Cre¨ªamos que no se repetir¨ªa
Banalizar el concepto de fascismo dificulta la comprensi¨®n de lo que est¨¢ emergiendo
Durante la ¨²ltima d¨¦cada se han multiplicado las interpretaciones que subrayan las analog¨ªas y las diferencias entre la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta del siglo pasado y la Gran Recesi¨®n de nuestros d¨ªas. La primera, m¨¢s profunda; la ¨²ltima, m¨¢s larga y compleja de resolver, hasta tal punto que alg¨²n economista (Steve Keen) la ha denominado ¡°la segunda Gran Depresi¨®n¡±. En este periodo se valoraron, entre otras, cuatro causas fundamentales que paliaron aquella profundidad: la calidad de las respuestas p¨²blicas ante las dificultades econ¨®micas, la presencia de un Estado de bienestar que anteriormente aun no se hab¨ªa inventado, la ausencia de un proteccionismo agresivo y, sobre todo, la inexistencia de un sistema pol¨ªtico que fuera una alternativa al capitalismo. Se habl¨® bastante, aunque con escaso ¨¦xito y tan solo de modo ret¨®rico, de refundar el capitalismo, embridar el capitalismo, reformar el capitalismo, regular el capitalismo, etc¨¦tera, pero s¨®lo en los extremos del espectro pol¨ªtico se ped¨ªa un cambio del sistema econ¨®mico, mientras que en los alrededores de la Gran Depresi¨®n, dos totalitarismos de signo contrario ¡ªfascismo y comunismo¡ª, pugnaban con la econom¨ªa de mercado por ser hegem¨®nicos. Estaban en su momento ¨¢lgido de poder.
Ahora, cuando se ha vencido la fase m¨¢s aguda de la crisis y el mundo ha retornado al crecimiento ¡ªen algunos casos an¨¦mico, pero crecimiento al fin¡ª, se observa que aquellas causas no estaban del todo bien sustentadas: no eran irreversibles. Las respuestas a los desequilibrios los han profundizado en ocasiones (la austeridad expansiva de la Uni¨®n Europea) y transformaron, lo que quiz¨¢ podr¨ªa haber sido tan s¨®lo una crisis c¨ªclica m¨¢s, en una crisis mayor, sist¨¦mica; el proteccionismo est¨¢ dejando de ser poco a poco un fen¨®meno de baja intensidad con la incipiente guerra comercial entre EE UU y China y las pol¨ªticas de perjuicio al vecino; el Estado de bienestar (educaci¨®n, sanidad, pensiones, seguro de desempleo, dependencia y negociaci¨®n colectiva) no ha recuperado todav¨ªa los niveles de protecci¨®n social de antes de las dificultades, y hay gente que se ha quedado al margen de este; y desde la toma de posesi¨®n de Trump como presidente de EE UU se multiplica la presencia de formaciones y l¨ªderes de extrema derecha en muchos pa¨ªses que, en algunas circunstancias, ganan las elecciones y en otras las pierden, pero contagian con sus principios y sus enso?aciones a los partidos del centro derecha del sistema e, incluso, a los de la izquierda.
El profesor italiano de historia de las ideas pol¨ªticas, Enzo Traverso, apela en uno de sus ¨²ltimos textos (Las nuevas caras de la derecha, Siglo XXI Editores) a no confundir estas nuevas extremas derechas con los fascismos cl¨¢sicos (aunque algunas tengan matriz fascista). Entiende que calificarlos lisa y llanamente como fascistas no aclara sino que confunde el an¨¢lisis. El concepto de ¡°posfascistas¡± que usa Traverso es coyuntural (es consciente de que no se trata de ning¨²n potente hallazgo medi¨¢tico), porque en la mayor parte de los casos son experimentos tan breves que han de ser tratados como fen¨®menos transitorios que todav¨ªa no han cristalizado. Tambi¨¦n son muy heterog¨¦neos aunque repitan los factores comunes (la xenofobia, el fantasma de los chivos expiatorios, el odio al diferente¡), y exhiben distintos rostros, por lo que no se les puede combatir del mismo modo en todos los sitios. Adem¨¢s, en su gran mayor¨ªa no reclaman ser herederos del fascismo cl¨¢sico.
El abuso del concepto de populismo tambi¨¦n lo veta para la comprensi¨®n del fen¨®meno. Pero lo cierto es que durante d¨¦cadas hemos cre¨ªdo que la extrema derecha era una experiencia del pasado y, sin embargo, est¨¢ aqu¨ª, entre nosotros, como una respuesta agresiva a la falta de expectativas materiales y emocionales de mucha gente que crey¨® que su bienestar no ten¨ªa marcha atr¨¢s. La desconfianza ante las formaciones cl¨¢sicas es el origen de la crisis de representaci¨®n pol¨ªtica que padecen muchos pa¨ªses.?
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