Jueces y presidentes
Los magistrados peruanos que se han atrevido a atacar la corrupci¨®n en la persona de los ¨²ltimos cuatro jefes de Estado est¨¢n tratando de hacer realidad una democracia de verdad y sin ladrones
El expresidente Alan Garc¨ªa, cercado por la Justicia debido a supuestos malos manejos y coimas recibidas durante su segundo gobierno con motivo de la construcci¨®n del Metro de Lima, ha optado por pedir asilo en la Embajada del Uruguay alegando ser objeto ¡°de persecuci¨®n pol¨ªtica¡±. El pretexto es simplemente grotesco porque en el Per¨² de hoy no hay un solo preso pol¨ªtico y nadie es perseguido por sus ideas o filiaci¨®n partidista; y probablemente nunca ha habido tanta libertad de expresi¨®n y de prensa como la que hoy existe en el pa¨ªs.
Otros art¨ªculos del autor
Eso s¨ª, la otra cara de la moneda es que los cuatro ¨²ltimos jefes de Estado son objeto de investigaci¨®n judicial por presunci¨®n de robos y se hallan investigados por el Poder Judicial, con ¨®rdenes de arraigo y embargo de sus bienes, o pr¨®fugos. De otro lado, el exdictador Alberto Fujimori, condenado a 25 a?os de c¨¢rcel por sus cr¨ªmenes, se halla refugiado en cuidados intensivos de la Cl¨ªnica Centenario de Lima, de donde, si se mueve, volver¨¢ a la c¨¢rcel de la que lo sac¨® un indebido indulto del expresidente Pedro Pablo Kuczynski. Este ¨²ltimo, tambi¨¦n con orden de arraigo, es objeto de una investigaci¨®n judicial por lavado de activos al igual que el expresidente Ollanta Humala, quien, con su esposa Nadine, pas¨® una prisi¨®n preventiva de diez meses. El otro expresidente, Alejandro Toledo, huy¨® a Estados Unidos cuando se descubri¨® que hab¨ªa recibido cerca de unos 20 millones de d¨®lares de sobornos de Odebrecht y es objeto ahora de un juicio de extradici¨®n entablado por el Gobierno peruano.
Esta colecci¨®n de presidentes sospechosos de corrupci¨®n ¡ªa los cuales me acuso de haber promovido y votado por ellos crey¨¦ndolos honestos¡ª justificar¨ªa el m¨¢s negro pesimismo sobre la vida p¨²blica de mi pa¨ªs. Y, sin embargo, despu¨¦s de haber pasado ocho d¨ªas en el Per¨², vuelvo animado y optimista, con la sensaci¨®n de que, por primera vez en nuestra historia republicana, hay una campa?a eficaz y valiente de jueces y fiscales para sancionar de veras a los mandatarios y funcionarios deshonestos, que aprovecharon sus cargos para delinquir y enriquecerse. Es verdad que en los cuatro casos hasta ahora s¨®lo hay presunci¨®n de culpabilidad, pero los indicios, sobre todo en lo relativo a Toledo y Garc¨ªa, son tan evidentes que resulta muy dif¨ªcil creer en su inocencia.
La corrupci¨®n es hoy en d¨ªa en Am¨¦rica Latina el enemigo mayor de la democracia
Como en buena parte de Am¨¦rica Latina, el Poder Judicial en el Per¨² no ten¨ªa fama de ser aquella instituci¨®n incorruptible y sabia encargada de velar por el cumplimiento de las leyes y sancionar los delitos; y tampoco de atraer, con sus mediocres salarios, a los juristas m¨¢s capaces. Por el contrario, la mala fama que lo rodeaba hac¨ªa suponer que buen n¨²mero de magistrados carec¨ªan de la formaci¨®n y la conducta debidas para impartir justicia y merecer la confianza ciudadana. Y, sin embargo, de un tiempo a esta parte, una silenciosa revoluci¨®n ha ido oper¨¢ndose en el seno del Poder Judicial, con la aparici¨®n de un pu?ado de jueces y fiscales honestos y capaces, que, corriendo los peores riesgos, y apoyados por la opini¨®n p¨²blica, han conseguido corregir aquella imagen, enfrentando a los poderosos ¡ªtanto pol¨ªticos como sociales y econ¨®micos¡ª en una campa?a que ha levantado el ¨¢nimo y llenado de esperanzas a una gran mayor¨ªa de peruanos.
