El lat¨ªn del siglo XXI
El castellano es el ¨²nico idioma susceptible, sobre bases objetivas, de convertirse en la lengua com¨²n de los europeos
La idea le surgi¨® a quien suscribe leyendo el otro d¨ªa la muy interesante y sugestiva reflexi¨®n del fil¨®sofo J¨¹rgen Habermas publicada en EL PA?S bajo el t¨ªtulo ?Hacia d¨®nde va Europa?. Apunta Habermas que una de las mayores dificultades que tiene Europa para consolidarse como sujeto pol¨ªtico capaz de afrontar con ¨¦xito sus contradicciones internas y sus desaf¨ªos exteriores es la falta de una opini¨®n p¨²blica europea ante la que respondan sus dirigentes. Los l¨ªderes europeos, o quienes giran como tales en ausencia de algo mejor, solo piensan en sus opiniones p¨²blicas nacionales, cuya din¨¢mica corriente poco contribuye a fortalecer la unidad continental; m¨¢s bien tiende a tirar de ellos en sentido contrario, con una inercia centr¨ªfuga que enquista los problemas y los recelos entre europeos y priva a Europa de la aptitud de tratar de t¨² a t¨² con otras potencias globales.
Esta falta de una opini¨®n p¨²blica europea tiene m¨²ltiples causas, pero hay una instrumental que resulta especialmente determinante: no tenemos los europeos una lengua com¨²n en la que desarrollar ese debate p¨²blico que nos incluya de forma solidaria a todos. Por poner un ejemplo: si alg¨²n d¨ªa se instaurara el cargo de presidente de la UE elegido por sufragio universal, un debate entre los candidatos tendr¨ªa que hacerse con traducci¨®n simult¨¢nea, y para la mayor¨ªa de los electores sonar¨ªa en una lengua que percibir¨ªa como ajena. Mal comienzo, que permite dudar que esos debates fueran tan influyentes como los que se producen entre quienes aspiran a ocupar la Casa Blanca.
?Es del todo descartable la posibilidad de que, adem¨¢s de mantener una constelaci¨®n de lenguas cooficiales, protegiendo y respetando el derecho a su uso, institucional y privado, la Uni¨®n Europea adoptara una lengua oficial com¨²n a todos? ?Y en caso de que no lo fuera, cu¨¢l podr¨ªa o deber¨ªa ser la elegida?
Siempre es complicado, en organismos pol¨ªticos surgidos de la agregaci¨®n de partes heterog¨¦neas, establecer recursos ¨²nicos o comunes, que por su propia naturaleza impiden satisfacer a todos. La Uni¨®n Europea, sin embargo, ha debido resolver ya ese problema, en alguna de sus formas: por ejemplo, hubo de elegir una capital y se opt¨® por Bruselas, que es B¨¦lgica y ninguno de los dem¨¢s pa¨ªses miembros. Se hizo por razones de conveniencia geogr¨¢fica ¡ªsuperadas con la ampliaci¨®n¡ª y no fue ajena a la designaci¨®n la circunstancia de que B¨¦lgica no fuera uno de los pa¨ªses de m¨¢s peso demogr¨¢fico y pol¨ªtico en el club.
?Qu¨¦ criterio podr¨ªa seguirse a la hora de elegir una lengua com¨²n para todos los europeos? No parece absurda la segunda de las pautas expuestas, esto es, que no sea ni el alem¨¢n ni el franc¨¦s, idiomas de los dos grandes pa¨ªses que, al salir Reino Unido de la casa europea, forman su pared maestra. Y si hay que buscar una raz¨®n objetiva y de peso, an¨¢loga a la de la centralidad geogr¨¢fica de Bruselas, parece que hablando de una lengua com¨²n no ser¨ªa mal criterio apostar por la globalidad y la mayor afinidad a otras lenguas del continente.
A estas alturas, se ver¨¢ venir la utop¨ªa sobre la que versan estas l¨ªneas. En el siglo XXI, guste o no a quienes hablan otra, s¨®lo hay en el mundo cuatro lenguas de dimensi¨®n global: el chino mandar¨ªn ¡ªla que tiene m¨¢s hablantes nativos¡ª, el espa?ol o castellano ¡ªque es la segunda, pero con mayor diversidad cultural y geogr¨¢fica¡ª, el ingl¨¦s y el ¨¢rabe. De las cuatro, dos son oficiales en pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, pero al quedar tras el Brexit el ingl¨¦s reducido a Irlanda, el espa?ol suma a la baza de contar con m¨¢s hablantes nativos la de tenerlos tambi¨¦n en la UE y ser mucho m¨¢s af¨ªn, como lengua romance, a lenguas como el portugu¨¦s, el italiano, el franc¨¦s o el rumano, lo que suma 210 millones de ciudadanos comunitarios ¡ªde un conjunto de 500 millones, 440 si le restamos los habitantes de Reino Unido¡ª capaces de dominarlo con no demasiado esfuerzo.
A ello a?¨¢dase el hecho de compartir ese c¨®digo ling¨¹¨ªstico com¨²n con un continente con el potencial de Am¨¦rica, que en el sur y centro ya habla espa?ol ¡ªtambi¨¦n Brasil, que lo imparte en su sistema educativo¡ª y en el norte lo ve crecer de manera imparable, lejos de ceder terreno frente el ingl¨¦s y pese a contar este con el firme aliento de la superpotencia estadounidense. Si atendemos a todas estas circunstancias, cuesta no apreciar que el espa?ol es el lat¨ªn del siglo XXI; la ¨²nica lengua susceptible, sobre bases objetivas, de ser la com¨²n a los europeos de hoy como el lat¨ªn original lo fuera de los de hace 2.000 a?os.
Ser¨¢ una utop¨ªa, pero no se diga que no est¨¢ razonada. Y pi¨¦nsese en lo que alentamos, mientras sigamos sin tener un idioma en el que hablarnos todos y desarmar a los filisteos que aspiran a derribar este prometedor edificio de civilizaci¨®n.
Lorenzo Silva es escritor.
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