L¨ªnea roja
Al final, quieras o no, vendr¨¢ la primavera y el geranio en el balc¨®n obtendr¨¢ el mismo color de la sangre que emitan los telediarios
A lo largo de la historia, algunas batallas memorables por su crueldad se han realizado en verdes prados llenos de flores silvestres, bajo un sol de primavera, mientras en los ¨¢rboles cantaban los p¨¢jaros. Si la matanza se celebraba en la jungla, simios de todas clases, macacos, chimpanc¨¦s y orangutanes, sentados en las ramas con sus cr¨ªas en brazos contemplaban la carnicer¨ªa que estaban ejecutando sus primos los humanos y todos aplaud¨ªan. Algunas batallas navales memorables por la cantidad de sangre vertida se desarrollaron sobre un mar de dulzura mientras a su alrededor saltaban felices los delfines tratando de participar en la fiesta. Esa delgada l¨ªnea roja entre la crueldad humana y la armon¨ªa de la naturaleza ser¨¢ tambi¨¦n una opci¨®n inexorable a lo largo del a?o que empieza. En las noches de invierno se oir¨¢n por todos los montes de la amada patria los aullidos de las alima?as, pero sobre ellas caer¨¢ la nieve, pura, blanda y silenciosa, del mismo modo que la estupidez humana no lograr¨¢ detener la subida de la savia por los troncos dormidos cuando llegue la Candelaria. Y al final, quieras o no, vendr¨¢ la primavera y el geranio en el balc¨®n obtendr¨¢ el mismo color de la sangre que emitan los telediarios. Si la naturaleza abre sus entra?as y se traga una ciudad entera, sobre los escombros, antes de que se pongan en pie los templos y palacios, se levantar¨¢n primero los mercadillos de frutas y verduras bajo la mara?a de los gritos alegres de los tenderos. Con el solsticio de invierno la luz va abriendo d¨ªa a d¨ªa el comp¨¢s, y dentro de ese cono luminoso en el que estamos condenados a bailar ?a cu¨¢ntos idiotas tendr¨¢s que soportar? No importa. La muerte y la gloria se las llevar¨¢ el viento hasta el coraz¨®n del verano y cuando llegue el oto?o nada deber¨¢s agradecer salvo la dicha de sobrevivir al milagro de estar vivo.
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