Daniel Ortega Somoza
El dictador est¨¢ desnudo aunque se empe?e en cantar himnos sandinistas y lanzar proclamas vac¨ªas
Nicaragua es el pa¨ªs latinoamericano al que m¨¢s se le nota la revoluci¨®n. Sigue pobre, pero aprendi¨® a leer y a pensar. Toda una generaci¨®n que creci¨® sinti¨¦ndose orgullosa de sus logros vive el orteguismo como una decepci¨®n vital. La ambici¨®n desmedida y la corrupci¨®n han convertido a uno de los padres de aquella gesta en un remedo del somocismo que desplaz¨®.
Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, han optado por el enroque y la represi¨®n. Decenas de viejos sandinistas como Carlos Mej¨ªa Godoy se han exiliado; otros fueron detenidos o guardan silencio. Regres¨® el miedo a las calles de Nicaragua. Desde que empezaron las manifestaciones en abril, todas pac¨ªficas, han muerto m¨¢s de 300 personas; otras 500 est¨¢n detenidas.
La polic¨ªa antidisturbios y las bandas paramilitares han atacado a estudiantes y madres, a las que llamaron vand¨¢licas. Lo que comenz¨® como una protesta contra la reforma de las pensiones se transform¨® en una minirrevoluci¨®n contra los abusos y la ineficacia del Gobierno.
Protestar hoy contra el presidente se considera un delito de terrorismo. Se acumulan las denuncias de torturas. El r¨¦gimen ha criminalizado a los manifestantes, golpeado a los periodistas y asaltado las instalaciones de los medios de comunicaci¨®n que considera enemigos. Esta semana la polic¨ªa se incaut¨® de ordenadores y documentos de las redacciones de las empresas period¨ªsticas de Carlos Fernando Chamorro, hijo de la expresidenta Violeta Chamorro. Los agentes carec¨ªan de orden judicial, un puro formalismo porque el presidente ha acabado con la independencia de las instituciones.
Ortega se comporta como Somoza. Su Asamblea Nacional acaba de declarar ilegales cinco ONG que considera cr¨ªticas. La polic¨ªa saque¨® poco despu¨¦s sus sedes. Para la pareja consorte todo lo que no sea alabanza y obediencia debida es alta traici¨®n. Los empresarios que tanto ganaron en el reparto del pastel con el orteguismo empiezan a abandonarle, eso s¨ª, con sordina para evitar represalias.
Lo que sucede en Nicaragua es un reto para la izquierda. La lucha contra un capitalismo desbocado que utiliza la globalizaci¨®n para restar poder a los Estados, y el repunte de la xenofobia y de la extrema derecha, no pueden ser una excusa para no criticar a los Ortega-Murillo. Ser¨ªa parte de la misma ceguera que ha permitido la irrupci¨®n de Vox.
La batalla no est¨¢ en los esl¨®ganes ni en el merchandising de las revoluciones de los a?os sesenta y setenta del siglo XX, est¨¢ en la gente que lucha contra el abuso no importa la ideolog¨ªa del abusador. Ortega eligi¨® el mismo bando de los Pinochet. El dictador est¨¢ desnudo aunque se empe?e en cantar himnos sandinistas y lanzar proclamas vac¨ªas. La impostura ha terminado. La lucha, no.
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