Por una Europa m¨¢s unida y m¨¢s fuerte
Los pol¨ªticos europe¨ªstas de cada pa¨ªs tienen que convencer a sus ciudadanos de que cada naci¨®n sola no podr¨¢ influir en los problemas del mundo. Es necesario un mayor control democr¨¢tico de las decisiones
La UE y el mundo han cambiado mucho desde las ¨²ltimas elecciones al Parlamento Europeo de 2014. Entonces se sent¨ªan con toda su crudeza las consecuencias sociales de la crisis del euro y se tem¨ªa por su supervivencia. Hoy, despu¨¦s de una d¨¦cada perdida, el PIB europeo ha recuperado su valor precrisis. Pero con grandes divergencias entre pa¨ªses. La carga del ajuste se hubiese debido distribuir mejor entre deudores y acreedores. El resultado no ha sido bueno para la cohesi¨®n europea, con mayor desigualdad en muchos pa¨ªses y una divisi¨®n Norte-Sur que debilita la confianza mutua necesaria para avanzar en la uni¨®n pol¨ªtica. Todav¨ªa no se hab¨ªa producido la crisis de los refugiados de Oriente Pr¨®ximo ni el gran aumento de los flujos migratorios africanos. Un problema que puede ser el m¨¢s poderoso disolvente de la uni¨®n entre europeos y que ha enfrentado a los pa¨ªses del Este, m¨¢s Italia, con los del oeste de Europa.
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Reino Unido todav¨ªa no hab¨ªa decidido abandonar la UE. La geopol¨ªtica mundial tambi¨¦n ha cambiado. Los EE?UU de Trump se desvinculan de Europa, abandonan el multilateralismo, denuncian los acuerdos de Par¨ªs sobre cambio clim¨¢tico y el pacto nuclear iran¨ª, y se convierten en el campe¨®n del proteccionismo. China aparece como el defensor del libre cambio y Rusia emerge como potencia militar. La amenaza terrorista persiste. Los adversarios interiores de una Europa libre, solidaria y unida tienen ahora poderosos aliados externos.
?Cu¨¢l es el futuro de esa UE, de la que, seg¨²n el ¨²ltimo Eurobar¨®metro, el 68% de los europeos (75% de los espa?oles) consideran que ha sido positiva para su pa¨ªs, pero al mismo tiempo el 50% dicen no estar contentos con la direcci¨®n que est¨¢ tomando? Quiz¨¢s esa UE fue un invento del siglo pasado para resolver problemas intraeuropeos en un mundo bipolar que todav¨ªa no se hab¨ªa globalizado. Un invento que ha permitido superar los antagonismos que tanta muerte y destrucci¨®n causaron. Pero la paz ya no es motivaci¨®n suficiente, sobre todo para las j¨®venes generaciones, mientras el recuerdo de la guerra desaparece con los que la vivieron.
La uni¨®n solo puede ser en clave federal, aceptando un proceso diferenciado de integraci¨®n entre sus Estados
Por eso, ante la acumulaci¨®n de amenazas exteriores y de problemas interiores citados, surgen dudas sobre la perennidad de ese gran proyecto de la posguerra.
Y, sin embargo, si la UE no existiese habr¨ªa que inventarla. Pero para que sobreviva hay que reinventarla, haci¨¦ndola m¨¢s unida para que pueda ser m¨¢s fuerte. Y eso exige que hable con una sola voz para actuar con una l¨®gica de potencia global; con fuertes relaciones de cooperaci¨®n con sus vecinos m¨¢s pr¨®ximos, especialmente con ?frica; que su crecimiento sea m¨¢s robusto e incluyente; que las econom¨ªas de sus pa¨ªses converjan, y sea capaz de ganar la batalla de la innovaci¨®n tecnol¨®gica.
Las pr¨®ximas elecciones europeas ser¨¢n la prueba de fuego sobre el futuro de la UE. Los resultados electorales muestran el avance de los que, desde la derecha o la izquierda, rechazan la integraci¨®n europea. Es culpa de los populismos, decimos, cubriendo con esta palabra multiuso las diversas manifestaciones de la desafecci¨®n ciudadana hacia un proyecto legitimado por sus resultados m¨¢s que por sus procesos de decisi¨®n.
?Y si para luchar contra los populismos tuvi¨¦ramos que hacer que Europa fuese popular? Es decir, percibida como el m¨¢s poderoso instrumento de protecci¨®n frente a la inquietud creada por la globalizaci¨®n y el resurgir de los fantasmas del nacionalismo. Para ello los dirigentes pol¨ªticos europe¨ªstas de cada pa¨ªs tienen que convencer a sus ciudadanos de que su futuro pasa por reforzar su unidad. Que cada pa¨ªs solo no podr¨¢ influir en los problemas del mundo. Que Europa se empieza a construir en casa, porque los que deciden en Bruselas no son extraterrestres, sino los que previamente han sido elegidos en cada pa¨ªs. Y combatir las falacias que presentan la liberaci¨®n del ¡°yugo de Bruselas¡± como el b¨¢lsamo milagroso contra todos los males.
