¡°Si no se aprende a mirar socialmente a la adolescencia siempre la enfocaremos desde el conflicto¡±
Psic¨®logo, educador y periodista, Jaume Funes lleva m¨¢s de 40 a?os dedicado a escuchar, comprender y ayudarles, un grupo de poblaci¨®n del que, dice, ha aprendido ¡°cada d¨ªa¡±
Psic¨®logo, educador y periodista, Jaume Funes lleva m¨¢s de cuatro d¨¦cadas dedicado a escuchar, comprender y ayudar a los adolescentes, un grupo de poblaci¨®n del que, dice, ha aprendido ¡°cada d¨ªa¡±. De ese aprendizaje surge Qui¨¦reme cuando menos me lo merezca¡porque es cuando m¨¢s lo necesito: una gu¨ªa para padres y maestros de adolescentes (Paid¨®s), que Funes considera ¡°algo parecido a un testamento vital¡±. Un libro que cree el ¨²ltimo porque, como afirma en sus p¨¢ginas, ¡°es bueno dejar paso a otras miradas¡±. En ¨¦l comparte gran parte de lo aprendido en estos cuarenta a?os rodeado por las capacidades, angustias e incomprensiones de los ¡°encantadoramente insoportables adolescentes¡±.
PREGUNTA. No pod¨ªa dejar de preguntarle en primer lugar por el t¨ªtulo del libro. ?Necesitan nuestros hijos m¨¢s cari?o que nunca en esta etapa en la que, parad¨®jicamente, m¨¢s nos sacan de nuestras casillas y m¨¢s parece rehuir nuestro cari?o?
RESPUESTA. El t¨ªtulo lo que viene a decir es ¡°soy insoportable, merecer¨ªa que me dieras una hostia, pero¡¡± (risas). Al final es un ¡°pobre de ti si me das un beso, pero pobre de ti si no est¨¢s cerca por si necesito un abrazo¡±. Y eso es lo que m¨¢s desquicia a los adultos: ?En qu¨¦ quedamos? ?Me quiere o no me quiere? ?Me necesita o no me necesita? Te necesita, pero no le demuestres que te necesita. La pregunta de fondo es: ?C¨®mo ense?as a un adolescente que cree que lo sabe todo para que aprenda lo que no sabe sin tener que reconocer que no lo sabe y, adem¨¢s, sin reconocer que le has ense?ado t¨²?
P. Qu¨¦ locura, ?no?
R. Es una locura para los adultos porque nunca sabes qu¨¦ distancia mantener. Cuando te acercas demasiado te dan un ¡°soplamocos¡± y ¡°bufan¡±, pero si te alejas te dicen que ya no les quieres. Son las contradicciones propias de la entretenida vida con adolescentes.
P. Ante estas contradicciones escribe en la introducci¨®n del libro que ¡°no existe un manual de buen padre o buena madre¡± y que todo el mundo lo es ¡°en la medida en que no pasa de sus hijos y se para pensar c¨®mo puede hacerlo mejor¡±, pero a la vez asegura que ¡°no vale cualquier manera de educar a los adolescentes¡± y que algunas formas de hacerlo ¡°generan desastres¡±. ?Qu¨¦ no vale con los adolescentes?
R. No vale, por ejemplo, querer imponerles un modelo de vida, pensar que la ¨²nica vida buena es la que t¨² has llevado como adulto. Tampoco vale pretender que cambien de un d¨ªa para otro, no tener paciencia. Tampoco quererlo resolver todo con la norma, con la imposici¨®n, porque muchas cosas se tienen que solucionar con mano izquierda, a trav¨¦s del di¨¢logo. Y tampoco vale, entre otras muchas cosas, querer imponer valores en vez de permitir que ellos los descubran por s¨ª mismos.
P. Como dice, no podemos pensar que la ¨²nica vida buena es la que nosotros hemos llevado como adultos, pero ?no tiene la sensaci¨®n de que cada generaci¨®n de padres y abuelos teme y menosprecia a la generaci¨®n de adolescentes actual? Como si la nuestra siempre hubiese sido mejor.
R. La mayor parte de los adultos se olvidan de que fueron adolescentes. Muchas veces se lo tengo que recordar: ¡°Oye, que t¨² fuiste adolescente, hiciste padecer a tus padres y, sin embargo, has llegado a ser una madre o un padre razonable¡±. Y por otro lado siempre tendemos a idealizar. Cuando recordamos nuestra adolescencia solemos recordar siempre la parte positiva. No recordamos si lo pasamos mal o el padecimiento que causamos a otras personas. Al final con esto pasa como con todo: ¡°Yo hice la Revoluci¨®n y estos son unos vagos¡±, ¡°yo a tu edad ya trabajaba y t¨² no te esfuerzas¡±¡
P. ?Por qu¨¦ ese concepto y esa imagen p¨²blica del adolescente y de la adolescencia? ?Por qu¨¦ tienen tan mala prensa?
R. Llevo cuarenta a?os trabajando con adolescentes y siempre vemos en ellos un problema y no un adolescente. Yo empec¨¦ trabajando cuando hab¨ªa un problema muy grave de violencia entre bandas, luego vinieron las drogas, luego las discotecas¡ Al final los convertimos en etiquetas: drogadictos, discotequeros¡ A¨²n hoy sigue costando mucho que los adultos no vean un problema, sino un adolescente que, por definici¨®n, est¨¢ perfilando su propia personalidad, intentando diferenciarse de los adultos. Lo que pasa es que esta especie de ¡°plantar cara¡±, de reafirmarse, hace que el adulto no quiera ver que simplemente es un adolescente que se reafirma y, por el contrario, acabe viendo a un pu?etero maleducado.
