Las buenas vecinas
Aunque ¨¦l era un t¨¦cnico, cuando cayeran los pol¨ªticos iban a ir todos al mismo hoyo. Por eso se tom¨® los resultados de las elecciones con mucha tranquilidad
EL SAB?A que pod¨ªa pasar, que alg¨²n d¨ªa acabar¨ªa pasando, porque nada dura eternamente.
Lo sab¨ªa tan bien que estuvo a punto de decir que no. Entonces trabajaba en una universidad p¨²blica como profesor doctor asociado, con un contrato renovable anualmente, pero sin la seguridad de una plaza de titular que parec¨ªa al caer. El puesto que le hab¨ªan ofrecido no era s¨®lo su trabajo so?ado. Tambi¨¦n era el que encajaba mejor con su capacidad, con su formaci¨®n, con sus conocimientos, pero comprendi¨® que lo m¨¢s sensato ser¨ªa rechazarlo, esperar a que convocaran su plaza, tratar de conseguirla y, con la seguridad de poder regresar a su puesto despu¨¦s, aceptar la pr¨®xima buena oferta que recibiera.
Eso era lo m¨¢s sensato, y durante m¨¢s de 10 d¨ªas resisti¨® la tentaci¨®n sin vacilar. Se repiti¨® que ten¨ªa mucha suerte, porque era verdad. Hab¨ªa hecho la carrera que hab¨ªa escogido y le gustaba dar clase, el contacto con los alumnos, la vida universitaria. Ten¨ªa mucha suerte, pero en el ¨²ltimo momento, cuando ya ten¨ªa en la punta de la lengua el nombre de la compa?era a la que iba a recomendar para dirigir aquel parque nacional, se ech¨® atr¨¢s, dijo que s¨ª y fue muy feliz.
Hab¨ªa sido feliz durante los ¨²ltimos 12 a?os, pero sab¨ªa que nada dura eternamente y que, aunque ¨¦l era un t¨¦cnico, que desempe?aba un puesto t¨¦cnico, cuando cayeran los pol¨ªticos iban a ir todos al mismo hoyo. Por eso se tom¨® los resultados con mucha tranquilidad. Le pillaban en muy mal momento, eso s¨ª. Estaba hipotecado y acababa de tener otro hijo, pero su mujer trabajaba en una empresa privada, ganaba m¨¢s dinero que ¨¦l, y pasar¨ªan unos meses hasta que el nuevo Gobierno le cesara, tendr¨ªa dos a?os de paro, podr¨ªa intentar volver a la universidad, no ya a la plaza que acab¨® ganando su frustrada recomendada a la direcci¨®n del parque, pero tal vez s¨ª a otro contrato de asociado, y si no, con su curr¨ªculo¡
En eso estaba pensando cuando descolg¨® el tel¨¦fono de su despacho, a primera hora de la ma?ana siguiente a la jornada electoral.
¡ªMira, hijo ¡ªsu madre le llamaba desde el pueblo, un inmaculado caser¨ªo resplandeciente de cal, festoneado de verde por la serran¨ªa de M¨¢laga¡ª, es que tengo un disgusto¡ ?T¨² d¨®nde est¨¢s ahora mismo?
¡ªPues en mi despacho, mam¨¢ ¡ªle pareci¨® tan desorientada que hasta se asust¨® un poco¡ª. ?No me acabas de llamar t¨² aqu¨ª?
¡ª?Ay, es verdad! Perd¨®name, es que estoy muy nerviosa¡ Claro, como ya me lo han dicho tres y no son ni las diez de la ma?ana¡
¡ª?Tres qu¨¦, mam¨¢?
¡ªVecinas, tres vecinas. Primero la de enfrente, que ha llamado al timbre y todo. ?C¨®mo est¨¢s, Puri?, me ha dicho, ?quieres que te suba unos churritos? ?Ay, hija, tendr¨¢s un disgusto! Carlos en el paro, con dos chiquillos, despu¨¦s de tantos a?os¡ Y como ve¨ªa que no la entend¨ªa, me ha dicho, s¨ª, mujer, por lo de ayer, que han perdido los socialistas. Total, que he bajado a por el pan y otras dos con la misma canci¨®n, ?pobre Puri!, ?y qu¨¦ va a hacer tu hijo ahora?, pero cobrar¨¢ el paro, ?no?, igual no, porque en esos puestos tan buenos a lo mejor no se cobra, que ya habr¨¢ ganado ¨¦l un dineral, digo yo¡ Y as¨ª las dos, hablando entre ellas, dale que te pego, y la panadera, despu¨¦s de cobrarme, me ha dicho, mucho ¨¢nimo, Puri, as¨ª que¡ Por eso te he llamado, estoy muy preocupada, tengo un disgusto horroroso¡
?l guard¨® silencio durante un instante. Lo que m¨¢s le doli¨® fue el recuerdo de las largas conversaciones que hab¨ªa sostenido con su madre 12 a?os antes. Hab¨ªan sopesado juntos las ventajas y los inconvenientes de aquella oferta, ella le hab¨ªa animado siempre a aceptarla, y ahora, ya, ni siquiera se acordaba. As¨ª comprendi¨® lo que ten¨ªa que hacer,
¡ªPero ?qu¨¦ dices, mam¨¢? ¡ªy su voz son¨® tan risue?a como pretend¨ªa¡ª. Si yo soy fijo. ?No te acuerdas de que me hicieron fijo al poco de llegar aqu¨ª? A m¨ª no me pueden echar, d¨ªselo a todas tus vecinas.
¡ª?Ay, Carlos, qu¨¦ bien! No sabes el peso que me has quitado de encima, hijo m¨ªo¡
Y al colgar pens¨® que, cuando empezara a cobrar el paro, ya se le ocurrir¨ªa algo para ahorrarle otro disgusto a su madre.?
(Este art¨ªculo cuenta una historia real, aunque todos los datos de sus personajes han sido distorsionados para preservar su verdadera identidad).
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