Petr¨®polis
El suicidio de Stefan Zweig en Brasil (1942) conecta con la muerte previa de los valores ilustrados en los primeros a?os del siglo pasado. La llegada de Bolsonaro es otro suicidio de la raz¨®n y del humanismo
Sobre la mesilla de una habitaci¨®n, dos vasos con restos de veneno. A su lado, algunas cartas manuscritas. Sobre la cama, los cad¨¢veres de Stefan Zweig y de su pareja, Charlotte Altmann. La escena sucede en Brasil, concretamente en Petr¨®polis, localidad cercana a R¨ªo de Janeiro, el 22 de febrero de 1942.
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Es conocida la historia. El c¨¦lebre autor de origen vien¨¦s lleva tiempo huyendo de Hitler. Desde su salida de Austria en 1934 son ocho a?os tratando de escapar de la implosi¨®n de un movimiento nacionalsocialista que estaba arrasando con todos los rasgos civilizatorios de Europa. En su huida, primero Inglaterra; despu¨¦s, Nueva York, finalmente, Brasil.
Zweig recibe informaci¨®n a trav¨¦s de distintos contactos sobre el discurrir de la guerra y lee en la prensa el avance aparentemente imparable del ej¨¦rcito nazi en Europa, en ?frica y en el sureste asi¨¢tico. Todas las noticias le resultan desesperantes. Le llegan rumores sobre agentes de la polic¨ªa secreta de Hitler que ya han comenzado a operar en Brasil. Siente que no tiene escapatoria mientras mantiene intacta una misma idea; no quiere vivir en un mundo dominado por el nazismo. Junto a su mujer, toma la decisi¨®n final del suicidio. Primero bebe el veneno ¨¦l. Algunos minutos despu¨¦s, ella. Varias horas despu¨¦s, alguien los encuentra muertos sobre la cama, abrazados el uno junto al otro.
En una de las cartas que dej¨® escritas, una frase final resume la psicolog¨ªa del escritor en una ¨¦poca de penumbra; ¡°Saludo a todos mis amigos. Ojal¨¢ puedan ver el amanecer despu¨¦s de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aqu¨ª¡±.
En aquella decisi¨®n humana est¨¢ el inmenso desgarro de quien la toma ante el avance de una pesadilla totalitaria. En el significado que alcanza puede verse un universo entero derrotado; el que se compone de la diversidad centroeuropea de trayectorias culturales en rozamiento continuo, de identidades de permeabilidad y de frontera que nacen en la selva negra y fluyen siguiendo el curso del Danubio hasta desembocar en el Adri¨¢tico y configurar elementos fundacionales de la propia cultura europea. Aquella herencia vienesa, reflejada en la vida y la obra de Zweig, que desemboc¨® mal, decadente y envuelta en nostalgia, en los primeros a?os del siglo XX hasta terminar sitiada por dos guerras mundiales entrelazadas.
Las fuerzas que defienden la xenofobia y el supremacismo se propagan de manera preocupante por toda Europa
Hay algo en aquel suicidio en Brasil conectado con el suicidio previo de los valores ilustrados en los primeros a?os del siglo pasado. El de esa mirada humanista y abierta que trascend¨ªa con mucho el tama?o peque?o de algunos conceptos. Esos que tantas veces se han hecho grandes a lo largo de la historia europea; la identidad nacional incontaminada, la impermeabilidad de las fronteras, las patrias cerradas y homog¨¦neas, el ultranacionalismo puesto al servicio de un nosotros puro y un ellos impuro.
Materiales ideol¨®gicos siempre a mano en tiempos de dificultad, que fueron llevados hasta su elasticidad m¨¢xima en Alemania para el dise?o de uno de los mayores abismos de la historia de la humanidad. Un hundimiento lleno de ense?anzas que convendr¨ªa tener de nuevo presente. El proceso hist¨®rico que lo provoc¨®, conducido por personajes infames con excelente t¨¦cnica en la apelaci¨®n a la pureza, nos recuerda que la Historia, con su primera letra as¨ª, imponente y en may¨²scula, siempre mantiene intacta su capacidad para sorprendernos.
