La c¨¢ndida Europa
Fuerzas antieuropeas utilizan sin escr¨²pulos recursos comunitarios para llevar a cabo su particular sabotaje a la UE
En las ¨²ltimas semanas, diferentes analistas han alertado del peligro real que corre la democracia en Europa. Por citar solo algunos, Mark Leonard firm¨® una tribuna global titulada Presentes en la destrucci¨®n, el franc¨¦s Dominique Mo?si public¨® su Estrategia para los liberales, Anne Applebaum lanz¨® ¡°un aviso desde Europa¡±, y en estas mismas p¨¢ginas Jos¨¦ Mar¨ªa Lasalle defend¨ªa ¡°un liberalismo cr¨ªtico¡±. Todos ellos van m¨¢s all¨¢ de la constataci¨®n de la subida de las fuerzas antieuropeas y antidemocr¨¢ticas, y apelan a librar batalla. La pregunta en los pr¨®ximos meses ser¨¢ determinar el ¡°c¨®mo¡±
En la cl¨¢sica escena del garaje en Todos los hombres del presidente, Garganta Profunda aconseja a los periodistas de The Washington Post seguir el rastro del dinero. Salvando las (astron¨®micas) distancias, la frase parece ilustrar de forma bastante atinada una de las mejores armas de las que dispone la UE para responder al desaf¨ªo planteado. Basta esta vez con seguir el propio dinero europeo para desenmascarar una pr¨¢ctica extendida durante a?os que ha consistido en dejar que las fuerzas antieuropeas utilicen sin ning¨²n escr¨²pulo los recursos comunitarios para llevar a cabo su particular agenda de sabotaje.
El mejor ejemplo de esta pr¨¢ctica ha sido Marine Le Pen. Hace apenas dos a?os la justicia europea acab¨® por condenarla en firme a devolver 300.000 euros despu¨¦s de que hubiera desviado para sus apa?os franceses los fondos a los que ten¨ªa acceso como eurodiputada desde 2004. Aunque oficialmente el motivo fuese un empleo ficticio, es de suponer que alguien debi¨® cansarse de o¨ªrla decir que la Euroc¨¢mara era una abominaci¨®n destinada al desag¨¹e, mientras ella, su padre y su pareja utilizaban ¡ªlos tres como miembros del Parlamento Europeo¡ª los recursos y la tribuna medi¨¢tica que de otro modo no hab¨ªan conseguido en las contiendas electorales estatales (a Nigel Farage le sonar¨¢ un tanto).
Esta condena parece haber abierto los ojos a las instituciones comunitarias. ?Hay que replantearse seg¨²n qu¨¦ pol¨ªticas de ayuda financiera sin una clara rendici¨®n de cuentas ¡ªya no solo en materia de pol¨ªtica p¨²blica o de evaluaci¨®n de impacto, sino tambi¨¦n en materia de valores¡ª? En los ¨²ltimos 12 meses, la UE ha recortado 70 millones de ayuda para Turqu¨ªa por la deriva autoritaria de Erdogan, ha estrenado ofensiva financiera y judicial contra la deriva autoritaria en Hungr¨ªa y Polonia, y acaba de restringir por primera vez las ayudas a dos partidos de extrema derecha. Lo curioso es que en todos estos casos la UE se ha preocupado siempre de defender su posici¨®n desde un punto de vista normativo, como si fuera tab¨² hablar de valores.
?Qui¨¦n defiende Europa desde dentro? ?C¨®mo debemos encarar el pr¨®ximo ciclo europeo? ?Hay esperanza para el ideal de integraci¨®n?
Y es esta precauci¨®n la que ilustra el delicado equilibrio que mantiene la UE a la hora de proteger sus intereses. Aunque Europa sea la presa predilecta de todas las cr¨ªticas, la UE sufre un trauma que podr¨ªamos llamar infantil, puesto que va ligado a su naturaleza. Por su car¨¢cter fluctuante, por la falta de un momento fundacional que legitimara de una sola vez y mediante un artificio como el we, the people la existencia de algo llamado Europa, el proyecto comunitario sufre un cierto p¨¢nico a paliar la autoagresi¨®n. En Bruselas no se devuelven las bofetadas de los Estados ya que inconscientemente se sigue pensando que el proyecto de integraci¨®n sigue dependiendo de ellos, y es, incluso, reversible.
Hay una raz¨®n m¨¢s que explica el conflicto interno a la hora de castigar nuestras propias derivas (excepto si la deriva es de corte econ¨®mico, entonces esto del castigo parece estar bastante m¨¢s asumido): nuestro apego a la libertad de expresi¨®n, a la pluralidad y al razonamiento cr¨ªtico. El caso franc¨¦s es revelador del peligro de abonarse tambi¨¦n al relativismo. Brice Teinturier, en su ¨²ltimo libro, FRAP attitude, explica c¨®mo la sociedad francesa ha llegado a promover tanto la duda cartesiana como m¨¦todo de pensamiento pol¨ªtico que hemos acabado dudando hasta de los valores fundacionales de la R¨¦publique. Alain Duhamel lo explicaba tambi¨¦n muy bien en su libro reciente Les pathologies politiques fran?aises. El deporte nacional franc¨¦s (?y el europeo?) hoy en d¨ªa es la autodenigraci¨®n y la pasi¨®n por el declinismo. Hay una fatiga del optimismo desde hace tiempo y los valores son hoy carne de ca?¨®n.
En resumidas cuentas, nuestra propia cultura pol¨ªtica provoca un cierto bloqueo a la hora de hablar de una Europa que tenga una agenda proactiva y ofensiva en materia de valores. Es probable que en otros periodos hist¨®ricos este titubeo fuese un mal menor ¡ªo que la presencia de un bloque externo propiciara la comuni¨®n¡ª, pero en la ¨¦poca de Trump o del Brexit, la pregunta no es ret¨®rica: ?Qui¨¦n defiende Europa desde dentro? ?C¨®mo debemos encarar el pr¨®ximo ciclo europeo? ?Hay esperanza para el ideal de integraci¨®n? Mientras, c¨®modamente, algunos dudamos cartesianamente sobre todas estas cuestiones, ojal¨¢ la UE siga cerrando el grifo de los euros. Por algo se empieza, ?no?
D¨ªdac Guti¨¦rrez-Peris es consultor en opini¨®n p¨²blica comparada y da clases de Asuntos Europeos en Sciences Po Paris @didacgp
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