Macron, la necesidad de madurez y humildad
El presidente franc¨¦s tiene mucho que aprender, no solo sobre la forma de gestionar un pa¨ªs, sino sobre sus puntos d¨¦biles. Debe cambiar a quienes lo rodean y dejar de obsesionarse por los ricos a los que halaga
Jean Genet escribi¨® a prop¨®sito de Rembrandt que ¡°no se puede ser artista sin haber vivido una gran desgracia¡±. La creaci¨®n est¨¢ a menudo alimentada por adversidades, por enfrentamientos y dramas. La comodidad de una vida protegida, anodina, centrada y tranquila no suele impulsar destinos excepcionales. Como subray¨® Albert Camus, ¡°nada hace tanto da?o a la creaci¨®n como el confort y el aburguesamiento del coraz¨®n¡±.
Les ocurre a los artistas y les ocurre a los presidentes de la Rep¨²blica. Porque gobernar es un arte que no est¨¢ al alcance de todos y, sobre todo, que no se adquiere en una escuela de administraci¨®n. Fran?ois Mitterrand lleg¨® al poder despu¨¦s de haber vivido muchas pruebas y acumulado experiencias, descubrimientos, constataciones, fracasos y errores, despu¨¦s de mucho tiempo en la tierra. Incluso Jacques Chirac y, en menor medida, Nicolas Sarkozy no llegaron a la jefatura del Estado hasta despu¨¦s de muchas luchas, intrigas, acrobacias e intentos de abrirse camino hasta el El¨ªseo.
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Mitterrand era un artista. Un hombre pol¨ªtico temible, de un pasado muy rico, con momentos cuestionables, con puestos ministeriales importantes ¡ªsobre todo durante la guerra de Argelia¡ª y a?os de militancia, que lo forjaron. Era un hombre complejo que dominaba bien los engranajes de la comunicaci¨®n y se rode¨® de ministros y asesores conocidos por su arraigo y su contacto con la poblaci¨®n.
Emmanuel Macron ha quemado etapas. Su destino lo ha llevado demasiado pronto a la m¨¢xima funci¨®n del Estado. Pero su inteligencia, su ambici¨®n impaciente y un mont¨®n de falsas ilusiones que no ha analizado o que no ha querido ver son lo que le ha traicionado y puesto en una situaci¨®n de una gravedad sin precedentes. Cuando cre¨® el movimiento En Marche!, todo el mundo pensaba que estaba prepar¨¢ndose para las presidenciales de 2022. Pero el ¨¦xito y la impaciencia, la ambici¨®n y la locura de los j¨®venes que se precipitaron en sus brazos, le convencieron de que deb¨ªa presentarse de inmediato, sobre todo al ver que Fran?ois Hollande hab¨ªa decidido no aspirar a un nuevo mandato.
Cree que con su 'Carta a los franceses' podr¨¢ enderezar el barco y ejercer el poder con las leyes de la democracia
Ahora es cuando empiezan las pruebas. Para ¨¦l, la ruleta de la suerte narcisista se ha vuelto del rev¨¦s. Ahora es cuando est¨¢ sufriendo, adquiriendo experiencia, midiendo el peso de las decisiones que debe tomar en la inmensa soledad del poder.
Sus asesores no pueden tener acceso a lo que realmente lo constituye, al n¨²cleo duro de su ser. Su vida, su cuerpo y su alma son un misterio. Corre, act¨²a, habla, pretende estar pr¨®ximo a la gente, pero en el fondo es escurridizo, y no es su esposa la que podr¨ªa desentra?ar este misterio. Ella conoce mejor que nadie la personalidad profunda y compleja de Macron, pero forma parte de ese misterio que irrita a los franceses e incluso a los extranjeros. El due?o de un restaurante marroqu¨ª me dijo con tono arrepentido: ¡°?No deber¨ªa haber votado a un hombre que no tiene hijos!¡±. Una frase que me pareci¨® acertada pero te?ida de crueldad.
Cuando algunos chalecos amarillos reprochaban a Macron que no ten¨ªa sus ra¨ªces en el pueblo, se trataba de una mera constataci¨®n: el presidente fue de la universidad al El¨ªseo pasando por un trabajo con los Rothschild. Un itinerario fulgurante que ha resultado ser un obst¨¢culo, una dificultad inesperada.