Lo ha vuelto a hacer, por ejemplo, con la llegada al poder de Jair Bolsonaro. Otro suicidio de la raz¨®n y del humanismo que ha sucedido de nuevo en Brasil y que nos indica la facilidad y la velocidad a la que se propaga el extremismo.
Convendr¨ªa no caer en el error de pensar que este tipo de personajes y este tipo de procesos son inocuos, que su tiempo pasar¨¢ sin m¨¢s y que como un d¨ªa llegaron, un d¨ªa se ir¨¢n, que sus consecuencias no ser¨¢n transcendentes y que su herencia no ser¨¢ tan grave.
Europa, con ejemplos similares al de Bolsonaro en algunos Gobiernos, en casi todos los Parlamentos nacionales y en el Parlamento Europeo, har¨ªa bien en hacer cuanto deba ¡ªhacer cuanto deba¡ª en la defensa de nuestros sistemas democr¨¢ticos, en impedir la normalizaci¨®n dentro de los c¨®digos del debate pol¨ªtico de determinados comportamientos marcados por la brutalidad, en aislar los programas que defienden el odio al diferente o el racismo, el supremacismo o la xenofobia, el fanatismo o el sectarismo. Ingredientes, todos ellos, caracter¨ªsticos de fuerzas con una enorme facilidad para captar la atenci¨®n de los medios de comunicaci¨®n, que est¨¢n siendo normalizadas y adquiriendo un enorme protagonismo en la vida pol¨ªtica. Fuerzas que ya se propagan de manera preocupante por pr¨¢cticamente todos los Estados miembros de la Uni¨®n Europea: 12% de voto en Alemania, 13% en Suecia, 17% en Italia, 21% en Dinamarca y en Francia, 19% en Hungr¨ªa, 26% en Austria, 37% en Polonia.
Hay que fijar un relato compartido de defensa de la democracia para aislar a los ultranacionalismos
Para ello hacen falta, en primer lugar, reformas orientadas a la superaci¨®n del contexto de vulnerabilidad econ¨®mica y profundas desigualdades sociales en el que han surgido este tipo de movimientos.
Por ejemplo, acuerdos para optimizar la regulaci¨®n transnacional de la econom¨ªa financiera, pol¨ªticas para el incremento de las capacidades competitivas de la econom¨ªa productiva europea y medidas para asegurar la cohesi¨®n social de nuestras sociedades a trav¨¦s de los instrumentos de los Estados de bienestar.
En segundo lugar, establecer un relato compartido de defensa de la democracia para el aislamiento pol¨ªtico ¡ªcompleto y total¡ª de todos aquellos que ponen voz al odio fan¨¢tico ultranacionalista en Europa.
No estar¨ªa mal tomarse en serio este fen¨®meno antes de que, de nuevo, sea tarde y actuar en consecuencia frente a la capacidad de este tipo de fuerzas para la destrucci¨®n desde dentro de los marcos de convivencia. En nuestro caso, un marco de convivencia que act¨²a a su vez como mecanismo de protecci¨®n ante nuestro propio pasado; democracias en proceso de integraci¨®n de soberan¨ªas para el mantenimiento de un espacio de paz y de libertad compartido por la amplia diversidad y la compleja pluralidad europea.
Suele decirse que es imprevisible lo que trae el futuro. La vida y la obra de Stephan Zweig nos recuerdan que, en el caso de Europa, el verdadero riesgo no est¨¢ ah¨ª. El verdadero riesgo est¨¢ en que lo imprevisible lo traiga de nuevo el pasado.
Eduardo Madina es director de KREAB Researh Unit, unidad de an¨¢lisis y estudios de la consultora KREAB en su divisi¨®n en Espa?a.
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