El desd¨¦n con el desd¨¦n
La democracia en Espa?a peligra, como en gran parte de Europa y del resto del mundo, por una enorme acumulaci¨®n de desprecios a su sistema pol¨ªtico y al Estado de derecho
La ciudadan¨ªa observa en estos momentos su sistema pol¨ªtico con algo muy cercano al desd¨¦n. Estas palabras no son m¨ªas sino del ¡°padre del Parlamento¡± brit¨¢nico, Kenneth Clarke. Las pronunci¨® poco despu¨¦s de que la C¨¢mara de las Comunes mandatara a la primera ministra para negociar con la Uni¨®n Europea un cambio imposible en el acuerdo sobre el Brexit. He tenido el privilegio de conocer y tratar a Kenneth en numerosas ocasiones. Europe¨ªsta convencido, fue desalojado de su carrera hacia Downing Street por los sectores m¨¢s reaccionarios de su partido, cuando en realidad era y es uno de los m¨¢s capacitados l¨ªderes conservadores. Y un ejemplo viviente de que la honestidad pol¨ªtica no es patrimonio de ninguna ideolog¨ªa. Resulta por eso incomprensible que despu¨¦s de la experiencia del socialismo real en los pa¨ªses comunistas y del macabro esperpento de la Venezuela de Maduro, la izquierda siga dando por supuesto que es titular de una cierta superioridad moral respecto a otras formaciones pol¨ªticas. La frase de Clarke la podr¨ªa haber pronunciado, por lo dem¨¢s, cualquier observador razonable de casi todas las democracias que en el mundo existen, independientemente de sus preferencias ideol¨®gicas, pero es preocupante que se haya emitido en la que se considera la m¨¢s antigua de ellas en la historia moderna.
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Porque en efecto los populismos en alza se basan, ret¨®ricas aparte, en un desapego creciente hacia la democracia por parte de grandes masas de electores que justifican, a su vez, dicha actitud por el desprecio y la lejan¨ªa que los pol¨ªticos de turno muestran tanto hacia sus potenciales votantes como respecto a los fundamentos del sistema mismo. Es queja frecuente entre los ciudadanos que los pol¨ªticos no buscan solucionar los problemas de la gente sino solo capturar sus votos para obtener sus propios fines. Y piensan que no hay diferencia en esto cualquiera que sea el credo que predican. La crisis de un partido como Podemos, anclado en el oportunismo y la arrogancia de sus l¨ªderes, pone de relieve que la nueva pol¨ªtica se parece a la vieja como un huevo a otro, y as¨ª suceder¨¢ mientras seamos incapaces de levantar y sostener instituciones durables y respetadas. Me refiero no solo a las que garantizan el funcionamiento del Estado, sino tambi¨¦n a las de la sociedad civil, entre las que revisten especial importancia los ¨®rganos creadores de opini¨®n p¨²blica.
Al desd¨¦n de los pol¨ªticos por sus votantes y al correspondiente desapego de estos respecto a los l¨ªderes, habr¨ªa que a?adir el desprecio a la verdad practicado hoy no solo por las mentiras de quienes mandan, pues ya est¨¢bamos acostumbrados, sino por numerosos medios que han abandonado las m¨¢s elementales t¨¦cnicas profesionales que garanticen el rigor de las informaciones, la veracidad de los datos, y el respeto a los discrepantes. Este proceso infeccioso comenz¨® en las redes sociales, los blogs y los confidenciales, contagi¨® r¨¢pidamente a los medios audiovisuales, y comienza a extenderse por la prensa impresa, al hilo de la debilidad de su modelo de negocio en un mundo digital. Algunos diarios parecen hoy m¨¢s gacetillas de partido que voceros independientes, y suman a sus particulares fantas¨ªas y pesadillas ideol¨®gicas obsesiones derivadas de la competencia comercial o la llamada guerra de medios. Estas deformaciones no son nuevas pero s¨ª lo es su extensi¨®n y la profundidad del da?o generado. Sin un periodismo profesional e independiente, cada vez m¨¢s escaso, ser¨¢ imposible que las democracias representativas sobrevivan. Y qu¨¦ decir del bien intencionado empe?o en que estas se conviertan en participativas cuando la demagogia, la mentira y el aspaviento, el desprecio al otro y la intolerancia se adue?an de las calles ante la pasividad, o incluso con la complicidad, de quienes est¨¢n obligados a garantizar que el espacio p¨²blico sea de todos.
