Todo por la gobernabilidad
Los jueces del Tribunal Supremo han hecho lo que suelen: besar la mano de quien les puso ah¨ª. Y de la peor manera
Una vez, en un diario, un director se neg¨® a publicar una informaci¨®n relevante y bien verificada. Como imaginan, eso no ha sucedido una vez, sino muchas. Pero esa vez el director en cuesti¨®n, lleno de buenas intenciones, justific¨® su decisi¨®n con esta frase: ¡°Hay que contribuir a la gobernabilidad¡±. Nunca estuve de acuerdo. Quien debe gobernar es el Gobierno, por malas que sean las condiciones. Los dem¨¢s han de hacer su trabajo.
El dif¨ªcil tr¨¢nsito del franquismo a la democracia parlamentaria, y la conciencia de una historia turbulenta y en ocasiones penosa, nos dej¨® en herencia una excesiva preocupaci¨®n por la gobernabilidad, es decir, por extremar las medidas de seguridad contra posibles descarrilamientos colectivos. En ese mismo dif¨ªcil tr¨¢nsito se mantuvieron privilegios inadmisibles de los entonces llamados ¡°poderes f¨¢cticos¡±.
Los dos grandes partidos pol¨ªticos, PP y PSOE, se han beneficiado de las cautelas establecidas hace 40 a?os. La ley electoral, las reglas parlamentarias, los mecanismos de financiaci¨®n, la propia Constituci¨®n y un largo etc¨¦tera les han favorecido. Luego, a lo largo de los a?os, ellos (y otros ?partidos menores) han aportado lo suyo a la ¡°gobernabilidad¡±. Han invadido las instituciones y los organismos intermedios (la prensa, por ejemplo), se han asegurado puestos en consejos de administraci¨®n privados, han saqueado el patrimonio p¨²blico en m¨¢s de una privatizaci¨®n. Tambi¨¦n han robado, han espiado, han encubierto y han abusado. Y matado. Tengo la sospecha, sustentada por varias conversaciones confidenciales, de que cuando cometen excesos o delitos, acaban justific¨¢ndose con la gobernabilidad. Su gesti¨®n, piensan, asegura el progreso, o la paz social, o la estabilidad, o lo que sea. En ¨²ltimo extremo, se dicen, a nosotros nos votan y pueden echarnos. Nos ampara la bendici¨®n popular.
Creo que en el fondo tienen la conciencia tranquila. En serio.
Gobernar Espa?a es complicado porque el pa¨ªs es complicado. Pero la gobernabilidad ha estado siempre garantizada por el ¨²nico sujeto que puede garantizarla: el conjunto de los ciudadanos. Si echamos la vista atr¨¢s y contemplamos el paisaje de estas ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, el factor esencial de sensatez ha sido la ciudadan¨ªa. Como los jugadores ingleses en aquel m¨ªtico Argentina-Inglaterra de 1986, cuando Maradona marc¨® con la mano (¡°la mano de Dios¡±) antes de marcar el dios de los goles, hemos aceptado deportivamente tanto las injusticias como los fracasos. Trabajamos (cuando podemos), votamos razonablemente y, al menos de momento, nos aguantamos las ganas de enviarlo todo a hacer pu?etas.
Quiz¨¢ los jueces del Tribunal Supremo, o lo que queda de ¨¦l tras tantos a?os de manipulaci¨®n partidista, han pensado tambi¨¦n en la gobernabilidad. Es f¨¢cil caer en el error: ?qui¨¦n no ha confundido alguna vez las cotizaciones de la Bolsa con la gobernabilidad del pa¨ªs? Dicen que la ley era confusa y, en su af¨¢n por ayudar, han tratado de establecer una jurisprudencia a¨²n m¨¢s confusa. En fin, han hecho lo que suelen: besar la mano de quien les puso ah¨ª. Y lo han hecho de la peor manera.
Cuando el ciudadano vota opciones estramb¨®ticas, todo son preguntas. Las respuestas, en realidad, llevan tiempo sobre la mesa.
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