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Sucedi¨® hace muchos a?os. Las im¨¢genes de la televisi¨®n, calles inundadas, escobas echando el barro fuera de las casas, vecinas llorando, alteraron un paisaje conocido, que yo s¨®lo hab¨ªa visto hasta entonces con sol y en manga corta. La misma barriada de El Puerto de Santa Mar¨ªa volvi¨® a inundarse pocos a?os despu¨¦s, con destrozos a¨²n mayores. No fue la ¨²ltima vez, porque El Portal, unas pocas decenas de casas levantadas a ambos lados de una carretera, est¨¢ situado encima de una torrentera, el lecho de un arroyo seco por el que corre el agua cuando se desborda el r¨ªo Guadalete. Cada vez que lo atravieso en verano recuerdo esas im¨¢genes, antiguas o modernas pero siempre id¨¦nticas, y temo por la pr¨®xima inundaci¨®n. A partir de ahora, Sant Lloren?, un pueblo de Mallorca donde nunca he estado, formar¨¢ parte de la lista de mis temores, porque la desgracia que se ha cebado con mucha m¨¢s crueldad en sus habitantes es la misma. No siempre son los especuladores quienes impulsan la edificaci¨®n en terrenos que jam¨¢s deber¨ªan urbanizarse. A veces, su promotor es la pobreza, porque la falta de viviendas asequibles fomenta la construcci¨®n de casas ilegales que se van legalizando con el tiempo. Despu¨¦s, el agua sale por donde puede, sin discriminar entre ricos y pobres. Los muertos de Mallorca no solo han sido v¨ªctimas de un desastre natural. Son tambi¨¦n la tr¨¢gica consecuencia de un error estructural, que no se solucionar¨¢ con mejoras en las predicciones meteorol¨®gicas y las pol¨ªticas de prevenci¨®n. La ¨²nica soluci¨®n efectiva ser¨ªa demoler todas las casas construidas en ramblas, en barrancos, en torrentes, y trasladar a sus habitantes a otras viviendas. Seguro que es muy caro, pero no tanto como una docena de vidas humanas.

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