La singular par¨¢lisis de Carlsen
El prodigio noruego, con vagas reminiscencias de Matt Damon, ha perdido el incentivo para concentrar su genio. Con el oficio le basta para ganar
Magnus Carlsen ha revalidado su t¨ªtulo de campe¨®n del mundo de ajedrez ante Fabiano Caruana con la intrusi¨®n ideol¨®gica de Jos¨¦ Mourinho y Javier Clemente. Doce partidas, doce empates; la met¨¢fora redonda del estupor actual en las sociedades democr¨¢ticas. Desarrollos trillados, golpes de emoci¨®n frustrados por la indecisi¨®n o la falta de car¨¢cter y un desempate fulgurante mediante partidas r¨¢pidas donde siempre gana la m¨¢quina, real o figurada. Para que esta descripci¨®n sea justa tiene que incluir el hecho demostrado de que en un campeonato largo de ajedrez es m¨¢s rentable la estrategia de muchos empates con pocas victorias que cualesquiera otras.
El ajedrez es un juego complejo en el interior del jugador. M¨¢s all¨¢ de los miles de variantes y soluciones agazapadas tras los escaques y la calidad de memoria necesaria para retener un n¨²mero casi infinito de variantes, est¨¢ el impulso del juego, el motivo rec¨®ndito que lleva al jugador a enfrentarse con otro en un despliegue mental cuya crueldad (satisfacci¨®n de regusto s¨¢dico en el vencedor, impotencia abrumadora del perdedor) forma parte del premio. El ajedrez, explic¨® Ernest Jones, no solo es un sustituto l¨²dico del arte de la guerra sino tambi¨¦n una envoltura del motivo inconsciente de matar al padre; no es casual, aduc¨ªa, que la reina (madre) sea la ayuda m¨¢s poderosa para acabar con el rey (padre).
Dicen que Carlsen ha perdido su instinto ganador. El ajedrecista Kramnik identifica correctamente esta p¨¦rdida como ¡°verg¨¹enza¡±. En un juego tintado con colores psicoanal¨ªticos, la verg¨¹enza equivale al regreso de la culpabilidad, que el jugador genial entierra bajo toneladas de despliegue t¨¦cnico y convierte en ansias de destruir la formaci¨®n rival. Si el genio es ¡°la capacidad de aplicar dones raros con concentraci¨®n intensa, aunque solo sea temporalmente¡± (Jones de nuevo), lo que parece haberse agotado en el prodigio noruego con vagas reminiscencias de Matt Damon, es el incentivo a la concentraci¨®n para sus dones raros. Con el oficio le basta para ganar. Por cierto, la v¨ªa psicoanal¨ªtica y la lucha contra el padre pueden aplicarse a Carlsen ante el rey de Caruana, a Pablo Casado frente a Aznar, a Cristiano Ronaldo ante Florentino P¨¦rez y quiz¨¢ a Torra frente a Puigdemont. Demasiadas cuentas pendientes.
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