Juan Benet
El escritor se la jugaba, es decir, se machacaba cada frase como si fuera la ¨²ltima
Era un tipo que, cuando quer¨ªa, pod¨ªa ser insufrible. Y quer¨ªa serlo a menudo. Le gustaba algunas veces, eso se notaba. Y otras, un espectador neutral, o sea, alguien que ¨¦l quer¨ªa que estuviera neutralizado, pod¨ªa pensar que lo hac¨ªa porque la situaci¨®n exig¨ªa que Juan Benet interviniera con su verbo afilado y falt¨®n. Hace ya 25 a?os que muri¨®. Y un escritor le dedica un libro. Rafael Garc¨ªa Maldonado ha publicado Benet. La ambici¨®n y el estilo (Ediciones del Viento, 2018), que plantea desde su t¨ªtulo una cuesti¨®n crucial para Benet: la del estilo. Algo que ser¨ªa osado ahora intentar contar, resumir, o definir en unas l¨ªneas.
Yo conoc¨ª a Juan Benet porque nos present¨® Javier Pradera. ?Vaya dos! Eran amigos de la infancia, en la que compartieron algunos balonazos en La Concha, en San Sebasti¨¢n. Hab¨ªan compartido muchas m¨¢s cosas, pero la primera fue la de ser hu¨¦rfanos de padre a causa de la inquina de la Guerra Civil. De esa Espa?a que ya no existe, aunque a veces parezca que la corte de Pablo Casado la echa de menos.
La Espa?a que vivieron Benet y Pradera parec¨ªa peque?a. Pudieron ser amigos de Dionisio Ridruejo, del pintor Juan Manuel D¨ªaz Caneja, del matem¨¢tico Jos¨¦ Gallego-D¨ªaz o los escritores Luis Mart¨ªn Santos y Juan Garc¨ªa Hortelano.
Eran gente con estilo. Todos ellos. Pero yo creo que solo uno parec¨ªa obsesionado por tenerlo. Y ese era Benet. Viv¨ªa la literatura con enorme pasi¨®n, como viv¨ªa intensamente el agua, las presas o los embalses. Hab¨ªa le¨ªdo a Faulkner con tanta devoci¨®n como para inventarse su propio microcosmos al que llam¨® Regi¨®n, por el que nos hizo viajar a sus lectores subidos a lomos de frases eternas y palabras bien fundamentadas en los cl¨¢sicos.
Era gente muy especial aquella. La que coincid¨ªa en reservados de algunos restaurantes de Madrid y pod¨ªa presumir, sin hacerlo en apariencia, de ser enemigos del r¨¦gimen desde siempre. Y, adem¨¢s, de estar vivos, aunque vivieron y fueron capaces de crear dentro de ella, en una Espa?a asfixiante.
De Benet yo le¨ª con enorme intenci¨®n todo. Pero me qued¨¦ muy impresionado con una obra ¡°menor¡± llamada Oto?o en Madrid hacia 1950 (Alianza, 1987), donde habla de esa ciudad y esos amigos. Juan Benet se la jugaba, es decir, se machacaba cada frase como si fuera la ¨²ltima. Era su forma de escribir, que se nos hac¨ªa dif¨ªcil a sus lectores. Todos eran gente con estilo. Y su trabajo acababa por tenerlo. Claro.
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