Inmovilistas y frentistas
Lo peor que le puede pasar a una Constituci¨®n es que deje de acompa?ar a la vida hist¨®rica de su pa¨ªs
El olvido del pasado no es algo privativo de nuestra ¨¦poca. El viejo Hobsbawm se quejaba en su Historia del siglo XX de que los j¨®venes de entonces (era 1994) hab¨ªan crecido en una suerte de ¡°presente permanente¡±, desvinculando sus experiencias vitales de las de generaciones anteriores. Algo parecido sucede con nuestra Constituci¨®n y con quienes, como yo, nacimos casi al mismo tiempo que ella. En cada aniversario escuchamos vuelos l¨ªricos del tipo ¡°ha garantizado el mayor periodo de prosperidad y paz de nuestra historia¡±, pero lo cierto es que esta realidad factual que debiera jugar como indiscutible motor de legitimidad no parece ya tan eficaz.
Muchos de los consensos de su n¨²cleo existencial se han ido debilitando, aunque a¨²n compartamos la mayor¨ªa: el sistema auton¨®mico como modelo de gesti¨®n del poder territorial, la monarqu¨ªa parlamentaria, el relato de la Transici¨®n como una historia de ¨¦xito colectivo, o el bipartidismo imperfecto como el modo m¨¢s eficaz de garantizar la gobernabilidad. Todas ellas son piezas consensuales que carecen ya de aceptaci¨®n un¨¢nime, especialmente entre las generaciones nacidas en democracia, aunque quiz¨¢ ser¨ªa suficiente generar un nuevo v¨ªnculo emocional haci¨¦ndolas part¨ªcipes de la reconstrucci¨®n de los consensos perdidos.
Pero lo cierto es que el esp¨ªritu de la Constituci¨®n (la b¨²squeda de un espacio pol¨ªtico com¨²n y la defensa de una carcasa institucional que permita el juego democr¨¢tico) no casa del todo con el aroma atrabiliario del actual ciclo pol¨ªtico. El debilitamiento de los consensos democr¨¢ticos nos ubica en un punto muerto, caracterizado por la degradaci¨®n de la confianza en la justicia y otras instituciones esenciales, incluidos los partidos pol¨ªticos. Y no habr¨¢ renovaci¨®n posible mientras persistan diferencias artificiales, alimentadas por un electoralismo espurio.
Aunque sea una posici¨®n leg¨ªtima, quiz¨¢s algunas fuerzas pol¨ªticas descubran un d¨ªa que su electorado no se cree ya la obtusa cantinela de que solo hay una alternativa (que nada cambie o dinamitarlo todo) y caiga por fin en la cuenta de que, tras ambas opciones, no hay m¨¢s que un puro inter¨¦s de parte, no la persecuci¨®n del inter¨¦s general. Porque lo peor que le puede pasar a una Constituci¨®n es que deje de acompa?ar a la vida hist¨®rica de su pa¨ªs, y eso ocurre tambi¨¦n cuando quienes deben velar porque as¨ª sea se encierran en la defensa numantina de su letra, olvidando el esp¨ªritu de aquello que dicen proteger. Ambas posiciones, inmovilista y frentista, son m¨¢s pr¨®ximas de lo que parece y tienen nombres y apellidos, y no precisamente los de quienes m¨¢s entusiasmo mostraron hace 40 a?os ante el feliz alumbramiento.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.