Las llamas de la antipol¨ªtica
?Qu¨¦ ocurre en Francia para que una protesta como la de los chalecos amarillos derive en un movimiento violento capaz de poner en jaque al Gobierno?
?Qu¨¦ ocurre en Francia para que una protesta como la de los chalecos amarillos derive en un movimiento violento capaz de poner en jaque al Gobierno? Siguiendo las reflexiones del historiador italiano Enzo Traverso en Las nuevas caras de la derecha, no es dif¨ªcil concluir que lo que vemos en Par¨ªs tiene mucho que ver con la eclosi¨®n y explotaci¨®n de un malestar que no encuentra cauces de expresi¨®n en las viejas estructuras de la pol¨ªtica institucional y que f¨¢cilmente puede acabar presa de la antipol¨ªtica. Ese malestar se traduce unas veces en violencia callejera, como la que ha tomado ahora Par¨ªs y hace unos a?os tom¨® el centro de Londres, donde lo de menos es la reivindicaci¨®n concreta que la motiva, o votando por partidos cuya estrategia consiste precisamente en darle una patada al tablero, como en Italia.
Hace unos a?os, cuando surgieron las protestas de los indignados en diferentes pa¨ªses, los partidos del establishment se apresuraron a calificar de antipol¨ªtica a la nueva izquierda que criticaba el deterioro institucional y cuestionaba el funcionamiento de la democracia representativa. Pero no era antipol¨ªtica. Lo que esa izquierda hac¨ªa era canalizar el malestar social con propuestas radicales de renovaci¨®n democr¨¢tica. No quer¨ªa menos pol¨ªtica, sino m¨¢s y mejor democracia, que es distinto.
Ahora, la antipol¨ªtica se alimenta desde el poder. En Francia hemos visto hundirse partidos con tanta trayectoria como el socialista, y ser sustituidos por un movimiento informe como el de Emmanuel Macron, basado en un hiperliderazgo personal que coquetea con la tesis del fin de las ideolog¨ªas y reduce la pol¨ªtica a una mera administraci¨®n del poder. Si Macron ha basado su ¨¦xito en un discurso que denigra las intermediaciones, no debe extra?arse ahora de que se le opongan movimientos incrustados de antipol¨ªtica que utilizan la violencia como forma de expresi¨®n.
Si la pol¨ªtica no es capaz de ofrecer expectativas a quienes se sienten desamparados por la globalizaci¨®n y la p¨¦rdida de capacidad del Estado para resolver los problemas, habr¨¢ m¨¢s malestar y m¨¢s antipol¨ªtica. Traverso no es optimista: ¡°Intentamos conjurar lo peor, defender las conquistas del pasado, preservar una democracia que d¨ªa tras d¨ªa se vac¨ªa un poco m¨¢s de sustancia. Y sin embargo, sabemos que la olla hierve y que la tapa va a saltar. Habr¨¢ grandes cambios: hay que prepararse para ellos¡±.
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