Pederastia intelectual
Vivimos una plaga de adultos fascinados por todo lo que hacen los j¨®venes. Todo tiene que ver con eso que distingue a los padres de los hijos: el criterio
Creo que hay pocas cosas m¨¢s cutres que observar adultos fascinados con todo lo que tenga que ver con la juventud. Es una cosa que me da mucho pudor, la verdad. El asunto tiene bastantes formas de manifestarse y, ahora mismo, no s¨¦ cu¨¢l de todas me da m¨¢s rabia. Est¨¢n, por ejemplo, aquellos padres que te dicen que sus hijos son los m¨¢s listos del mundo, basados en pruebas emp¨ªricas, como que el cr¨ªo sabe encender el iPad. No tengo tablet, me regal¨® una el banco y al d¨ªa siguiente se la di a mi madre. Pobre, jam¨¢s ha tenido la opci¨®n de fardar ante las vecinas de lo listo que es su hijo porque hace cosas con el iPad. De verdad, era todo mucho m¨¢s f¨¢cil cuando ibas a casa de una pareja joven y te pasaban diapositivas de su viaje a Canc¨²n.
Hace unos meses unos amigos con un cr¨ªo de unos seis a?os me invit¨® a su casa a cenar. Tras el ¨¢gape me sentaron en el sof¨¢ al lado del chaval para que viera todo lo que era capaz de hacer con el m¨®vil de su padre. Tras o¨ªr la frase, pens¨¦ inmediatamente en c¨®mo iba a romper ese iPhone X. Me pareci¨® extra?o, pero divertido. Estaba equivocado.
El pederasta cultural e intelectual r¨ªe todas las gracias a los j¨®venes porque nada le aterra m¨¢s que parecer mayor. Antes con avergonzar a tus hijos diciendo "chachi piruli" alcanzaba; ahora hay que escuchar 'trap', estar en Instagram¡
El caso era m¨¢s grave. El chaval empez¨® a hacer cosas con la pantalla. Me aburr¨ªa tanto que me acord¨¦ de Juegos de guerra, cinta de 1983 en la que un jovenc¨ªsimo Matthew Broderick est¨¢ a punto de arrancar accidentalmente la Tercera Guerra Mundial gracias a sus conocimientos inform¨¢ticos. Me levant¨¦ del sof¨¢, cog¨ª el abrigo y me fui. Hasta que el ni?o no sepa desbloquear los c¨®digos de los misiles norcoreanos no me invit¨¦is m¨¢s. O al menos, esperad a tener otro v¨¢stago que sea menos listo con el que pueda interactuar. Entonces me llam¨¢is.
Igual es mi culpa. Los adolescentes me dan miedo ¨Csi paso por delante de un instituto, cambio de acera, lo digo en serio¨C y los j¨®venes, la verdad, me son bastante indiferentes mientras no se retrasen en traerme la pizza (hola, cipotudos, ?puedo sentarme a su mesa?). Esto que hago, lo admito, se llamaba paternalismo, y est¨¢ mal, pero, oiga, es uno de los pilares ¨Cjunto a la mentira¨C sobre los que se sustentan nuestras relaciones. La base del verdadero contrato social y no la mandanga esa de Rousseau de buscar la libertad como forma de reconciliaci¨®n entre el hombre y la naturaleza. Lo que antes se hac¨ªa por comodidad (evitar disputas con seres inferiores, partiendo del precepto de la edad como categor¨ªa) ahora se hace con sincera admiraci¨®n o por motivos est¨¦ticos. En el hit parade de los postulados ¨²ltimamente no hay quien le tosa a la est¨¦tica.
El pederasta cultural e intelectual r¨ªe todas las gracias a los j¨®venes porque nada le aterra m¨¢s que parecer mayor. No aparentando su edad llega a pensar que no la tiene. Antes con avergonzar a tus hijos diciendo chachi piruli alcanzaba; ahora hay que escuchar trap, estar en Instagram¡ No vale solo con saber lo que pasa. Debe gustarte lo que pasa. Con esto, se anula una de las pocas virtudes que ten¨ªa la madurez: el criterio. Y eso ha sucedido por dos motivos: uno, el criterio es irrelevante en la era del todo vale; dos, el criterio se ha usado de forma tan dogm¨¢tica que ha terminado convirti¨¦ndose en esnobismo.
La supuesta gran ventaja de estas formas de pederastia es que logran que al mirarte al espejo cada ma?ana te veas un poco mejor que ayer. Debo admitir que yo tambi¨¦n padec¨ª este doriangray¨ªsmo terminal un tiempo, hasta que una ma?ana, hace un par de a?os, me vi en el espejo y pens¨¦: ¡°Est¨¢s hecho un cromo, nen¡±. Desde entonces vivo mucho m¨¢s en paz conmigo mismo y, sobre todo, con los m¨¢s j¨®venes: no poseen nada a lo que pueda aspirar, pero s¨ª algunas cosas que puedo admirar.
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