Islas tan inaccesibles como Sentinel del Norte, pero no por deseo de sus habitantes
Que en el siglo XXI existan lugares que vivan a¨²n en el neol¨ªtico puede resultar extra?o. Sin llegar a esos extremos, en el planeta quedan islas mucho m¨¢s remotas y aisladas a¨²n que esta del ?ndico, tan de actualidad esta semana por el asesinato de un predicador
La muerte a flechazos de un misionero-predicador estadounidense al intentar desembarcar en una isla del mar de Andam¨¢n en la que habita una tribu que no quiere ser contactada ha dejado perplejo esta semana a medio mundo. Que en plena era de Google Maps existan lugares inaccesibles en el globo terr¨¢queo puede parecer extra?o. Pero los hay, y muchos. Lo de Sentinel del Norte es una rareza porque aunque est¨¢ a apenas 37 kil¨®metros de la civilizaci¨®n, es inaccesible por decisi¨®n de la gente que lo habita, una tribu que a¨²n vive en el neol¨ªtico y que rechaza con arcos y flechas cualquier injerencia exterior.
Sin embargo, hay otras muchas islas habitadas m¨¢s inaccesibles a¨²n que Sentinel del Norte. Y lo son por cuestiones geogr¨¢ficas, muy a pesar de sus habitantes. El punto habitado m¨¢s lejano y aislado del mundo no es la isla de Pascua, como el imaginario popular cree, sino Trist¨¢n da Cunha, un pe?¨®n volc¨¢nico de soberan¨ªa brit¨¢nica con apenas 300 habitantes que emerge en pleno Atl¨¢ntico sur, a 2.810 kil¨®metros de Ciudad del Cabo (Sud¨¢frica) y a 2.334 de la isla ¡ªtambi¨¦n brit¨¢nica¡ª de Santa Helena. No tiene aeropuerto y la ¨²nica v¨ªa de comunicaci¨®n son dos barcos de una compa?¨ªa pesquera que cada dos meses hacen la traves¨ªa desde Ciudad del Cabo y llevan suministros. Los no residentes tienen que solicitar un permiso para desembarcar en Trist¨¢n da Cunha.
Una situaci¨®n peor a¨²n ¡ªni aeropuerto, ni puerto ni transporte regular alguno¡ª tiene otro de estos rincones perdidos del planeta al que tuve que ir una vez por encargo de un cliente para hacer un reportaje gr¨¢fico: Kapingamarangi.
?Kapinga qu¨¦?, pregunt¨¦ sujetando con fuerza el tel¨¦fono para que no cayera del susto mientras mi interlocutor desgranaba por en¨¦sima vez el nombre del atol¨®n que ser¨ªa mi quebradero de cabeza durante los siguientes meses: ?c¨®mo se llegaba a un sitio como ese?
Kapingamarangi es una isla coralina de apenas un kil¨®metro cuadrado de superficie habitable donde viven 350 personas ajenas al resto del mundo. No tienen internet, ni televisi¨®n, ni peri¨®dicos, ni radio... ni falta que les hace. Est¨¢ a 500 millas n¨¢uticas (unos 750 kil¨®metros) de Pohnpei, la capital de la Federaci¨®n de Estados de Micronesia, a la que pertenece. Pas¨¦ semanas investigando c¨®mo llegar all¨ª y, tras multitud de intentos, llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que solo podr¨ªa hacerlo alquilando un barco a¨²n a costa de pagar un dineral ¡ªlo que al final hice¡ª o esperando al carguero del Gobierno micronesio que un par de veces al a?o y sin calendario fijo lleva a Kapingamarangi medicinas, combustible, enseres varios y, de vuelta para sus vacaciones, a los j¨®venes que se fueron a estudiar Pohnpei.
