Garant¨ªa de convivencia
Tenemos que recuperar cuanto antes el espacio del di¨¢logo y el entendimiento, porque no hay raz¨®n alguna para afirmar que lo que fue posible hace 40 a?os hoy resulta inalcanzable
Sal¨ªamos de una larga dictadura, precedida de una cruenta Guerra Civil generada por un golpe de Estado. Cuarenta largos a?os de ausencia de libertad, de represi¨®n y de exilio.
Decidimos abandonar las trincheras que nos separaban como espa?oles y buscar un espacio compartido en el que pudi¨¦ramos convivir en el pluralismo de las ideas, en el reconocimiento de la diversidad de los pueblos que integran la realidad de Espa?a.
Quer¨ªamos vivir en paz, en libertad, con un sistema democr¨¢tico sin restricciones, donde cupieran todas las ideas en un Estado social y democr¨¢tico de derecho.
Quer¨ªamos pasar del centralismo que dominaba nuestra historia a la descentralizaci¨®n del poder, capaz de reconocer la diversidad manteniendo la unidad y la lealtad institucional.
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Quer¨ªamos romper el aislamiento al que nos someti¨® una dictadura repudiada por la inmensa mayor¨ªa de las naciones. Integrarnos en la Europa, ahondar nuestras relaciones con Am¨¦rica Latina, con los pa¨ªses ¨¢rabes de nuestra frontera mediterr¨¢nea, con EE?UU y con todas las naciones del mundo.
Decidimos hacerlo desde el di¨¢logo, el pacto, la reconciliaci¨®n y el consenso. Con esa voluntad, afrontamos la redacci¨®n de la Carta Magna. Como dice Mikel Roca Junyent, ¡°ninguno de los problemas que hemos tenido en estos 40 a?os tiene su origen en la Constituci¨®n¡±.
El texto es garantista con nuestros derechos y libertades, abierto al desarrollo de las autonom¨ªas para descentralizar pol¨ªticamente al Estado. Era una Constituci¨®n moderna para su tiempo, influida por otras como la alemana pero con mayor amplitud en la aceptaci¨®n del pluralismo pol¨ªtico.
Hoy, 40 a?os despu¨¦s de aquel refer¨¦ndum, podemos decir que el balance ha sido muy positivo para Espa?a y que m¨¢s all¨¢ de la fatiga de los materiales y de los cambios producidos en nuestro pa¨ªs, en Europa y en el mundo, la Constituci¨®n ha sido resistente y resiliente a los ataques que ha sufrido. Intentos de involuci¨®n entre los que destaca el del 23 de febrero de 1981 con la irrupci¨®n violenta en el Congreso de los Diputados, secuestrando al Ejecutivo y a la C¨¢mara. O la derogaci¨®n de la Carta Magna y el propio Estatuto de Autonom¨ªa, como ocurri¨® en Catalu?a los d¨ªas 6 y 7 septiembre de 2017, violando forma y fondo de la democracia.
Lo que se hubiera convertido en un drama irreparable en los a?os treinta, como dice con gran lucidez ?lvarez Junco, la Constituci¨®n de 1978 nos ha permitido llevarlo a su cauce, aunque persista la tensi¨®n.
No temo que se revise el texto completo y se compare con lo que se ha hecho en otros pa¨ªses de nuestro entorno
Hoy tambi¨¦n domina nuestra resistencia hist¨®rica a la reforma, al entendimiento y al pacto que respeta las reglas de juego incluso cuando desea cambiarlas. Entre los que no quieren tocar ni una coma, garantes del inmovilismo, y los quieren liquidar todo lo hecho, tengo la sensaci¨®n dolorosa de que los que no tuvieron necesidad de superar las trincheras para crear el espacio compartido en el que todos podemos defender nuestras ideas vuelven a abrirlas sin sentido, crispando el debate con m¨¢s descalificaciones que argumentos.
Esta Constituci¨®n ha sido fruto de un consenso incluyente, por primera vez desde la de las Cortes de C¨¢diz en 1812. Nunca supimos reformar, solo liquidar para dar paso a la siguiente que expresaba el triunfo de los otros, de los que se sent¨ªan perdedores.
La Constituci¨®n establece reglas de juego y garant¨ªas para todos, si se aplica en su letra y en su esp¨ªritu. Establece un per¨ªmetro, como todas, pero es una norma habilitante, que permite su adaptaci¨®n y reforma para acoger nuevas realidades, nuevos desaf¨ªos. Los que rompen el per¨ªmetro legitiman a otros que intentan lo mismo en sentido contrario.
