Cascabeles, baile y mucho mezcal: as¨ª se celebra la ¡®muerteada¡¯ en Oaxaca
La tradicional fiesta se celebra en San Agust¨ªn Etla, donde cientos de personas se disfrazan con trajes cubiertos de cascabeles y bailan al ritmo de la comparsa hasta el amanecer
El sonido de la comparsa es ensordecedor. El ritmo de las tubas, trompetas y clarinetes va metiendo en un estado de euforia al p¨²blico. El mezcal fluye como el motor l¨ªquido de la fiesta. Los disfraces elaborados con cientos de cascabeles suenan como gigantescas maracas al comp¨¢s de la m¨²sica.
Algunos portan caretas diab¨®licas, cubiertas de sangre y con muecas macabras. Otros llevan m¨¢scaras de luchador repletas de cristales que al reflejar la luz crean un efecto de bola de discoteca. El baile consiste en saltar al ritmo de la comparsa, en no parar mientras siga la m¨²sica hasta el amanecer y m¨¢s all¨¢.
No es la tradicional celebraci¨®n del D¨ªa de Muertos en Oaxaca, pero tampoco es una fiesta de Halloween. Es un h¨ªbrido que se ha ido modificando a lo largo de un siglo conocido como ¡°muerteada¡±, la mayor fiesta del a?o para la localidad de San Agust¨ªn Etla, a las afueras de la ciudad de Oaxaca.
Aqu¨ª la noche del 1 de noviembre el pante¨®n est¨¢ vac¨ªo. Nadie acude a depositar flores a las tumbas de sus seres queridos. Todos est¨¢n afuera, en las calles, siguiendo a la comparsa recorren las empinadas calles del pueblo, meti¨¦ndose en los patios de las casas a seguir bebiendo en un ¨¦xtasis que no termina hasta el mediod¨ªa del 2 de noviembre.
Los lugare?os saben que es el d¨ªa para tirar la casa por la ventana para honrar a sus muertos: los pesados disfraces de cascabeles y espejos t¨ªpicos de la ¡°muerteada¡± pueden llegar a costar m¨¢s de 10.000 pesos mexicanos (unos 500 d¨®lares) y toma varios meses elaborarlos.
Mientras varios hombres disfrazados se mueven al son de la m¨²sica, un grupo de coreanos con los rostros pintados como catrinas mira at¨®nito el espect¨¢culo. Se ha convertido en un atractivo tur¨ªstico que atrae a estadounidenses, alemanes o brit¨¢nicos que no se quieren perder la mayor fiesta de Oaxaca.
Pero las masas de turistas y curiosos no distraen a los disfrazados, centro gravitatorio de la fiesta. Lanzan al aire gritos de ¨¢nimo para que no pare el baile, insultan a la banda para que siga tocando entre canci¨®n y canci¨®n, vierten mezcal de la botella en la boca de los compa?eros. Y sigue la juerga. Todav¨ªa se oye.
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