Y todo se hace a?icos, de repente
O¨ªr disparos siempre es inquietante. Pero si est¨¢s en un bosque, tienes la sensaci¨®n de que los disparos de la caza siempre te alcanzan
EST?S EN EL BOSQUE, con la cabeza llena?de p¨¢jaros. Como en los cuentos, el lugar del miedo te va acogiendo como un refugio. Te has despojado del tiempo del reloj. Tu mirada ya no quiere depredar. Los ojos escuchan y eso amplia el ¨¢rea de visi¨®n, como en la becada, la centinela del bosque. Pensar y sentir van de la mano, se aparean. Todo, lo conocido y lo desconocido, tiene aura de un descubrimiento. Ll¨¢malo sagrado, no te averg¨¹ences, hombre.
Y todo se hace a?icos, de repente. O¨ªr disparos siempre es inquietante. Anula cualquier otra escucha. Pero si est¨¢s en un bosque, en la monta?a, en la marisma, o acompa?ando a un r¨ªo por la orilla, tienes la sensaci¨®n de que esos disparos, los de la caza, siempre te alcanzan. Se cobren la pieza o no, siempre se cobran algo. Penetran una entra?a com¨²n. El silencio amigo, tras los estampidos, se vuelve un silencio mudo. Te quedas at¨®nito, v¨ªctima de una violencia catastral, por m¨¢s que est¨¦n acotados los terrenos. Ahora, los ladridos de la jaur¨ªa lo llenan todo. El otro tiempo se ha escondido en el hueco de un casta?o. Quisieras entrar all¨ª. Como en un poema de Tonino Guerra, ¡°ser un hombre sentado dentro de un ¨¢rbol¡±.
Lo ¨²nico que tendr¨ªamos que tomar de un paisaje son fotograf¨ªas. Y a?ade el artista y andar¨ªn Hanish Fulton: ¡°Lo ¨²nico que tenemos que dejar en ¨¦l son nuestros pasos¡±. ?Por qu¨¦ las sociedades de cazadores no se refundan como sociedades fotogr¨¢ficas? No es nada f¨¢cil fotografiar a un animal salvaje. Incluso, a veces, es m¨¢s f¨¢cil cazarlo que hacer una buena toma. Hablo de la caza con armas de fuego, cada vez de m¨¢s alcance y precisi¨®n, y con ayuda de canes que, por decirlo as¨ª, hacen el trabajo de zapa en lo invisible, el m¨¢s laborioso y duro, el descubrir lo oculto y pon¨¦rselo en bandeja a los humanos. La llaman ¡°caza deportiva¡±. No s¨¦ si los animales entienden de eufemismos, pero para ellos y para quienes escapamos de esa intimidaci¨®n ambiental s¨ª que se trata de un deporte altamente exigente.
Esta apelaci¨®n a lo deportivo, e incluso a lo ecol¨®gico, es muy utilizada por lo que podr¨ªamos llamar la vanguardia cineg¨¦tica cada vez que se desencadena un debate sobre el sentido de la caza en pa¨ªses donde ya nadie la necesita para sobrevivir. No quiero meter todo en el mismo saco, pero tambi¨¦n se presentan como ¡°deportistas¡± tipos como Walter Palmer, rico dentista de Minneapolis, que acab¨® con la existencia del viejo le¨®n Cecil, ¨ªdolo en vida en Zimbabue, o Tess Thompson Talley, una millonaria de Kentucky, que se jact¨® en Facebook, posando al lado de la v¨ªctima, de haber dado muerte a una jirafa negra, especie en extinci¨®n, en un parque en Sud¨¢frica: ¡°Oraciones porque mi sue?o de caza ¨²nico se cumpli¨® hoy¡±. Gente as¨ª deber¨ªa figurar en los carteles de b¨²squeda y captura de Interpol.
En Espa?a, en 1953, se promulg¨® una ley de extinci¨®n de alima?as, que permit¨ªa y fomentaba la caza, con recompensa, de animales salvajes considerados ¡°da?inos¡±. Ese estado de excepci¨®n brutal en la naturaleza desaparecer¨ªa tambi¨¦n con la dictadura. Pero todav¨ªa hoy, en algunas comunidades, se siguen autorizando batidas para la caza masiva de animales como el zorro. Deber¨ªan mostrarse estas im¨¢genes en televisi¨®n, tal vez despu¨¦s de una pel¨ªcula infantil de Disney. Ver a medio centenar de cad¨¢veres de personas no humanas, rodeados de cazadores ufanos, es una estampa de horror que deber¨ªa interpelar a toda la sociedad. Son matanzas de seres inteligentes, con conciencia, memoria y sentimientos. No son los seres silvestres los que generan desequilibrios en la naturaleza. Somos nosotros, los sapiens, los m¨¢s da?inos. Los causantes de un desequilibrio letal para muchas especies, incluida la humana.
Despu¨¦s de la cacer¨ªa de Herreruela, en C¨¢ceres, en la que se despe?aron por un barranco 12 perros y el venado que persegu¨ªan, procur¨¦ leer los mensajes de quienes se dec¨ªan cazadores. Uno de ellos, y no era el m¨¢s irracional, comparaba lo sucedido, ¡°un lance de caza¡±, con una ca¨ªda en MotoGP o la lesi¨®n de un futbolista. Ni una palabra, en ning¨²n mensaje, sobre el ciervo. Como si fuese un aut¨®mata o un bulto y no un habitante m¨¢s de este territorio. Si en una cacer¨ªa los perros hacen ver a los cazadores lo ¡°no visto¡±, el animal oculto, el v¨ªdeo de lo sucedido en el barranco de Herreruela tiene el valor hist¨®rico de mostrar lo ¡°no visto¡±. Una brev¨ªsima secuencia, conocida por azar, del oculto horror infinito de la guerra contra la naturaleza.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.