Europea
He descubierto que decir cosas aparentemente fuera del lugar previsible es la mejor manera de que se escuchen
Acabo de volver de Viena. Es preciosa y hac¨ªa fr¨ªo. Obviedades aparte, fui all¨ª para participar en un encuentro sobre nuevas narrativas europeas invitada por el presidente Van der Bellen y Feltrinelli. Convers¨¦ con otros escritores: Jonathan Coe, brit¨¢nico; Robert Menasse, austriaco; J. C. Grondahl, dan¨¦s; Paolo Rumiz, italiano. El presidente austriaco, del partido verde, lo tiene dif¨ªcil con un Gobierno de ultraderecha. Mi intervenci¨®n gir¨® en torno a si la literatura puede intervenir en la construcci¨®n de una realidad de la que, por otra parte, se nutre. Me sent¨ª como una elefanta en una cacharrer¨ªa: mis compa?eros no reflexionaron sobre la repercusi¨®n social de la literatura. Solo Rumiz utiliz¨® la literatura para contarle a su nieto un cuento sobre Europa. El sentido emocionante de la invitaci¨®n de Van der Bellen radicaba, para m¨ª, en la tesis de que la literatura sirve sin ser sierva. O tal vez elige ¡°amo/a¡± responsablemente: altar de las palabras, Europa, la causa ecol¨®gica, la interrogaci¨®n, autonom¨ªa personal, catolicismo¡
En Viena se intent¨® repensar el discurso sobre Europa, un tipo de narrativa particular. Su l¨¦xico es reconocible: futuro, nacionalismos, Brexit, paz, imposibilidad de afrontar retos como el terrorismo, el cambio clim¨¢tico o la digitalizaci¨®n sin una perspectiva transnacional. Menasse argument¨® que no hac¨ªa falta una nueva narrativa sobre Europa porque ya exist¨ªa una que hab¨ªamos sido incapaces de poner en pr¨¢ctica: ese europe¨ªsmo basado en la pluralidad de idiomas y culturas; el concepto de solidaridad forzada; el respeto a los derechos humanos y la idea de que sobre un sistema econ¨®mico com¨²n descansan una pol¨ªtica y una justicia comunes. Pero no sabemos construir esa estructura supranacional. Grondahl aludi¨® al racismo y al chauvinismo; utiliz¨® t¨¦rminos como confianza y dignidad, y dijo que el pacto europeo anul¨® la lucha de clases. Afirm¨® que sin empat¨ªa no podemos escribir historias subrayando los v¨ªnculos entre Europa y la cultura cl¨¢sica, sus mitos y su democracia. Coe sujet¨® la patata caliente del Brexit explicando las estrategias demag¨®gicas que hab¨ªan legitimado la oposici¨®n pueblo/¨¦lites ante la ineficacia de la profesi¨®n pol¨ªtica para superar las crisis locales. Entonces pens¨¦ que cada pa¨ªs europeo est¨¢ recorrido por fronteras invisibles, marcas de clase, y que, si no ponemos remedio para aliviar esas cicatrices cotidianas ¡ªdesde las narrativas culturales lo han intentado Loach, los Dardenne, ?stlund, Bolla¨ªn, Chirbes, Gopegui¡¡ª, prender¨¢ la llama del discurso visceral, el golpe de autoridad y los bulos. Estamos en Europa. ¡°Mandan los mercados y no los he votado¡± es un eslogan sentido por la izquierda: aqu¨ª no todo el mundo ata los perros con longanizas. Debemos ver la viga en el ojo propio sin que esa conciencia anule la solidaridad hacia otros pueblos. Sin que eso sirva de excusa para la xenofobia, sino al contrario.
Ojal¨¢ hubiese m¨¢s iniciativas como la de Viena. Yo habl¨¦ de literatura porque he descubierto que decir cosas aparentemente fuera del lugar previsible es la mejor manera de que se escuchen: mencionar el coste de la vida en un soneto, lo cultural en una columna de opini¨®n, la literatura en un encuentro con el presidente de Austria. En definitiva, la cursiler¨ªa literaria y la autocomplacencia pol¨ªtica son manifestaciones ideol¨®gicas de una Europa que ha malversado sus grandes ideales ¡ªlibertad, igualdad, fraternidad, ¡°solidaridad forzada¡±¡ª y no ha sabido reaccionar ante la crisis econ¨®mica mundial ni ante el consiguiente recrudecimiento de posiciones machistas, racistas y ultraderechistas.
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