La respuesta al America first debe ser Europa Unida
Pero profundizar en una uni¨®n, que necesariamente implica comunitarizar riesgos y oportunidades, exige tambi¨¦n una mayor participaci¨®n y control democr¨¢tico de las decisiones. Hist¨®ricamente, la integraci¨®n europea se ha construido mediante acuerdos entre las ¨¦lites pol¨ªticas nacionales con el ¡°consenso permisivo¡± de sus ciudadanos. Pero esto se ha acabado. Hoy se ha tomado conciencia, y es una buena noticia, de la importancia de lo que se decide en Bruselas. Pero muchos sienten, con raz¨®n o sin ella, que no tienen influencia en esas decisiones; no identifican qui¨¦n es responsable de qu¨¦, ni bajo qu¨¦ legitimidad act¨²an las instituciones en las que los Gobiernos ejercen una soberan¨ªa compartida.
Hay que dar razones para que perciban a la UE como un instrumento de prosperidad compartida que favorezca una distribuci¨®n equitativa de la renta y aumente su influencia en el mundo.
Y hay que reconocer que, desde esa perspectiva, los resultados de la Uni¨®n no han sido satisfactorios en la ¨²ltima d¨¦cada. Y eso explica la desafecci¨®n de muchos ciudadanos. No debemos refugiarnos en una actitud eurobeata y acr¨ªtica con algunas pol¨ªticas de la UE, pero tambi¨¦n explicar que las cr¨ªticas a la UE no son siempre justas. Confundimos como imposiciones de Bruselas los l¨ªmites a nuestra soberan¨ªa resultantes de la creciente interdependencia del mundo globalizado, o de las restricciones resultantes de los Tratados europeos que hemos aceptado soberanamente.
Tambi¨¦n hemos llegado al final del sistema por el cual la UE se ocupaba de la macroeconom¨ªa y los Estados de la distribuci¨®n de la renta. Y entre una UE liberalizadora, que impulsaba la competencia y suprim¨ªa barreras econ¨®micas nacionales, mientras los Estados utilizaban pol¨ªticas redistributivas para proteger, mal que bien, a los perdedores de esa liberalizaci¨®n econ¨®mica en el ¨¢mbito europeo y de la apertura al mundo. Consciente de que las desigualdades no pod¨ªan ser totalmente aliviadas por las pol¨ªticas redistributivas a escala nacional, Delors lanz¨® los fondos de cohesi¨®n, creados a iniciativa espa?ola, para favorecer la convergencia econ¨®mica entre los pa¨ªses de la UE. Pero las econom¨ªas europeas han divergido en los ¨²ltimos 10 a?os, perdiendo su convergencia precrisis.
La crisis econ¨®mica, con su secuela de desigualdad y empobrecimiento de la clase media, y los temores provocados, y alimentados, por la inmigraci¨®n han generado una reacci¨®n nacionalista, populista y extremista. Los perdedores de la globalizaci¨®n, sinti¨¦ndose desamparados, han buscado la protecci¨®n de lo que mejor conocen: el Estado naci¨®n, y lo han hecho en clave identitaria.
La uni¨®n de los europeos necesita una dimensi¨®n social y protectora si queremos promover la adhesi¨®n ciudadana al proyecto europeo. Es dif¨ªcil imaginar la sostenibilidad a largo plazo de una uni¨®n monetaria sin un presupuesto con efectos redistributivos y estabilizadores ante los choques asim¨¦tricos. Necesitamos un reequilibrio entre la dimensi¨®n monetaria de la pol¨ªtica econ¨®mica europea, que no puede hacerlo todo y siempre, y su dimensi¨®n fiscal. Y abandonar la regla de la unanimidad en materia tributaria y de pol¨ªtica exterior.
Necesitamos una Europa social. Pero no se pueden proclamar grandes objetivos sociales con un presupuesto del 1% del PIB europeo. Sin capacidad de financiarlos, son la mejor forma de crear frustraci¨®n y desafecci¨®n.
No poder contar con el paraguas militar estadounidense puede ser una oportunidad para desarrollar las capacidades estrat¨¦gicas europeas. La respuesta al America first debe ser Europa unida. La gran batalla cultural de nuestro tiempo es construir sociedades a la vez abiertas y cohesionadas. La UE debe demostrar a sus ciudadanos que puede protegerlos mejor y crear m¨¢s oportunidades que el repliegue nacionalista y las econom¨ªas cerradas.
Pero para eso hay que ser fuerte. Y la fuerza, en un mundo dominado por gigantes pol¨ªticos y econ¨®micos, solo puede venir de la uni¨®n. Y esta solo puede ser en clave federal, aceptando un proceso diferenciado de integraci¨®n entre sus Estados, porque no todos tendr¨¢n la misma voluntad de hacerlo.
Josep Borrell Fontelles es ministro de Asuntos Exteriores, Uni¨®n Europea y Cooperaci¨®n.
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