Este pa¨ªs
La indignaci¨®n por lo simb¨®lico crece por barrios con la misma intensidad para las cosas importantes que para las chorradas irrespetuosas o de mal gusto
Hab¨ªa militado en partidos de izquierda en los a?os setenta, lo hab¨ªan detenido e interrogado bajo aquel himno y con aquella bandera presidiendo la comisar¨ªa. ¡°Nunca ser¨¢ mi bandera¡±, respond¨ªa fastidiado cuando le dec¨ªan a?os despu¨¦s que la democracia hab¨ªa despojado a la bandera de los s¨ªmbolos que hab¨ªa asumido el franquismo y que eran otros tiempos y aquellos colores significaban otra cosa.
Se convirti¨® en padre pasados los 40, un padre tard¨ªo que vivi¨® la crianza con una implicaci¨®n y una emoci¨®n que nunca hubiera podido imaginar. Y un d¨ªa le hicieron la primera de muchas fotos con la cara pintarrajeada de rojo y gualda porque jugaba la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol y su hija le plantaba a toda la familia la bandera en la frente, y ¨¦l se mor¨ªa de risa y ternura vi¨¦ndola con aquel entusiasmo patri¨®tico-futbol¨ªstico. Aquella primera foto le cost¨® aguantar muchas bromas, sobre todo de aquellos que segu¨ªan hablando de este pa¨ªs para referirse a Espa?a.
Luego han venido unos a?os en los que, tuviera donde tuviera cada uno el coraz¨®n, pareci¨® normalizarse entre la mayor¨ªa ¡ªpor pragmatismo o por convicci¨®n¡ª lo que era normal entre quienes de la dictadura y la Transici¨®n ten¨ªan una experiencia personal vaga y pr¨¢cticamente sab¨ªan lo que hab¨ªan le¨ªdo en los libros de texto.
Pero ahora aquel este pa¨ªs ha sido sustituido por el Estado, con una buena parte de la nueva izquierda regalando a la derecha el nombre real de este pa¨ªs, que se llama Espa?a, los s¨ªmbolos que lo representan en el mundo entero y una batalla sem¨¢ntica soterrada inexplicable para muchos espa?oles. Batalla a la que la derecha acude encantada porque, entre otras cosas, le permite perpetuar su ejercicio del poder como propietaria de la cosa, y presentar a la izquierda en el Gobierno, cuando las urnas se lo dan, como si fuera la eterna alquilada.
Somos una democracia muy joven todav¨ªa y nos ha pillado en plena adolescencia este delirio polarizador nacionalista e identitario en el que estamos metidos todos, cada cual con sus demonios particulares en danza. Y as¨ª, la indignaci¨®n por lo simb¨®lico crece por barrios con la misma intensidad para las cosas importantes ¡ªd¨®nde enterrar al dictador, por ejemplo¡ª que para las chorradas irrespetuosas o de mal gusto.
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