Estoy entre los que creen que hay que hacer reformas, justamente para preservar la convivencia libre y pac¨ªfica que nos dimos anta?o. No temo que se revise el texto completo y se compare con lo que se ha hecho en otros pa¨ªses de nuestro entorno, antes y despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n espa?ola. Ser¨ªa una buena oportunidad para que los que la denigran la conozcan. El ejercicio nos dar¨ªa fortaleza de ¨¢nimo para reformar lo que sea necesario y afirmar lo mucho que est¨¢ bien hecho y resiste el paso del tiempo.
Nos incorporamos a la Uni¨®n Europea en un proceso de cesi¨®n de soberan¨ªa para compartirla con los dem¨¢s miembros y la Constituci¨®n debe recoger esa nueva realidad competencial supranacional.
Hemos desarrollado el Estado de las autonom¨ªas y vivido tensiones de los que confunden descentralizaci¨®n con centrifugaci¨®n del poder. Los que no aceptan el demos que compartimos todos los ciudadanos de Espa?a y no respetan las reglas de la lealtad institucional. Debemos federalizar nuestra estructura para darle m¨¢s seguridad y garantizar la cohesi¨®n, la unidad y la solidaridad de todos los ciudadanos. Por eso tiene que cambiar el Senado, entre otras cosas del T¨ªtulo VIII.
Debemos seguir construyendo un Estado social y democr¨¢tico de derecho
Pero adem¨¢s tenemos que pensar en el futuro, en los pr¨®ximos 30 o 40 a?os. La revoluci¨®n tecnol¨®gica, la inteligencia artificial, la biotecnolog¨ªa, el cambio clim¨¢tico, la igualdad de g¨¦nero son los nuevos desaf¨ªos que deber¨ªamos discutir entre nosotros para preservar la democracia representativa en crisis de gobernanza.
Cuando oigo repetir que el futuro est¨¢ lleno de incertidumbres, pienso que lo m¨¢s incierto es la gobernanza en democracia para enfrentar esos desaf¨ªos. Discutimos mucho m¨¢s de lo que fue, planteamos m¨¢s soluciones del pasado que no volver¨¢, que derechos y deberes para encarar ese futuro con voluntad de justicia social y libertad. Debemos seguir construyendo un Estado social y democr¨¢tico de derecho, con valores que impregnen la construcci¨®n de una Europa en crisis, pero tenemos que disponer de nuevos instrumentos. Derechos y obligaciones acordes con las consecuencias del cambio vertiginoso que vivimos y que se acelerar¨¢ en las pr¨®ximas d¨¦cadas. Hay nuevos paradigmas que raramente aparecen en nuestros debates.
Por ejemplo, en la sociedad digital tratamos de regular el uso de los datos de millones de ciudadanos, para preservar su intimidad tantas veces vulnerada, pero no nos planteamos la propiedad de esos datos. Si reconoci¨¦ramos el derecho de propiedad de cada persona sobre sus datos, estar¨ªamos cambiando una ecuaci¨®n fundamental para nuestro futuro. Los datos, los famosos big data, son la materia prima de las grandes compa?¨ªas de Internet, las que nos facilitan la comunicaci¨®n, pero disponen de lo que deber¨ªa ser nuestro, de los ciudadanos.
Estamos ante un cambio civilizatorio que alterar¨¢ las relaciones de producci¨®n, los derechos y libertades de todos nosotros. La crisis de la democracia representativa, en parte, es consecuencia de este cambio de paradigma mayor y mucho m¨¢s r¨¢pido que el que se produjo con la Revoluci¨®n Industrial, con el nacimiento del Estado-naci¨®n como lo conocemos.
La obligaci¨®n de los representantes pol¨ªticos es conducir ese cambio para maximizar las oportunidades y minimizar los riesgos, con la voluntad de que sirva a todos y no deje a nadie detr¨¢s, para preservar la libertad, la justicia social y la m¨¢xima igualdad.
Tenemos que recuperar cuanto antes el espacio del di¨¢logo y el entendimiento, porque no hay raz¨®n alguna para afirmar que lo que fue posible hace 40 a?os hoy resulta inalcanzable. No abramos nuevas trincheras despu¨¦s de haber cerrado aquellas que tanto sufrimiento costaron. Es obligaci¨®n de todos, los pol¨ªticos, los medios, los intelectuales, los actores econ¨®micos y sociales.
Felipe Gonz¨¢lez es expresidente del Gobierno.
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