No los llames ¡®millennials¡¯, ll¨¢malos Generaci¨®n Quemada
Los gur¨²s de la sociolog¨ªa moderna anuncian el fracaso de la generaci¨®n m¨¢s visualizada de los ¨²ltimos tiempos. As¨ª se ha producido
?Cuando te decides a ir a recoger un correo certificado este ya ha sido siempre devuelto? ?Te resulta tit¨¢nica la tarea de cocinar un martes por la noche? ?Ves poco factible llegar a tiempo ma?ana a la oficina del padr¨®n municipal antes de que cierre? ?Se te ha da?ado la tarjeta de d¨¦bito y a¨²n no has sido capaz de pedir una nueva? ?Sigues sin tarjeta de residente para poder aparcar tu veh¨ªculo en el barrio? ?Pagas el alquiler siempre d¨ªas tarde, no por no tener fondos, sino por¡ lo que sea? Si la respuesta a todas estas preguntas es s¨ª, eres un vago, o un despistado, o un t¨ªmido administrativo. O todo lo anterior. Eso s¨ª, en el caso de que la respuesta sea s¨ª y te identifiques como millennial, est¨¢s de suerte: un ensayo publicado en Buzzfeed News da un nombre bastante m¨¢s sexi a tu patolog¨ªa: perteneces a la Generaci¨®n Quemada.
Escrito por Anne Helen Petersen, el texto se ha convertido en una de las piezas m¨¢s comentadas, compartidas y analizadas de lo que va de a?o. El peri¨®dico brit¨¢nico The Guardian lo ha bendecido. El estadounidense?Slate lo ha crucificado. En una pirueta m¨¢s que meritoria, Petersen explica c¨®mo ella y sus coet¨¢neos no es que sean despistados como lo fuimos (y somos) los de antes y los de despu¨¦s, sino que, como sucede en casi todos los an¨¢lisis que tienen como objeto de estudio a los millennials, lo suyo, aunque difiera en bien poco con respecto a los que otros han hecho y har¨¢n, surge de una realidad a la que solo ellos han sido expuestos. Un poco del "todo fluye" de Her¨¢clito para llegar al "todo se queda igual" de Parm¨¦nides.
Los 'millennials' est¨¢n cansados, estresados, agobiados, sobrepasados. Como casi todos. La diferencia es que lo suyo parece no tener remedio, pues han sido entrenados para optimizarlo todo¡ menos ellos mismos y su vida personal
Seg¨²n la autora, la obsesi¨®n con el ¨¦xito profesional, la vol¨¢til del mercado laboral, la presi¨®n paterna, el autoempleo, la ambici¨®n, la necesidad de estar siempre conectado con el mundo y siempre a disposici¨®n del cliente o el empleador, de hacer de s¨ª mismo una marca, la imposibilidad de ahorrar y dem¨¢s males asociados al mercado laboral en la pen¨²ltima reinvenci¨®n del sistema capitalista, ha provocado que toda una generaci¨®n cuya franja m¨¢s adulta apenas acaba de cumplir los 35 se haya ya desgastado hasta el punto de no diferenciar lo urgente de lo importante. Todo lo es.
A pesar de dar escasas satisfacciones y menos dinero, trabajar con el fin de realizarse es lo ¨²nico que importa, lo ¨²nico a lo que vale la pena entregar el cuerpo, el alma y las horas que haga falta. Los millennials est¨¢n cansados, estresados, agobiados, sobrepasados. Como casi todos. La diferencia es que lo suyo parece no tener remedio, pues han sido entrenados para optimizarlo todo¡ menos ellos mismos y su vida personal. Entonces, cuenta Petersen, cada vez que son m¨¢s eficaces en sus trabajos, lo son menos en sus vidas privadas. Y cada vez que son m¨¢s eficaces, sus jefes se vienen m¨¢s arriba y les piden m¨¢s sin darles nada extra.
Este c¨ªrculo vicioso ha propulsado toda una industria destinada a aliviar esta condici¨®n de persona quemada. Desde los libros de autoayuda hasta el yoga, pasando por gente tan indeseable como Marie Kondo, el colmo de la perversi¨®n de esta maquinaria que ofrece curar el estr¨¦s fuera del trabajo con una sonrisa y soluciones est¨¦ticas a problemas estructurales. Kondo es la cara mal¨¦fica de esta patolog¨ªa: ordena y ser¨¢s feliz; tira cosas y ser¨¢s feliz; c¨¦ntrate y ser¨¢s feliz. Vete a paseo Marie Kondo.
El caso es que hace solo 10 a?os, cuando explot¨® la crisis, empezaron a surgir como champi?ones historias de brokers, abogados y empresarios varios que hab¨ªan decidido dejarlo todo para dedicarse a hacer zapatos a mano, bicicletas a mano o sombreros a mano. Todos pod¨ªamos salir de la espiral consumista, de la adicci¨®n al trabajo, de la maldad del sistema para cumplir nuestros sue?os m¨¢s ¨ªntimos, o incluso los que jam¨¢s hab¨ªamos sabido que ten¨ªamos. El lugar com¨²n de la reinvenci¨®n sincera y bondadosa es una trampa rid¨ªcula.
Solo el que ha estado ganando suficiente con el sistema puede salirse de ¨¦l para entrar otra vez por una puerta m¨¢s peque?a pero m¨¢s bonita, con su narrativa y sus cosas de anuncio protagonizado por un barbudo. Esta generaci¨®n no va a tener esta posibilidad porque sus trabajos cada vez est¨¢n peor pagados, piden m¨¢s dedicaci¨®n y, mucho peor, en demasiadas ocasiones se parecen demasiado al trabajo que se hab¨ªa so?ado. Uno se hace broker para ganar dinero, o porque, simplemente, le gusta ganar. Las dos adicciones son reversibles. Uno se hace periodista en una web porque le gusta esto y si termina trabajando en una web de periodista, dejarlo porque llega un ERE para ponerse de aprendiz en el taller de zapater¨ªa artesana de un exbroker no es una salida sexi, es la aceptaci¨®n de una derrota.
¡°Nuestra capacidad para quemarnos y seguir trabajando es nuestro mayor valor [para las empresas]¡±, escribe Petersen hacia el final de su ensayo. As¨ª, la autora no halla posible salida a esta condici¨®n en el marco capitalista actual. Debe cambiarse la legislaci¨®n, debe aumentar el activismo, si no, todo seguir¨¢ igual, argumenta. Las empresas no van a cambiar esto, porque ellas lo han provocado, primero creando la idea de que el trabajo desregulado es libertad, que las horas extra son el camino hacia la realizaci¨®n completa, que la vida privada es una extensi¨®n de la vida profesional, que si no lo haces t¨² por 20 euros, afuera hay 200 personas dispuestas a hacerlo por 10¡
Llevo en mi bolsa un papel de Hacienda que hace una semana deb¨ªa haber entregado. He de llamar para cancelar una tarjeta de cr¨¦dito porque me colocaron una igual en el aeropuerto y para qu¨¦ demonios quiero yo dos iguales si el dinero que tengo en el banco raramente alcanza las cuatro cifras. A¨²n no he gestionado Madrid Central para una moto que he tardado un a?o en traerme de Barcelona. A¨²n no he encontrado el momento para hacerle el seguro. Tengo m¨¢s de 40 a?os. ?Y por qu¨¦, entonces, lo de los millennials debe ser distinto de mi holgazaner¨ªa terminal?
Pues b¨¢sicamente la diferencia se halla en que yo estoy entregando este texto dos d¨ªas tarde. Un millennial lo hubiese entregado un d¨ªa antes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.