Nueve trucos para sobrevivir al ¡®puente de los espa?oles¡¯ en Lisboa
Las colas en transportes, monumentos y restaurantes est¨¢n aseguradas, pero hay formas de esquivarlas
El puente de los espa?oles llena cada a?o el centro de Lisboa en la primera semana de diciembre. El fen¨®meno va a m¨¢s y ya hay tiendas que lo aprovechan para ofrecer rebajas en las compras; otros establecimientos, como algunos hoteles, contrario, aprovechan en cambio para subir los precios. Transportes ¡ªespecialmente el tranv¨ªa 28¡ª, monumentos ¡ªespecialmente la plaza del Comercio¡ª y miradores ¡ªespecialmente el de Santa Luzia¡ª se transforman en lugares de pesadilla. Hay formas y trucos para esquivar esos inconvenientes y que el gent¨ªo no les amargue el puente, ni a ustedes ni a los lisboetas, que viven en el cuarto pa¨ªs m¨¢s pac¨ªfico del mundo.
1. Meta un ni?o(*) en su equipaje. Tambi¨¦n vale el abuelo o una embarazada, aunque el ni?o sale m¨¢s a cuenta, pues cabe en el mismo cuarto y con un happy meal de tres euros tira un buen rato. Una reciente ley obliga a dar preferencia en todas las colas (del aeropuerto a los supermercados o el tranv¨ªa) a ni?os, ancianos, embarazadas y a personas achacosas. Los brasile?os son unos expertazos en viajar en grupo con un ni?o que les d¨¦ preferencia en los embarques. Y cuela.
(*) Ni?o: criatura b¨ªpeda de hasta 1,60 metros de altura y talla 40 de pie (aunque se han avistado mayores); sus miembros superiores van unidos a una pantalla por la que se comunican con el exterior. No miran ni saben ni contestan y, lo mejor de todo, no dan conversaci¨®n.
2. Practique horarios portugueses. Desayunar a las 9.00, comer a las 12.00 y cenar a las 8.00 es el mejor ant¨ªdoto para evitar apretujones en restaurantes y cafeter¨ªas. A esas horas solo est¨¢n ellos, los lisboetas, gente pl¨¢cida, educada, nada proclive al sobresalto o a las alteraciones de la rutina. Procure no soliviantarlos.
3. M¨¦tase en dos museos, aunque no vea nada. Son lugares tranquilos que ni siquiera frecuentan los lugare?os. Por supuesto, huya de la horterada del Museo de los Coches, ¨²ltimo despilfarro de los fondos europeos, ad¨¦ntrese en el Museo de Arte Antiguo y mire un cuadro ¡ªLas tentaciones de San Antonio¡ª para contarlo; luego sol¨¢cese en la terraza de la cafeter¨ªa con vistas al r¨ªo. De salida, fotograf¨ªe el hotel de enfrente, que es la residencia de Madonna y as¨ª tendr¨¢ muchos likes. El segundo museo es la Fundaci¨®n Gulbenkian, infalible, con su colecci¨®n permanente, sus preciosos jardines y su buena cafeter¨ªa.
4. Coma en lugares sin dise?o y sin turistas. En el centro, la Baixa, es arriesgado, bien sea por su calidad o por la picaresca que aumenta a la velocidad del turismo. En esos lugares f¨ªjese en los precios del men¨², y, sobre todo, no pida alegremente una cerveza sin asegurarse antes de cu¨¢nto vale ni acepte el pescado que acaba de llegar en barca para usted (la calle Correeiros es especialmente proclive al timo). Se puede comer bien y barato (ver aqu¨ª algunos lugares) y tambi¨¦n bien y caro (aqu¨ª otros), los hay para todos los gustos, pero hay que ser expertazo. Una taberna con mantel de papel en la puerta, con sus platos y precios del d¨ªa, es buena se?al. Si hay m¨¢s aut¨®ctonos que mochileros suma puntos.
5. No se suba al tranv¨ªa 28. En estos d¨ªas est¨¢ imposible; el viaje resulta una tortura de hacinamiento y gases; por mucho menos el Europarlamento ha aumentado el tama?o de las jaulas de pollos. La ventaja es que el personal, aunque sudado, suele salir vivo. Eso s¨ª, es muy posible que el bolso haya sufrido alg¨²n cambio. La polic¨ªa alerta para mantener ojos abiertos y mochilas cerradas en este tranv¨ªa; por propia experiencia ampliar¨ªa el consejo a las tres iglesias de la rua Garrett. No siempre los mendigos de la puerta son lo que parecen.
6. Compre un bonob¨²s y c¨¢rguelo con 10 euros. La tarjetita verde de 7 Colinas o Viva Viagem le evitar¨¢ colas en el complicado sistema de transportes urbanos, donde conviven autobuses, trenes, tranv¨ªas, metro, barcos, funiculares, ascensores y elevadores. La tarjeta recargable es b¨¢sica para no ser atracado con el precio de billete ¨²nico del tranv¨ªa 28 o del elevador de Santa Justa. Importante, cada persona ¡ªincluso la criatura¡ª debe llevar el suyo.
7. Disfrute de emociones suaves, Alvalade y Campo de Ourique. Hordas humanas ocupar¨¢n la plaza del Comercio, Rua Augusta o el Rossio; se pegar¨¢n por una inc¨®moda silla en el Mercado da Ribeira entre un ruido infernal y habr¨¢ luchas de palotes de selfies en los miradores. Si es la primera visita a Lisboa, hay que pasar por eso; pero si son veteranos y gustan de experiencias lisboetas aut¨¦nticas, entonces no las va a encontrar en la Morer¨ªa ni en Alfama; vaya a los barrios de Campo de Ourique, con su construcci¨®n racionalista, y al de Alvalade, un milagro urban¨ªstico de los 40 con casas solo a tres alturas. Pasee por el Jard¨ªn da Parada (Ourique) y por la avenida de la Iglesia (Alvalade), disfrutando de sus cafeter¨ªas.
8. No tenga prisas o acabar¨¢ ¨²ltimo. En Lisboa no hay estr¨¦s, as¨ª que no venga aqu¨ª a inocularlo. El espa?ol es un ser grit¨®n con prisas. Calma. Los camareros suelen ser veteranos, profesionales y concienzudos. Aunque no lo parezca, saben qui¨¦n ha llegado antes y van haciendo a su ritmo, sin inmutarse porque haya uno o diez a la espera. Si se le incomoda con exigencias, usted ser¨¢ el d¨¦cimo.
9. Practique el deporte de m¨¢ximo riesgo urbano. El homo sapiens tard¨® bastante en conseguir moverse sobre dos pies, lo que da idea de que no fue tarea f¨¢cil. Esa falsa creencia se alarg¨® durante milenios. El desarrollo del urbanita en la era digital est¨¢ revelando que el walking (as¨ª d¨ªcese al andar), el caminar sobre dos pies, es un deporte de alto riesgo en las ciudades y, por supuesto, en Lisboa. Tranv¨ªas, buses, tuktuks, motoretas, buggis, bicicletas, monociclos, patinetes y skates intentar¨¢n impedirle el avance incluso por las mal llamadas calles peatonales (ojo, no le arrolle un bus tur¨ªstico). La experiencia es ¨²nica, ¨¢rmese de casco, coderas y tobilleras y disfrute buscando rincones ¨²nicos de una ciudad maravillosa; pero para eso hay que echarle valor: hay que andar.
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