Por un Internet espa?ol con emoci¨®n
Espa?a, donde la interacci¨®n real entre personas forma parte de su cultura, debe impulsar un uso m¨¢s emocional de la Red frente al modelo anglosaj¨®n puramente informacional
En una de las secuencias m¨¢s memorables de El indomable Will Hunting(Gus Van Sant, 1997), el psic¨®logo Sean Maguire (interpretado por Robin Williams) mantiene una conversaci¨®n distendida en la orilla de un lago con Will Hunting (interpretado por Matt Damon), un incomprendido genio matem¨¢tico del MIT (Massachusetts Institute of Technology) con escasa inteligencia emocional, al menos hasta ese momento de la pel¨ªcula. En su intento por hacerle recapacitar y ganarse su confianza, el psic¨®logo alude a la Capilla Sixtina en los siguientes t¨¦rminos: ¡°Si te pregunto algo sobre arte, me responder¨¢s con datos de todos los libros que se han escrito¡± ¡ªhoy dir¨ªamos con Wikipedia¡ª a?adiendo, a continuaci¨®n, ¡°...?pero t¨² no puedes decirme c¨®mo huele la Capilla Sixtina¡±. Lo que el psic¨®logo pretende hacer ver a Will es que, a pesar de ser extremadamente inteligente en cuanto a lo mucho que sabe, su conocimiento carece totalmente de emoci¨®n. Es m¨¢s, Will ni siquiera es consciente de su falta de inteligencia emocional. Y es entonces cuando cabe preguntarse: ?por y para qu¨¦ deber¨ªa Will visitar la Capilla Sixtina si ya sabe todo sobre ella?
Por mucho que las tecnolog¨ªas avancen y podamos llegar a recrear virtualmente la Capilla Sixtina, lo cierto es que nunca podremos reproducir artificialmente el factor fundamental que supone la experiencia y la emoci¨®n real de vivir una realidad en un determinado ambiente. Esta realidad puede ser la propia Capilla Sixtina o cualquier otra dentro de un determinado marco espacio-temporal.
La primera generaci¨®n criada en plena era digital esconde su falta de interacciones sociales en amistades virtuales
Cada cultura procesa la informaci¨®n de una forma propia y ¨²nica, que la diferencia en mayor o menor medida de otras. Tambi¨¦n en c¨®mo la informaci¨®n se expresa hacia afuera, por medio de las emociones. Pensemos as¨ª, a modo de ejemplo, c¨®mo la acci¨®n de sonre¨ªr tiene un significado completamente diferente en Espa?a y en Rusia. En esta ¨²ltima, el acto de sonre¨ªr p¨²blicamente debe tener un motivo justificado y la sonrisa ser expresada dentro de un contexto adecuado ya que, en caso contrario, puede ser considerada un acto vulgar, descort¨¦s y/o poco sincero.
Tradicionalmente, el choque entre civilizaciones y culturas ha tenido lugar sobre un territorio, siendo entendido este como un espacio f¨ªsico, sobre el que los distintos Gobiernos toman acciones y/o decisiones geopol¨ªticas que, en ¨²ltima instancia, pueden llevar a enfrentamientos cuerpo a cuerpo en forma de guerras. Pero, en los ¨²ltimos a?os, este choque de civilizaciones y culturas se ha extendido a un nuevo escenario m¨¢s sutil, m¨¢s all¨¢ del estrictamente f¨ªsico: el llamado escenario virtual. Es precisamente en este contexto en el que Internet se ha convertido en el gran campo de batalla, que desequilibra el presente choque cultural hacia aquellas cosmovisiones basadas ¨²nicamente en la pura transmisi¨®n de informaci¨®n y en las que apenas existe emoci¨®n real.
Internet ha cambiado la forma en que vivimos, sentimos y nos relacionamos. As¨ª, la generaci¨®n millennial no puede ser entendida sin la Red. Simon Sinek apunta alguno de los principales rasgos que mejor definen a los millennials destacando, entre otros, su baja autoestima, su impaciencia, su falta de habilidades sociales b¨¢sicas y su indefensi¨®n ante situaciones de estr¨¦s, entre otros. Internet (y, por extensi¨®n, las redes sociales) ayudan a entender el porqu¨¦. La primera generaci¨®n criada en plena era digital esconde su falta de interacciones sociales en amistades virtuales, su frustraci¨®n temporal en ¡°me gusta¡± y su realidad detr¨¢s de filtros. Sin embargo, sus amistades virtuales suelen carecer de lealtad y compromiso, los ¡°me gusta¡± recibidos no dejan de ser una gratificaci¨®n superficial e inmediata, mientras que los filtros empleados tienden a esconder una realidad menos id¨ªlica que la mostrada.
