Inteligencia en el fin de ETA
Se necesit¨® tiempo para invertir la opini¨®n vasca poni¨¦ndola junto a la democracia y aislando a los terroristas
En los siete a?os transcurridos desde el cese del terrorismo de ETA ¡ªcuyo aniversario celebramos hoy¡ª ha proliferado la literatura sobre el tema. Existe pr¨¢ctica unanimidad en considerar injustificable su existencia antidemocr¨¢tica ¡ªque el 95% de sus asesinatos los cometiera muerto el dictador es inapelable¡ª y en situar a sus v¨ªctimas en el centro del relato democr¨¢tico. Pero ese consenso fundamental no alcanza al relato sobre su final. En medios conservadores abundan explicaciones simplistas que reducen el fin de ETA a una cadena de operaciones policiales y judiciales. Existen, incluso, versiones peores, aireadas por la extrema derecha, que concluyen que la democracia ha perdido la batalla antiterrorista al permanecer ETA en las instituciones, encarnada en la izquierda abertzale. Esta versi¨®n falsa oculta que los tribunales decidieron su legalizaci¨®n en 2011 porque sus nuevos estatutos condenan el terrorismo etarra expresamente. Tambi¨¦n oculta que el objetivo de los Pactos de Ajuria Enea y Madrid ¡ªel acuerdo un¨¢nime de los partidos democr¨¢ticos contra ETA, referente pol¨ªtico de su fin¡ª era precisamente que el terrorismo desapareciera y sus objetivos independentistas los asumiera su brazo pol¨ªtico en las instituciones.
Es indiscutible que la acci¨®n policial y la judicial ¡ªcon la ilegalizaci¨®n de la izquierda abertzale en 2002¡ª fueron decisivas para el fin de ETA. Pero explican insuficientemente su final al no reconocer su orientaci¨®n pol¨ªtica: el triunfo en la batalla de la opini¨®n vasca del relato democr¨¢tico sobre el totalitario de una ETA arraigada en Euskadi.
En sus Memorias de Euskadi, Ram¨®n J¨¢uregui (delegado del Gobierno en Euskadi, vicepresidente del Ejecutivo vasco y ministro) describe c¨®mo, en la Transici¨®n, ETA era poderosa, alimentada en la dictadura, asentada en Francia, financiada por la extorsi¨®n, con notable apoyo en Euskadi y comprensi¨®n internacional. En contraste, el Estado estaba aislado, desprestigiado por una acci¨®n policial inadaptada a la democracia, por la guerra sucia heredada del franquismo que facilitaba la espoleta acci¨®n-represi¨®n.
Rubalcaba ret¨® a la izquierda ¡®abertzale¡¯: ¡°Si quer¨¦is ser legales o convenc¨¦is a ETA que abandone o romp¨¦is con ella. Elegid entre votos o bombas¡±
Cambiar aquella situaci¨®n requiri¨® mucho tiempo, el que necesit¨® la pol¨ªtica para invertir la opini¨®n vasca poni¨¦ndola junto a la democracia y aislando a los terroristas, lo que implic¨® sumar fuerzas, incluido el nacionalismo democr¨¢tico, y subordinar el debate ideol¨®gico al combate antiterrorista. El paso decisivo en esa batalla de opini¨®n fue el Pacto de Ajuria Enea de 1988. La uni¨®n de nacionalistas y no nacionalistas contra el terrorismo, estimulada por las atrocidades de ETA, impuls¨® la movilizaci¨®n social, inici¨® el apoyo vasco a las fuerzas de Seguridad, potenci¨® su eficacia, abri¨® fisuras en su brazo pol¨ªtico y contribuy¨® a su aislamiento.
Las conversaciones de Argel entre el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez y ETA, y rotas por los terroristas, intensificaron la colaboraci¨®n de Francia, que acept¨® la presencia policial espa?ola y desarticul¨®, por vez primera, la direcci¨®n etarra.
El relato conservador no valora el Pacto de Ajuria Enea, ampar¨¢ndose en que el Pacto de Lizarra lo rompi¨® en 1998 al enfrentar nacionalismo y constitucionalismo con un letal retroceso, paliado por la resistencia c¨ªvica. Pero elude que fue recuperado como referente pol¨ªtico en el tramo final de ETA (entre 2004 y 2011), como reconoce el entonces ministro del Interior, Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, en la pel¨ªcula El fin de ETA. El relato conservador tampoco valora otros hitos pol¨ªticos del fin de ETA como el proceso dialogado de 2006 entre el Gobierno y la banda, roto por los etarras en Barajas, y es porque el PP lo atac¨® en su d¨ªa. Pero el atentado de Barajas, al arruinar el proceso dialogado, enfrent¨® los intereses de la izquierda abertzale y de parte de los presos con ETA. El Gobierno socialista supo utilizar esas contradicciones, resumidas en el reto de P¨¦rez Rubalcaba a la izquierda abertzale: ¡°Si quer¨¦is ser legales, o convenc¨¦is a ETA para que abandone o romp¨¦is con ella. Elegid entre votos o bombas¡±. O zanahoria o palo. Finalmente, ETA, desgastada por una eficacia policial, reforzada internacionalmente tras la irrupci¨®n del yihadismo, con masivo rechazo social y presionada por la izquierda abertzale, declar¨® el cese definitivo del terrorismo.
La falta de reconocimiento en medios conservadores de la primac¨ªa de una estrategia pol¨ªtica orientada a ganar la larga batalla de la opini¨®n vasca para la democracia debilitando a ETA, a aprovechar las contradicciones entre la banda y su brazo pol¨ªtico, a combinar el palo y la zanahoria, les impidi¨® aprender la lecci¨®n de que la clave del final etarra estuvo en la inteligencia pol¨ªtica. De haberlo asumido, y salvando las distancias de la singularidad vasca, es probable que el Gobierno conservador no se hubiera equivocado tanto en Catalu?a. Confiarlo todo a polic¨ªas y tribunales no es la soluci¨®n. Priorizar el combate ideol¨®gico sobre la pol¨ªtica, tampoco. El fondo de la cuesti¨®n es ganar la batalla de opini¨®n que requiere una estrategia pol¨ªtica que en Euskadi funcion¨®: combinar pol¨ªtica y Estado de derecho, di¨¢logo y legalidad dirigidos por una inteligencia pol¨ªtica inclusiva.
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