P. La mirada hacia el adolescente de la que habla en el libro.
R. Es que es fundamental. Si de entrada ya miramos al adolescente como un problema hipot¨¦tico real, ya no hay nada que hacer. Hay que abrir los ojos y ver que es nuestro hijo, nuestro sobrino, nuestro vecino, un ni?o que hasta hace nada consider¨¢bamos un encanto. Si no se aprende a mirar socialmente la adolescencia siempre la enfocaremos desde el conflicto. Y a todo esto, por cierto, hay que sumarle ahora un a?adido.
P. Expl¨ªqueme.
R. Hasta ahora buena parte de la educaci¨®n se basaba en una cierta l¨®gica de pensar que lo que hab¨ªa sido bueno en un determinado momento de la vida, ten¨ªa que serlo por fuerza ahora. Sin embargo, en un mundo tan cambiante como el actual, la mayor¨ªa de los padres y las madres est¨¢n perdidos porque el pasado les sirve de poco.
P. Justo lo dice en el libro, que hoy criamos a adolescentes ¡°din¨¢micos y que se transforman¡± y que adem¨¢s viven en un mundo ¡°aceleradamente cambiante¡±. ?Qu¨¦ nos exige como padres esta adolescencia de nuestros hijos vivida en un entorno tan cambiante?
R. Exige lo de siempre, una revisi¨®n de qu¨¦ demonios significa ser padre o madre en el contexto en el que te toca vivir la experiencia. Hace 20 a?os pod¨ªas preguntarle a un chaval que d¨®nde hab¨ªa ido o que con qui¨¦n hab¨ªa estado. ?Pero ahora qu¨¦ le pregunto? ?Cu¨¢l es la ¨²ltima foto que has colgado en Instagram? Esta nueva realidad me obliga a mirar sus gestos, a dejar que me ense?e, a no fisgarle demasiado. Antes le pod¨ªan ¡°preocupar¡± a las madres las malas amistades o los peligros de la calle, pero ahora debe preocuparnos c¨®mo es nuestro hijo en internet, lo que obliga a otro tipo de relaciones que pasan por dejarse ense?ar, por preguntarle como aquel que no sabe nada para que te explique. Al final lo m¨¢s importante es que sepan que nos importan sus vidas.
P. Me ha gustado mucho una reflexi¨®n del libro que enlaza con mucho de lo que hemos hablado ya: ¡°choca la inestabilidad vital y vitalista adolescente con la madurez adulta, que tiende con facilidad hacia el conservadurismo¡±.
R. Los mayores nos hemos ido construyendo la vida sobre la base de unos ciertos andamios. Sabemos que tenemos muchas contradicciones, as¨ª que hemos ido apuntalando esos andamios con una cierta coherencia de la vida que tiene mucho de incoherencia. Y en ese punto aparece un adolescente y nos hace ver que realmente somos unos falsos, nos descoloca en todos los sentidos, y entonces echamos mano de estrategias de educaci¨®n antiguas y conservadoras. Pero, ?qu¨¦ es educar? Educar es ayudarles a sentirse bien, ayudarles a descubrir el mundo, ayudarles a descubrir al otro. Y tenemos que encontrar la forma de hacerlo, porque antes la idea de fondo era buena, pero no la forma en la que se educaba.
P. Me ha llamado especialmente la atenci¨®n la parte del libro en la que habla de aquello que podemos esperar de un adolescente y aquello que no. ?Son las expectativas incumplidas de aquello que pensamos que pueden darnos/hacer, pero para lo que realmente no est¨¢n preparados todav¨ªa, lo que provoca muchas de las fricciones en esta etapa?
R. S¨ª. Entre padres e hijos y entre adolescentes y los propios profesionales. Observa que muchos colegas de la educaci¨®n y del mundo de la salud mental necesitan tener una especie de definici¨®n previa, un manual de clasificaci¨®n. Y claro, si t¨² aplicas esos manuales, todos los adolescentes est¨¢n para encerrarlos (risas). Y en el caso de los padres sucede igual. Esperamos que sean educados, que se dediquen a estudiar, que hagan los deberes, que aguanten las horas de escuela infumable, que en casa protesten pero poco¡ Y claro, entonces no ser¨ªan adolescentes. No tiene sentido que se comporten ya como alg¨²n d¨ªa nos gustar¨ªa que acabasen siendo. Nuestro ideal sobre su vida igual se acaba cumpliendo, pero eso en todo caso ser¨¢ mucho m¨¢s adelante.
P. Y por ¨²ltimo, y volviendo al conservadurismo, muchas de esas fricciones tienen su base tambi¨¦n en otro tema que explica: ¡°ellos y ellas ven sus conductas con altas dosis de atractivo. En cambio, nosotros, sus adultos, enseguida detectamos un riesgo innecesario¡±. Y entonces les contamos nuestras batallitas de juventud con moraleja final.
R.? Nuestras batallitas no sirven de nada. Nosotros tenemos experiencia, que es una supuesta virtud pero que no sirve para ellos, porque son ellos los que deben construir sus propias experiencias. Pero s¨ª que hemos de estar disponibles porque ellos y ellas tambi¨¦n est¨¢n angustiados y a veces, cuando dudan, dejan caer sus dudas para que t¨², sin querer darles lecciones ni consejos, les expliques tu experiencia. Es decir, no aceptar¨¢n de su madre que ponga pegas al novio o a la novia que tienen, pero s¨ª aceptar¨¢n que, en determinado momento, sin querer dar lecciones, les explique de qui¨¦n se enamor¨®, c¨®mo y por qu¨¦, que les cuente por qu¨¦ le entusiasmaba su padre. Es decir, es compartir tu vida sin pretensiones de consejo moralista, porque lo otro no conduce a nada.
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