Montesquieu ha muerto
No es de extra?ar que la sociedad espa?ola cada vez contemple con m¨¢s desmoralizaci¨®n el deterioro de nuestra vida p¨²blica, que es a la vez el de nuestra democracia
Sab¨ªamos que la divisi¨®n de poderes que consagra la Constituci¨®n Espa?ola y que todos los estudiantes de Derecho aprendimos como un dogma es m¨¢s te¨®rica que real, pero no sab¨ªamos hasta qu¨¦ punto. Lo hemos descubierto esta semana con el gesto de un juez, futurible presidente del Tribunal Supremo, que ha renunciado a su cargo antes de que lo eligieran. La filtraci¨®n ¡ªinteresada o no¡ª de su nombre junto con la de un whatsapp enviado por un senador del PP a sus compa?eros de partido jact¨¢ndose de ese nombramiento (que, seg¨²n ¨¦l, les permitir¨ªa controlar ¡°desde atr¨¢s¡± al alto tribunal) llev¨® al futurible a presentar su renuncia al cargo en un gesto que para algunos le honra y para otros simplemente era obligado. ?C¨®mo podr¨ªa aceptar presidir el m¨¢s alto tribunal del pa¨ªs despu¨¦s del Constitucional un juez cuando todos los espa?oles sabemos ya c¨®mo y por qu¨¦ fue elegido presidente?
As¨ª que, conocido ya que a los jueces los eligen sus compa?eros de profesi¨®n, pero indirectamente los partidos, y que la elecci¨®n se hace en funci¨®n de intereses partidistas muchas veces, nadie se va a creer a partir de ahora la ilusi¨®n de la divisi¨®n de los tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, que consagr¨® Montesquieu como un pilar de la democracia, del mismo modo en que, a partir de una edad, ya nadie se cree esa historia de que los ni?os vienen de Par¨ªs y los Reyes Magos de Oriente o que los ganadores de determinados premios literarios los elige el jurado que los hace p¨²blicos. Si ya era muy dif¨ªcil entender la inquietante cercan¨ªa de la justicia y el Poder Ejecutivo, que incluso tiene un ministerio espec¨ªfico para su gobernaci¨®n, m¨¢s lo es que la elecci¨®n de los jueces y los tribunales la haga indirectamente el Poder Legislativo, a cuyos representantes pueden tener que juzgar esos mismos jueces a los que eligen. Si nadie se creer¨ªa la independencia de la prensa si a los directores de los peri¨®dicos los nombraran los pol¨ªticos, ?por qu¨¦ hemos de creer en la de una justicia que en su selecci¨®n para los tribunales de m¨¢s responsabilidad depende de los poderes Ejecutivo y Legislativo contra lo que la democracia manda y el sentido com¨²n m¨¢s elemental justificar¨ªa?
Mal que bien, hasta hace unos pocos a?os, la justicia espa?ola era respetada dentro y fuera del pa¨ªs a pesar de ello, pero acontecimientos ¨²ltimos junto con alg¨²n varapalo de la justicia internacional a determinadas sentencias de nuestros jueces han colocado en la picota a una instituci¨®n tan importante para la democracia como la elecci¨®n de los representantes p¨²blicos. En el cambio de esa apreciaci¨®n tienen alguna culpa los jueces, pues como seres humanos que son tambi¨¦n se equivocan, pero fundamentalmente la responsabilidad principal es de los partidos pol¨ªticos con la judicializaci¨®n creciente de la pol¨ªtica, sobre todo en el conflicto catal¨¢n, que comporta a la vez una politizaci¨®n paralela de la justicia cada vez m¨¢s evidente, como la elecci¨®n de los miembros y el presidente del Tribunal Superior de Justicia ha venido a demostrar. As¨ª las cosas, no es de extra?ar que la sociedad espa?ola cada vez contemple con m¨¢s desmoralizaci¨®n el deterioro de nuestra vida p¨²blica, que es a la vez el de nuestra democracia, esa que tanto cost¨® alcanzar en un momento de nuestra historia, y que algunos estemos tentados de corregir la famosa pintada del Mayo Franc¨¦s del 68: Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo ¨²ltimamente no me encuentro muy bien, a?adi¨¦ndole el nombre de Montesquieu.
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