En el nuevo arte ellas se reivindican con la vagina
Una nueva corriente de artistas lucha contra "el fascismo corporal que le dice a las mujeres lo que tienen que hacer con su cuerpo¡±
La artista japonesa Megumi Igarashi, conocida como Rokudenashiko ('in¨²til', en espa?ol), se sac¨® en 2014 un molde de su vagina y lo emple¨® para construir, a trav¨¦s de un crowfunding, una piragua a su imagen y semejanza. Acab¨® en la c¨¢rcel por infringir la ley de obscenidad a¨²n vigente en su pa¨ªs y que impide la representaci¨®n expl¨ªcita de los ¨®rganos sexuales. La condenaron a dos a?os de c¨¢rcel y a una multa de 20.000 d¨®lares (unos 17.000 euros).
El tema podr¨ªa haberse quedado ah¨ª si no llega a ser porque Rokudenashiko ha plantado cara a los inquisidores con la publicaci¨®n de Obscenidad, un manga en el que con trazos ingenuos y muchas vaginas repasa su experiencia desde el d¨ªa que quiso que su vulva flotara y llam¨® a su kayak Pussyboat. Dice Igarashi que con todo ello lo ¨²nico que quer¨ªa era cambiar la opini¨®n que los japoneses tienen del "chichi", como ella lo llama. ¡°La visi¨®n que tiene Jap¨®n del chichi es muy rara. Su mera menci¨®n provoca una imagen fea¡±. Por eso, decidi¨® ¡°crear obras que lo presentaran como algo m¨¢s luminoso, m¨¢s divertido, menos serio¡±. Como ya hemos dicho, la broma le cost¨® la c¨¢rcel.
Si se pregunta a qui¨¦n se le ocurre representar de una forma tan gr¨¢fica una vagina, la respuesta es que, por lo que se ve, cada vez a m¨¢s artistas. Se ha convertido en una forma de empoderamiento, gracias a algo tan tonto como la capacidad de ofender y escandalizar que a¨²n se le otorga pr¨¢cticamente en todas partes. Un superpoder que ya ha demostrado este a?o la cantante Janelle Mon¨¢e en su v¨ªdeo Pynk, en el que los pantalones de los bailarines dibujaban unas vaginas en constante movimiento. En palabras de la cantante estadounidense, se trataba de ¡°una celebraci¨®n de la creaci¨®n. El amor propio. La sexualidad. ?Y el poder del co?o!¡±. M¨¢s claro, agua.
A la pintora californiana Jacqueline Secor lo que le interesa es reivindicar la polimorfia de las vulvas femeninas. No hay dos iguales, y en su serie Diversity of Nature no intenta representarlas como algo bonito, sino exactamente como lo que son: ¡°Elementos integrales del mundo natural del que formamos parte". A nadie deber¨ªa asustarle. Como tampoco El gran muro de la vagina, de la brit¨¢nica Jamie McCartney. Esta pionera empez¨® en 2008 a tomar moldes en yeso de 400 vaginas. El resultado, dice, es una denuncia de ¡°las intervenciones cosm¨¦ticas vaginales y del fascismo corporal que le dice a las mujeres lo que tienen que hacer con su cuerpo¡±.
Igual de reivindicativa, pero de un modo m¨¢s f¨ªsico, la suiza de madre espa?ola y padre eslovaco Milo Moir¨¦, se plant¨® desnuda de 2016 ante la catedral de Colonia, con una pancarta que dec¨ªa: ¡°?Respetadnos! No somos presas ni cuando estamos desnudas". Poco despu¨¦s viaj¨® a Dusseldorf, ?msterdam o Londres con otra performance, llamada Mirror box, con dos cajas que envolv¨ªan sus pechos y entrepierna desnudos.
Las cajas ten¨ªan una abertura para que la gente pudiera meter la mano y tocar a la artista durante 30 segundos, a condici¨®n de que durante ese tiempo el voluntario no apartara la vista de sus ojos. ¡°As¨ª podia comunicar si lo que me estaban hacienda me gustaba o no¡±, explic¨® la artista. Era su forma de protestar contra las agresiones sexuales que se hab¨ªan producido en Colonia en las navidades del a?o anterior. Pero la polic¨ªa inglesa no lo entendi¨® y Milo fue detenida. No acab¨® como su colega Rokudenashiko, pero s¨ª que tuvo que pagar una multa.
La corriente ha llegado tambi¨¦n a la moda. La bufanda The Touch Of Fur de Fendi, de piel y pelo, se asemeja a una vagina rodeando el cuello. Tal cual. Igual hace furor. Estas artistas son solo un ejemplo. Hay muchas m¨¢s. El arte femenino hoy se expresa por la vagina. O sea, por fin en libertad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.