La corrupci¨®n es hoy en d¨ªa en Am¨¦rica Latina el enemigo mayor de la democracia: la corroe desde adentro, desmoraliza a la ciudadan¨ªa y siembra la desconfianza hacia unas instituciones que parecen nada m¨¢s que la llave m¨¢gica que convierte a las fechor¨ªas, delitos y prebendas en acciones leg¨ªtimas. Lo ocurrido en el Brasil en los ¨²ltimos a?os ha sido un anuncio de lo que podr¨ªa ocurrir en todo el continente. La corrupci¨®n se hab¨ªa extendido por todos los rincones de la sociedad brasile?a, comprometiendo por igual a empresarios, funcionarios, pol¨ªticos y gente del com¨²n, estableciendo una suerte de sociedad paralela, sometida a las peores componendas e inmoralidades, en la que las leyes eran sistem¨¢ticamente violadas por doquier, con la complicidad de todos los poderes. Contra ese estado de cosas se levant¨® el pueblo, encabezado por un grupo de jueces que, al amparo de la ley, comenzaron a investigar y a sancionar, enviando a la c¨¢rcel a quienes por su poder econ¨®mico y pol¨ªtico se cre¨ªan invulnerables. El caso de Odebrecht, una compa?¨ªa todopoderosa que corrompi¨® por lo menos a una decena de Gobiernos latinoamericanos para conseguir contratos multimillonarios de obras p¨²blicas ¡ªsin sus famosas ¡°delaciones premiadas¡± los cuatro exjefes de Estado peruanos estar¨ªan libres de polvo y paja¡ª, se convirti¨® poco menos que en el s¨ªmbolo de toda aquella podredumbre. Eso es lo que explica el fen¨®meno Jair Bolsonaro. No que 55 millones de brasile?os se hayan vuelto fascistas de la noche a la ma?ana, sino que una inmensa mayor¨ªa de brasile?os, hartos de la corrupci¨®n que se hab¨ªa tornado el aire que se respiraba en el Brasil, decidieran votar por lo que cre¨ªan la negaci¨®n m¨¢s extrema y radical de aquello que se llamaba ¡°democracia¡± y era, pura y simplemente, una delitocracia generalizada. ?Qu¨¦ pasar¨¢ ahora con el nuevo Gobierno de aquel caudillo abracadabra? Mi esperanza es que, por lo menos dos de sus ministros, el juez Moro y el economista liberal Guedes, lo moderen y ci?an a actuar dentro de la ley y sin reabrir las puertas a la corrupci¨®n.
Ser¨ªa una verg¨¹enza que Uruguay concediera el asilo al expresidente peruano Alan Garc¨ªa
Ser¨ªa una verg¨¹enza que el Uruguay concediera el asilo a Alan Garc¨ªa, que no est¨¢ siendo investigado por sus ideas y actuaciones pol¨ªticas, sino por delitos tan comunes como recibir coimas de una compa?¨ªa extranjera que compet¨ªa por contratos multimillonarios de obras p¨²blicas durante su gobierno. Ser¨ªa como proporcionar una coartada de respetabilidad y victimismo a quien ¡ªsi es verdad aquello de que es acusado¡ª contribuy¨® de manera flagrante a desnaturalizar y degradar esa democracia de la que, con justicia, se ufana de haber mantenido en buena parte de su historia aquel pa¨ªs sudamericano. El derecho de asilo es, sin duda, la m¨¢s respetable de las instituciones en un continente tan poco democr¨¢tico como ha sido Am¨¦rica Latina, una puerta de escape contra las dictaduras y sus acciones terroristas para acallar las cr¨ªticas, silenciar a las voces disonantes y liquidar a los disidentes. En el Per¨² conocemos bien a ese tipo de reg¨ªmenes autoritarios y brutales que han sembrado de sangre, dolor e injusticias buena parte de nuestra historia. Pero, precisamente porque estamos conscientes de ello, no es justo ni aceptable que en un periodo como el actual, en el que, en contraste con aquella tradici¨®n, se vive un r¨¦gimen de libertades y de respeto a la legalidad, el Uruguay conceda la condici¨®n de perseguido pol¨ªtico a un dirigente a quien la justicia investiga como presunto ladr¨®n.
Los jueces y fiscales peruanos que se han atrevido a atacar la corrupci¨®n en la persona de los ¨²ltimos cuatro jefes de Estado cuentan con un apoyo de la opini¨®n p¨²blica que no ha tenido jam¨¢s el Poder Judicial en nuestra historia. Ellos est¨¢n tratando de convertir a la realidad peruana en algo semejante a lo que por mucho tiempo el Uruguay represent¨® en Am¨¦rica Latina: una democracia de verdad y sin ladrones.
Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PA?S, SL, 2018.
? Mario Vargas LLosa, 2018.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.