Los ¡®chalecos amarillos¡¯, efecto de la globalizaci¨®n
Las movilizaciones en Francia no son un fen¨®meno coyuntural, sino un producto de nuestra ¨¦poca que hunde sus ra¨ªces en la marginaci¨®n social y cultural de las clases populares desde los a?os ochenta
Desde hace un mes, mujeres, hombres, trabajadores, j¨®venes y jubilados salen a las calles. La mayor¨ªa de ellos nunca se hab¨ªan manifestado ni mostrado compromiso pol¨ªtico. Al contrario que los movimientos sociales tradicionales, estos chalecos amarillos no est¨¢n representados por ning¨²n partido, sindicato ni dirigente. Las manifestaciones no son una repetici¨®n de la Revoluci¨®n Francesa, ni de los conflictos sociales de los siglos XIX y XX, ni mucho menos de Mayo del 68, todos los cuales se apoyaron en una alianza de la burgues¨ªa y las clases populares. Lo que caracteriza a este movimiento no es la repetici¨®n de la historia, sino, por el contrario, su modernidad. No es un fen¨®meno coyuntural, sino un producto de nuestra ¨¦poca que tiene sus ra¨ªces en el proceso de marginaci¨®n social y cultural de las clases populares iniciado en los a?os ochenta.
Los que participan en este movimiento dejaron de creer hace mucho en la vieja divisi¨®n entre derecha e izquierda. Y se atreven a desafiar tambi¨¦n a los medios de comunicaci¨®n, los expertos y el mundo acad¨¦mico, que tienden a caricaturizarlos. Por su forma de organizaci¨®n, espont¨¢nea, an¨¢rquica y vertical, este movimiento de chalecos amarillos es el perfecto ejemplo del proceso de desafecci¨®n y desapego de las clases populares. Encarna, en las calles, la ruptura hist¨®rica entre el mundo de arriba y el mundo de abajo. Lo que tenemos ante nuestros ojos es nuevo, es el fruto de la globalizaci¨®n, no la reaparici¨®n del pasado. Es una reacci¨®n radical a la separaci¨®n emprendida por las ¨¦lites desde finales del siglo pasado.
Su sociolog¨ªa y su geograf¨ªa nos revelan el rostro de los nuevos sectores populares del siglo XXI. Unos grupos en precariedad social y marginaci¨®n cultural que no se parecen a la antigua clase obrera. Si bien no tienen conciencia de clase, ponen al descubierto un nuevo conflicto de clases que se expresa a trav¨¦s de una guerra de representaciones. Por ese motivo, los chalecos amarillos son el producto de la ¨¦poca contempor¨¢nea. Se movilizan a trav¨¦s de las redes sociales, tienen iPhone y, con frecuencia, est¨¢n suscritos a Netflix. Han comprendido que lo que est¨¢ hoy en juego no es un mero conflicto social, sino tambi¨¦n una guerra cultural. Al escoger el s¨ªmbolo del chaleco amarillo, el que se utiliza en carretera para resultar visible, han decidido participar en una guerra de representaciones culturales. ?Por qu¨¦? Porque, desde hace varios decenios, las capas (obreros, empleados, peque?os aut¨®nomos, campesinos, funcionarios) que antes formaban la base de la clase media han sido sacrificadas por un modelo econ¨®mico globalizado en el que no encuentran su sitio, y, por si fuera poco, han dejado de ser referentes culturales para los c¨ªrculos pol¨ªticos, medi¨¢ticos y acad¨¦micos y se han convertido en una ¡°panda de deplorables¡±.
No tienen conciencia de clase, pero escenifican un conflicto que se expresa a trav¨¦s de una guerra de representaciones
Este desprecio de clase es uno de los motores de la indignaci¨®n de un pueblo que dice ¡°nosotros tambi¨¦n existimos¡±, ¡°queremos que nos tomen en serio y nos respeten culturalmente¡±. El estupor de las ¨¦lites francesas ante la importancia del movimiento de los chalecos amarillos (y ante el gran apoyo de la opini¨®n p¨²blica) recuerda al asombro de las clases dirigentes brit¨¢nicas tras la votaci¨®n a favor del Brexit y la de las ¨¦lites estadounidenses tras la elecci¨®n de Donald Trump. En Occidente, los de arriba pensaban que el pueblo hab¨ªa desaparecido. Y hoy est¨¢n redescubri¨¦ndolo, como cuando se descubr¨ªa una tribu perdida en Amazonia. Este movimiento es revelador de la crisis democr¨¢tica y cultural que recorre todos los pa¨ªses occidentales. Es resultado de un modelo econ¨®mico no igualitario y del proceso de repliegue y distanciamiento de las clases superiores.