En el espacio f¨ªsico, se pueden seguir diferentes caminos para ir desde un origen (A) a un destino (B). Sin embargo, Internet propone el fin del destino f¨ªsico, la indefinici¨®n de caminos establecidos y la m¨¢xima de obtener una recompensa (y satisfacci¨®n) inmediata. As¨ª, aunque te¨®ricamente existen infinitas posibilidades para ir de A a B, Internet solo repara en c¨®mo llegar a B de forma instant¨¢nea. De esta forma, se contrapone una nueva percepci¨®n de libertad para las nuevas generaciones que se enfoca m¨¢s en el deseo de llegar a una meta (b¨²squeda en Internet) que, en el placer por recorrer un camino, tal y como se percib¨ªa cuando en generaciones precedentes el coche representaba el s¨ªmbolo m¨¢ximo de libertad.
A lo sumo, las emociones se limitan en la Red a una simple descripci¨®n informacional de las mismas, a la que podemos referirnos como emoci¨®n informacional. Esta se basa en una descripci¨®n de emociones y no es m¨¢s que un simple suced¨¢neo de las emociones reales, las cuales requieren de una relaci¨®n m¨¢s cercana entre emisor y receptor, tal como sucede cuando nos comunicamos cara a cara en un ambiente real. As¨ª, aunque ya existan distintas herramientas web como Skype para la comunicaci¨®n directa, lo cierto es que todav¨ªa hay ciertos aspectos que no pueden ser transmitidos (o claramente apreciados) como cierto lenguaje corporal, algunos gestos expresivos e, incluso, el sufrimiento de la incomodidad del momento.
Es cierto que Internet est¨¢ generando una cultura del esc¨¢ndalo a trav¨¦s de la transmisi¨®n de informaci¨®n
Sin embargo, tambi¨¦n es cierto que Internet est¨¢ generando una cultura del esc¨¢ndalo a trav¨¦s de la transmisi¨®n de informaci¨®n, lo que podemos llamar esc¨¢ndalo informacional. Este fen¨®meno se produce ante la necesidad continuada por generar en las redes noticias de alcance que puedan acaparar la atenci¨®n del usuario. Esta tendencia continuada y constante por y para llamar la atenci¨®n (que se ha convertido en un activo) lleva irremediablemente a una insensibilizaci¨®n social provocada por una manipulaci¨®n deliberada de los medios debido a la constante saturaci¨®n de noticias y a una profanaci¨®n de las emociones.
Por lo tanto, Internet, tal y como est¨¢ concebido actualmente, es una herramienta de comunicaci¨®n que prima la transmisi¨®n de emoci¨®n informacional sobre la real. De esta forma perjudica a aquellas sociedades en las que la emoci¨®n real juega un papel m¨¢s importante. As¨ª ocurre, por ejemplo, en Espa?a, un modelo de sociedad en el que la interacci¨®n cara a cara y la vida en la calle juegan un papel fundamental. La vida es demasiado divertida para contarla en la Red. De hecho, Internet puede ser entendido, en cierta forma, como una herramienta de dominaci¨®n (e incluso de agresi¨®n) cultural por parte de las sociedades anglosajonas hacia el resto del mundo, generando un consiguiente efecto de rechazo y rebeli¨®n.
Es en esta batalla virtual en la que las sociedades basadas en la emoci¨®n real deben proponer sus propias formas de construir y/o consumir Internet o, por el contrario, parte de sus valores identitarios y culturales propios pueden acabar siendo asimilados por parte de los propios de las sociedades dominantes. Y es justo en este momento en el que debemos empezar a pensar en c¨®mo deber¨ªa ser implementado en Espa?a ese Internet m¨¢s emocional, cuyos principios deben basarse y desarrollarse acorde a los valores propios de nuestro modelo de sociedad.
Jos¨¦ Balsa Barreiro es investigador posdoctoral del MIT Media Lab (EE?UU); Manuel Cebri¨¢n es investigador del MIT Media Lab, y Andr¨¦s Ortega, director del Observatorio de las Ideas e investigador asociado del Real Instituto Elcano.
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