1 de septiembre de 2018
Cada d¨ªa desde aquella jornada recuerdo algo nuevo. Tengo mala memoria, pero se porta bien conmigo
Tengo muy mala memoria. Cada vez que voy de viaje de prensa y me presentan a alguien jam¨¢s retengo su nombre y me paso el resto del tiempo esperando que alguien lo llame para lo que sea y pillar al vuelo c¨®mo se refieren a ¨¦l. Eso tampoco es la soluci¨®n definitiva, pues estoy algo sordo. As¨ª es.
No tengo memoria. Pero, mire, el 1 de septiembre de 2018 me despert¨¦ en Aveiro. Inger¨ª el t¨ªpico desayuno de hotel, pero de hotel de cuando viajas pagando t¨²: tostada quemada, zumo de naranja Milli Vanilli y un caf¨¦ con el que si riego una planta la convierto en un secundario de Parque Jur¨¢sico. Recuerdo que no hab¨ªa forma de que las maletas cupieran en el maletero, algo que puedo entender a la gente que va por el mundo comprando, ?pero yo? Mi madre cree que ya no la quiero porque no le traigo chorradas de mis desplazamientos. Es, simplemente, que me olvido. Casi todos los regalos que he importado a mis seres queridos en los ¨²ltimos a?os han sido comprados en un duty free mientras mi vuelo embarcaba.
Tengo muy mala memoria. Cada vez que voy de viaje de prensa y me presentan a alguien jam¨¢s retengo su nombre y me paso el resto del tiempo esperando que alguien lo llame
En fin, que tras lograr cerrar el maletero, emprendimos rumbo hacia la frontera gallega con servidor ejerciendo de copiloto, algo que a?os atr¨¢s consist¨ªa en estar atento a las se?ales de salida de las autopistas, y que ahora se basa en pedir perd¨®n al piloto y soltarle a la voz que te indica la ruta todo tipo de improperios. Cruzamos la frontera, err¨¦ dos salidas m¨¢s, ped¨ª parar para ir al ba?o, fui amonestado ¨Ccomo me sucede desde finales de los setenta¨C por no subir al coche descargado. Apurad¨ªsimos, llegamos a Bueu, Pontevedra: era s¨¢bado y se me hab¨ªa antojado ir al mercado. Yo qu¨¦ s¨¦.
Aparcamos en el puerto. Quedaban dos puestos abiertos. Compramos entrecots y lenguados. A la salida, nos hicimos con patatas y padrones de una abuela entra?able y furtiva. Una cerveza en una especie de hogar de jubilados. Compr¨¦ tabaco en un bar llamado Chilau. Fuimos a la casa. Abr¨ª una cerveza. Saqu¨¦ el ordenador a la terraza. Hac¨ªa sol (¡°ha abierto¡±, me dijeron y no entend¨ª qu¨¦ se hab¨ªa abierto, pero no importaba, todo estaba fenomenal). Mi acompa?ante fue a por pan (le gusta mucho hacer eso, una filia como otra cualquiera). Abajo, la playa.
Escrib¨ª un art¨ªculo para este diario. Comimos la carne en la terraza. Por la tarde bajamos al pueblo. Aparcamos el coche en una calle del centro. Al salir del bar estaba la calle cortada. Aparcamos entonces en un descampado. Luego tardamos 20 minutos en encontrar el trasto, pero ahora lo recuerdo perfectamente: quinto por la derecha de la pen¨²ltima fila mirando al mar. Jugamos al futbol¨ªn en otro local. Esperaba que los equipos fueran D¨¦por y Celta para pedirme el Celta y molestar mucho a mi conductora. Pero eran Bar?a y Madrid. Este pa¨ªs se va al carajo.
Jugamos contra un se?or y una chica de Madrid. Me toc¨®, como siempre, defender. Perdimos ¨¦picamente. M¨¢s que nada porque me pas¨¦ todo el rato desconcentrado, tratando de discernir si aquellos dos eran padre e hija, pareja, primos, casero e inquilina. Volvimos a casa. Comimos el pescado. Dej¨¦ la preparaci¨®n en manos de mi acompa?ante. Aquella noche se invent¨® el semifr¨ªo de lenguado en tres texturas. Cama.
Y pensar¨¢: ¡°Vale, muy bien. Un buen d¨ªa. ?Y?¡±. Pues mire, aquel mediod¨ªa recib¨ª un mensaje. Alguien muy cercano y profundamente querido hab¨ªa fallecido. No hab¨ªa vuelos a Barcelona hasta el d¨ªa siguiente y trat¨¦ de seguir con mi vida con cierta naturalidad. Mire, cada d¨ªa, cada maldito d¨ªa desde aquella jornada, pienso en ese 1 de septiembre y cada vez que lo hago recuerdo algo nuevo. No lo supero, no quiero superarlo. Pero lo recuerdo, no quiero olvidarlo. Tengo mala memoria, pero se porta bien conmigo.
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