentido de Estado, apoyar al Gobierno a cambio de monitorizar sus gestos y medidas, y mejorar su lenguaje, mediante alg¨²n mecanismo de vigilancia compartida. A eso s¨ª tienen derecho, no a reventar las costuras del pacto constitucional ya doliente. Y el Gobierno socialista deber¨ªa abrirles cancha pactista como a ¨¦l se la abri¨® Mariano Rajoy el oto?o pasado.
Para que la oposici¨®n catalana sea m¨¢s efectiva en su censura convendr¨ªa que la espa?ola abandonase el zafio estilo de embestida. Sofist¨ªquense, si pueden.
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