Todos hemos tenido fe en su formidable energ¨ªa, en su feroz voluntad de llegar a la cima y en su inteligencia, capaz de agrupar y crear un movimiento en pocos meses, una proeza extraordinaria. Era evidente que, tras el pat¨¦tico esc¨¢ndalo del ex primer ministro de Nicolas Sarkozy, Fran?ois Fillon, y la retirada definitiva del alcalde de Burdeos y ex primer ministro de Jacques Chirac, Alain Jupp¨¦, el camino estaba despejado, y la noche del debate con Marine Le Pen ya era el vencedor.
Pero una cosa es ganar unas elecciones y otra, mucho m¨¢s dif¨ªcil, desempe?ar la funci¨®n presidencial.
Si hoy somos muchos los que nos sentimos decepcionados y renegamos es porque no hay alternativa en el panorama pol¨ªtico actual. Cuando uno rompe los partidos y los sindicatos, cuando hace todo lo posible para avanzar a solas, no se da cuenta de los riesgos que hace correr a Francia. No vamos a abrumarlo. Debemos reconocer que hered¨® una situaci¨®n dif¨ªcil. La pobreza (ocho millones de personas por debajo del umbral de la pobreza) no data de su llegada al poder. Pero ¨¦l es el objeto designado del odio de la calle, que ha llegado a reclamar su dimisi¨®n.
Muchos comerciantes est¨¢n furiosos porque los 'chalecos amarillos' les han impedido trabajar en Navidad
Alguien ha dicho que ¡°Macron necesitar¨ªa madurez¡±. S¨ª, pero eso no se compra en la tienda. Eso se adquiere con las adversidades, la inteligencia del coraz¨®n y la profundizaci¨®n de los valores que consolidan una democracia. Macron tiene mucho que aprender, no solo sobre la forma de gestionar un pa¨ªs, sino sobre sus propias carencias, sus defectos y sus puntos d¨¦biles, sobre el tiempo, que ha sido muy clemente con ¨¦l. Deber¨ªa detenerse a reflexionar, incluso a meditar, y emprender una autocr¨ªtica que nos beneficiar¨ªa a todos.
Pero ahora el tiempo lo acosa y no le da respiro. Ese tiempo que lo propuls¨® adonde est¨¢ hoy lo ha convertido en v¨ªctima, y, si quiere acabar su quinquenio, le interesa estar dispuesto a cambiar, aunque Spinoza nos advierta que ¡°todo ser persevera en su ser¡±. Cambiar a los que lo rodean. Escuchar a la gente. Emprender un serio esfuerzo para conciliar la transici¨®n ecol¨®gica y la justicia social. Dejar de obsesionarse por los ricos a los que halaga. En resumen, mostrar un poco m¨¢s de humildad, de ¡°modestia del alma, el contraveneno del orgullo¡± (Voltaire), para reparar un pa¨ªs que lleva m¨¢s de un mes gravemente sacudido. La c¨®lera, que viene de lejos, no se ha aplacado. Llevamos 10 s¨¢bados de manifestaciones de los chalecos amarillos, en un n¨²mero que oscila entre los 80.000 y los 90.000. Las protestas no han dejado la calle. La gente sigue respald¨¢ndolos, aunque muchos comerciantes est¨¢n furiosos porque los chalecos amarillos les han impedido trabajar cuando deb¨ªan prepararse para Navidad.
Macron debe integrar todo esto en su visi¨®n de Francia y el mundo, tenerlo muy en cuenta y llevar a cabo una revoluci¨®n cercana pero diferente a esa de la que habla en su libro, que se titula precisamente as¨ª: R¨¦volution. Mientras tanto, podr¨ªa reflexionar sobre esta frase de Napole¨®n (cito de memoria): ¡°Trazo mis planes de batalla con los sue?os de mis soldados dormidos¡±.
Desde hace una semana, Macron est¨¢ debatiendo con los alcaldes de las regiones m¨¢s pobres, en las que no le quieren y a las que ning¨²n presidente hab¨ªa ido antes. Tiene la valent¨ªa de afrontar a los que luchan contra ¨¦l e incluso le insultan p¨²blicamente. Cree que con su Carta a los franceses va a poder enderezar el barco y ejercer el poder de acuerdo con las leyes de la democracia. Pero el camino es largo y complicado. Los franceses no son f¨¢ciles. Veremos si, en las elecciones europeas del mes de mayo, Francia otorga la mayor¨ªa al partido de extrema derecha Reagrupaci¨®n Nacional, como predicen los sondeos, o escoge, a pesar de todo, el movimiento de Emmanuel Macron.
Tahar Ben Jelloun es escritor, ganador del Premio Goncourt.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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