Los territorios de los que procede la protesta son las ciudades medianas y peque?as y las zonas rurales, la Francia perif¨¦rica. ?Por qu¨¦? Porque, en general, esos territorios son los menos din¨¢micos, los que crean menos empleo, los m¨¢s alejados de las metr¨®polis globalizadas. Esta geograf¨ªa permite explicar la realidad social actual: por primera vez en la historia, las clases populares, pese a ser mayoritarias, no viven en los lugares en los que se crea empleo, y eso revela la verdadera naturaleza del modelo econ¨®mico, que crea riqueza, pero no construye sociedad. Dicho de otra forma: la econom¨ªa ha dejado de estar conectada con la sociedad. La econom¨ªa crea una riqueza que se concentra sobre todo en las grandes metr¨®polis globalizadas, y estas se convierten poco a poco en las nuevas ciudadelas medievales del siglo XXI. Unas ciudadelas que proporcionan la mayor¨ªa de los puestos de trabajo, pero que se han vuelto inaccesibles para la mayor parte de la antigua clase media.
Las metr¨®polis occidentales han conseguido integrarse en la econom¨ªa mundial, pero est¨¢n cada vez m¨¢s distanciadas de sus propios pa¨ªses, de las periferias en las que viven mayoritariamente esas capas. Por supuesto, esta organizaci¨®n geogr¨¢fica no quiere decir que el cien por cien de los habitantes de las metr¨®polis sean ricos y el cien por cien de los habitantes de la periferia sean pobres, pero s¨ª que las din¨¢micas econ¨®micas y territoriales tienden, en general, a agudizar las desigualdades en favor de las grandes ciudades. La econom¨ªa y el mercado de trabajo de las metr¨®polis est¨¢n hoy muy polarizados. Aunque las clases altas y los inmigrantes pueden integrarse en ellos, a base de ocupar los puestos de trabajo muy cualificados, en el primer caso, y los puestos precarios y mal remunerados, en el segundo, las antiguas clases populares y medias no logran ya encontrar hueco.
Las clases medias han sido sacrificadas por un modelo econ¨®mico en el que son ¡°una panda de deplorables¡±
Esta situaci¨®n genera un choque cultural y democr¨¢tico y explica el momento populista que vive Occidente. En todos los pa¨ªses, la contestaci¨®n populista est¨¢ en manos de los mismos grupos sociales y tiene las mismas caracter¨ªsticas geogr¨¢ficas, las de los territorios m¨¢s alejados de las grandes ciudades globalizadas. La periferia de Estados Unidos, la de las ciudades industriales, los pueblos y las zonas rurales llev¨® a Trump al poder; la periferia brit¨¢nica vot¨® a favor del Brexit; la periferia de Italia (el Mediod¨ªa, las zonas rurales y los pueblos del norte) eligi¨® a los populistas de la Liga y el Movimiento Cinco Estrellas; la de Alemania (la antigua Alemania Oriental y las zonas rurales y los pueblos de las regiones ricas) ha impulsado el resurgir de la extrema derecha. En todas partes, los populistas se alzan aprovechando que las clases populares no se sienten representadas por los partidos tradicionales y est¨¢n relegadas geogr¨¢fica y culturalmente.
La desconexi¨®n entre econom¨ªa y sociedad y la ruptura entre los de abajo y los de arriba nos introduce en la era de la asociedad, e ilustra a la perfecci¨®n la c¨¦lebre frase de Margaret Thatcher: ¡°There¡¯s no society¡± (¡°No hay sociedad¡±). Solo existen las personas. Lo malo es que este modelo no puede durar, ni desde el punto de vista social ni desde el pol¨ªtico, y debilita las democracias occidentales.
Si las clases dirigentes no quieren desaparecer, tendr¨¢n que tomar en serio el diagn¨®stico de las clases populares y poner en tela de juicio sus representaciones. Por eso, sea cual sea el resultado de este movimiento, los chalecos amarillos han ganado ya esa batalla de las representaciones, que es fundamental. Han demostrado que exist¨ªa un movimiento real de las sociedades occidentales, el m¨¢s mayoritario. La fuerza de ese movimiento y el apoyo masivo de la opini¨®n p¨²blica ponen al descubierto, no un rechazo a la pol¨ªtica, sino la voluntad del pueblo de construir la sociedad.
Christophe Guilluy es ge¨®grafo y escritor.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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