?Pa qu¨¦?

Goza Ortega y Gasset de la inquina de muchos esp¨ªritus conservadores, quiz¨¢s porque supo ver con sagacidad algunos de nuestros vicios m¨¢s irritantes. Recuerdo ahora aquella Meditaci¨®n de El Escorial en la que interpreta el colosal monasterio como un monumento a un particular rasgo espa?ol: el de trabajar de un modo desaforado, heroico, mort¨ªfero, hasta el agotamiento, en la construcci¨®n de enormidades que luego no tenemos ni idea de para qu¨¦ sirven. Levantamos imperios o escoriales, luego los miramos con fijeza y rasc¨¢ndonos la barbilla nos preguntamos, ?y ahora qu¨¦ hago yo con esto?

As¨ª ha sucedido en las elecciones andaluzas. Nadie (ni ellos mismos) sabe qu¨¦ clase de propuestas hac¨ªan unos y otros, qu¨¦ regi¨®n quer¨ªan construir, qu¨¦ pensaban hacer para mejorar la vida y el trabajo de la poblaci¨®n, su educaci¨®n, su dignidad. Escondidos detr¨¢s del nacionalismo (?Andaluc¨ªa es mi madre!), de la ceporrer¨ªa fachosa (?mueran las derechas, las superderechas y las archiderechas!) o del cinismo puro (?ellos son corruptos, nosotros no!), el resultado es, con perd¨®n, un pan como unas hostias. ?Para qu¨¦ tanta agitaci¨®n, tanta energ¨ªa, tanto trabajo, tanta bandera, tanta gente y tanto sueldo? Ah¨ª est¨¢ la nueva Andaluc¨ªa, un caos que simula el regreso del orden.

Los pol¨ªticos que han ganado se rascan el ment¨®n mientras musitan, ?y qu¨¦ hago ahora yo con todo esto? Los que han perdido se rascan el bolsillo. La campa?a ha sido una jungla de ideolog¨ªas y un desierto de ideas. De modo que ?c¨®mo vas a pactar, si no hay ideas?, ?c¨®mo se negocia una etiqueta sin mercanc¨ªa? S¨®lo se impone esta conclusi¨®n: hazte cargo, S¨¢nchez, de lo que pasa cuando uno comparte el rancho y la litrona con los separatistas. Aunque dudo de que se entere.