Sin un periodismo profesional e independiente ser¨¢ imposible que las democracias representativas sobrevivan
El desd¨¦n por la verdad, cuando no gusta o no conviene a quien debe trasmitirla, se apodera tambi¨¦n preocupantemente de las aulas, en las que no pocos se aprestan en nombre de la libertad de c¨¢tedra a sustituir el conocimiento por las doctrinas. Si para muestra basta un bot¨®n, el falseamiento de la verdad hist¨®rica en los planes de estudio de Catalu?a y la conversi¨®n de la televisi¨®n p¨²blica de aquella autonom¨ªa en un aparato de propaganda al servicio del poder han logrado desfigurar la propia identidad catalana y convertido peligrosamente la leg¨ªtima rebeld¨ªa de los ciudadanos en lo que ya Ortega dio en llamar la rebeli¨®n de las masas.
Reflexiones como esta las expres¨® frecuentemente Giovanni Sartori. La prensa italiana ha difundido ahora una conferencia suya pronunciada hace un cuarto de siglo en la que denunciaba que la gente ¡°no entiende ni conoce las cuestiones sobre las que se les pide que manifieste su opini¨®n¡± y que se est¨¢ degradando la calidad de la democracia en aras de una inflaci¨®n de los sentimientos propiciada por quienes pretenden manipularlos a su favor. Es conocida la preocupaci¨®n de Sartori por la influencia excesiva de los medios audiovisuales y la publicaci¨®n de sondeos y encuestas en el desarrollo de la democracia. Si viviera todav¨ªa podr¨ªa comprobar que sus premoniciones se quedaron cortas.
No pocos se aprestan en nombre de la libertad de c¨¢tedra a sustituir el conocimiento por las doctrinas
Los anhelos de construir una democracia participativa, como respuesta a la oligarqu¨ªa de los partidos, est¨¢n dando a luz lo que m¨¢s parece la democracia de los cabreados, los ignorantes y los cr¨¦dulos. Quiz¨¢ esto es lo que quiso decir Fernando Savater cuando llam¨® tontos a los votantes de Podemos, en una provocaci¨®n tan excesiva que acab¨® por volverse contra ¨¦l, siendo como es uno de nuestros pensadores m¨¢s respetables. Los partidos populistas responden a un mismo par¨¢metro en todas partes: animan la indignaci¨®n de los gregarios y prometen sanarla con soluciones simples. Pero no hay respuestas sencillas a problemas complejos. De modo que para desconcierto de muchos el activismo social puede servir a la hora de conquistar el poder, pero no a la de ejercerlo.
La democracia es hija de la duda, del esfuerzo y del respeto. Nada de lo que puedan presumir los separatistas catalanes que, a su provincianismo histri¨®nico, suman su desprecio a la ley y a todos los que no piensan, sienten o hacen como ellos. Dentro de una semana comenzar¨¢ en Madrid un juicio que en mucho recuerda al que afrontaron los responsables del 23-F y sus c¨®mplices. Se pongan como se pongan a la hora de implementar su defensa, y cualquiera que sea el fallo del tribunal, es p¨²blico y notorio que los ahora procesados votaron y proclamaron la creaci¨®n de una rep¨²blica independiente. Para ello vulneraron la Constituci¨®n, el Estatuto de Autonom¨ªa y el propio reglamento de la c¨¢mara, intentando legitimar su actuaci¨®n apelando a la soberan¨ªa de un demos catal¨¢n que no existe, y pretendiendo ejercer un derecho de autodeterminaci¨®n que no tienen ni est¨¢ reconocido en la mayor¨ªa de las democracias avanzadas. Se alzaron contra la ley y empujaron a los dem¨¢s a levantarse contra ella en un acto antidemocr¨¢tico, inmoral y ego¨ªsta. Su fan¨¢tico desd¨¦n a Espa?a ha provocado ahora el desd¨¦n no menos fan¨¢tico del nacionalismo espa?ol, encarnado por la ultraderecha. La democracia en Espa?a peligra, como en gran parte de Europa y del resto del mundo, por una enorme acumulaci¨®n de desprecios a su sistema pol¨ªtico y al Estado de derecho. Aunque en nuestro caso haya sido, y es, el m¨¢s democr¨¢tico, justo e igualitario de toda la historia.
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