Me cost¨® 11 d¨ªas de navegaci¨®n, entre ida y vuelta, en un peque?o velero de 45 pies llegar a este remoto atol¨®n del Pac¨ªfico. Y cuando llegu¨¦ lo que encontr¨¦ fue gente autosuficiente ¡ªtienen agua potable, pescado, cocos, bananos, cerdos, gallinas, taro, calabazas¡¡ª que no echa de menos nada, que no necesita apenas nada del exterior y que lleva una existencia feliz y apacible en su peque?o mundo rodeado de agua. Obviamente, no pueden salir de all¨ª (no cuentan con ninguna embarcaci¨®n capaz de hacer esa traves¨ªa, excepto ese barco del Gobierno), pero no vi a nadie que estuviera afectado por tama?a insularidad ni que anduviera loco por salir de la isla.
Pero no todos estos lugares remotos son una suerte de para¨ªso terrenal. El 5 de mayo de 2010 Alex Bond, un navegante oce¨¢nico brit¨¢nico, ancl¨® su peque?o velero, el Mary Powell, con el que hac¨ªa la traves¨ªa desde Haw¨¢i hasta Australia, frente a la costa de un atol¨®n perdido en el Pac¨ªfico. Su sorpresa fue may¨²scula cuando vio salir de la espesura a un grupo de nativos que le ped¨ªan ayuda. Los 24 habitantes de Kanton Island, uno de los islotes que componen el peque?o pa¨ªs de Kiribati, hab¨ªan sido olvidados por su Gobierno y llevaban meses sin recibir ayuda exterior. Los 14 adultos y 10 ni?os que quedaban en la isla estaban fam¨¦licos.
Extremadamente complejo es tambi¨¦n desembarcar en la isla de Hornos, donde est¨¢ el m¨ªtico cabo hom¨®nimo, extremo sur del continente americano. Y no porque los abor¨ªgenes te tiren flechas, sino porque no hay pantal¨¢n ni rada ni puerto alguno y solo se puede bajar en d¨ªas de calma saltando de la lancha neum¨¢tica a una playa de guijarros negros. Y claro, d¨ªas de calma en el Cabo de Hornos hay pocos, muy pocos. De las cuatro veces que he estado all¨ª, solo en dos pude poner pie en tierra. En la isla vive un militar chileno con su familia, que est¨¢ a cargo del faro, de la estaci¨®n meteorol¨®gica y de una peque?a tienda de recuerdos para los escasos viajeros que aparecen por all¨ª. Tiene que estar all¨ª un a?o, y aunque parezca mentira hay m¨¢s de 500 solicitudes de marinos chilenos en cada convocatoria para ocupar el puesto.
Casi tan legendaria ¡ªy aislada¡ª como Hornos es la isla de Pitcairn, nombre que a muchos no les dir¨¢ nada por s¨ª solo. Pero si la asociamos al mot¨ªn de la Bounty, la cosa empieza a tomar forma. Cuando en 1789 Fletcher Christian y otros 11 marineros se amotinaron en el HMS Bounty, protagonizando la rebeli¨®n a bordo m¨¢s cinematogr¨¢fica de la historia, abandonaron al capit¨¢n Bligh y sus fieles en una barcaza y tomaron las de Villadiego, tratando de encontrar una isla perdida en el Pac¨ªfico donde nadie los encontrara. Esa isla result¨® ser Pitcairn, un viejo volc¨¢n que emerge en una esquina de la Polinesia, hoy territorio brit¨¢nico de ultramar. Si ser¨ªa remoto entonces que a¨²n hoy llegar o salir de Pitcairn es toda una aventura. No hay aeropuerto y la ¨²nica comunicaci¨®n es mediante un carguero que varias veces al a?o viene desde Mangareva, en las islas Gambier (Polinesia Francesa), o a bordo de alguno de los cruceros de lujo que pasan por all¨ª.
Lugares casi inaccesibles en un mundo globalizado e hiperconectado. Puede parecer un cuento chino (ahora, una fake news), pero son de verdad. Aunque reconozco que lo de Sentinel desborda todo lo imaginable.
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