La industria del cine
No se trata de producir muchas cintas sino de cimentar una industria s¨®lida y capaz de asumir riesgos
El cine es una de las herramientas culturales m¨¢s eficaces para representar la condici¨®n humana y el estado de ¨¢nimo de una sociedad. Fiel a estos principios, la gala de los Goya, celebrada el s¨¢bado en Sevilla, ha premiado una pel¨ªcula que da visibilidad a la discapacidad intelectual y otra que se sumerge en la ci¨¦naga de la corrupci¨®n. El cine cumple as¨ª con la triple funci¨®n de entretener, emocionar y hacer pensar.
Adem¨¢s de una expresi¨®n art¨ªstica, el cine espa?ol es una industria que, si bien ha alumbrado t¨ªtulos taquilleros y de repercusi¨®n internacional, se asienta en una estructura empresarial fr¨¢gil e inestable. Salvo un peque?o pu?ado de directores capaces de atraer inversiones por s¨ª mismos, el cine depende en buena parte de la televisi¨®n, como pone de manifiesto el hecho de que las dos grandes ganadoras de los Goya, Campeones y El reino, hayan sido coproducidas por operadores audiovisuales. Todo gracias a una ley que les obliga a destinar anualmente un 5% de sus ingresos (un 6% en el caso de las cadenas p¨²blicas) a obras europeas. De ese porcentaje, m¨¢s de la mitad se debe invertir en pel¨ªculas cinematogr¨¢ficas de cualquier g¨¦nero, mientras que el resto se puede dedicar a telefilmes y series.
Fruto de esta norma, las televisiones han aportado recursos millonarios para producir obras europeas. En 2016, la inversi¨®n rond¨® los 270 millones de euros, seg¨²n los datos de la Comisi¨®n Nacional de los Mercados y la Competencia, el organismo encargado de controlar que los operadores audiovisuales cumplen en tiempo y forma. Prueba del impacto que ha tenido esta obligaci¨®n es que en aquel a?o se produjeron 254 largometrajes, frente a los 150 realizados 10 a?os antes. No se puede cuestionar, pues, que la contribuci¨®n econ¨®mica del sector audiovisual, a trav¨¦s de la financiaci¨®n directa, la compra de derechos de explotaci¨®n o la coproducci¨®n, es un elemento que ha contribuido a reactivar la industria del cine. Pero eso ha generado un efecto perverso: el poder de las televisiones para influir en las historias que llegan al p¨²blico y el casi nulo espacio que queda para las pel¨ªculas independientes.
Porque el cine no es una actividad econ¨®mica m¨¢s; es un pilar b¨¢sico de la identidad cultural de un pa¨ªs, un sector estrat¨¦gico de las manifestaciones art¨ªsticas y creativas. Y, como tal, ha de ser protegido por el Estado. Adem¨¢s del amplio abanico de ayudas y subvenciones p¨²blicas, ser¨ªa deseable fomentar mecanismos de financiaci¨®n privada para producir pel¨ªculas de calidad capaces de competir en el ¨¢mbito internacional. No se trata de producir muchas cintas, sino de cimentar una industria s¨®lida y capaz de asumir riesgos.
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