Par¨¢lisis catalana

Al a?o cumplido de iniciarse la tambaleante legislatura que desembocar¨ªa en la elecci¨®n de Quim Torra como president, la par¨¢lisis de la vida pol¨ªtica catalana clama al cielo.

Nunca como hasta ahora la distancia entre las proclamas y la realidad fue m¨¢s grande. Por el lado de la ret¨®rica se asegura que sigue rigiendo un mandato popular (a la dirigencia) en pro de la secesi¨®n. Se alaba la pretendida unanimidad sobre un refer¨¦ndum autodeterminista (lo que contradice lo anterior). Y se ensalza una pretendida cohesi¨®n ¡°contra la represi¨®n¡± y contra el Estado democr¨¢tico del que la Generalitat forma parte se?era.

Pero por el lado de la realidad se cuelan las miserias. La pretendida mayor¨ªa social independentista (que nunca existi¨®) se ha convertido en minor¨ªa parlamentaria, pues los radicales de la CUP abandonaron hace tiempo la alianza de intereses ¡ªde supervivencia¡ª entre Esquerra y el mundo posconvergente. La precariedad del supuesto bloque no alcanza siquiera a aprobar unos presupuestos que sustituyan a los ya prorrogados.

Y la confecci¨®n de listas electorales para la convocatoria de elecciones locales (tambi¨¦n de las europeas) ha generado una floreciente y radical¨ªsima pulsi¨®n pluralista: Barcelona cuenta de momento con no menos de cinco candidaturas secesionistas (Esquerra, la Crida/PDeCAT, lista ANC/Graupera, lista personal de Mascarell, lista de la CUP), una muestra del predicamento que alcanzan las homil¨ªas de Torra urgiendo a la unidad org¨¢nica.

La m¨¢s grave quiebra interna es la de la base social. Buena parte del mundo nacionalista que encontr¨® alivio en la antigua pr¨¦dica moderantista de Converg¨¨ncia se solivianta ante los planteamientos antisistema de Torra, proclive a la CUP y a los ¡ªde vez en cuando¡ª violentos patriotas de los CDR.

Y la m¨¢s paralizante fractura se otea entre Esquerra y el PDeCAT, as¨ª como entre este y la Crida, el ¨²ltimo invento de Carles Puigdemont para intentar mantener protagonismo frente a los presos a los que abandon¨® y que ahora encaran un juicio en el que el fugado deber¨ªa deponer como primer responsable del desvar¨ªo ilegal de oto?o de 2017.

Solo la perspectiva de encarar m¨ªnimamente concertados el inminente proceso al proc¨¦s fragua un m¨ªnimo hilo conductor defensivo entre quienes no logran entenderse para nada m¨¢s. As¨ª se explica que Torra boicotee la mesa de di¨¢logo de partidos, desprecie la elaboraci¨®n de los presupuestos, en los que dignamente se empe?a su vicepresidente Pere Aragon¨¨s, que no presente al Parlament ni una sola propuesta legislativa que sea algo m¨¢s que un retoque a leyes pasadas y que su ¨²nico mensaje de existencia sea la intervenci¨®n en el conflicto del taxi, ¨²nicamente meritoria porque contrasta con la mayor indigencia relativa de las no-respuestas balbuceadas por la Comunidad de Madrid. El ¨²nico balance ligeramente positivo de su gesti¨®n para los ciudadanos catalanes apuntaba a algunos progresos para remover obst¨¢culos alcanzados en las mesas de negociaci¨®n con el Gobierno central. Justo lo ¨²nico que no depende en solitario del Govern.

El vac¨ªo que produce el sectarismo de Torra ha logrado ya el extraordinario r¨¦cord de superar la formidable inanidad de la gobernanza de sus predecesores, Artur Mas y Carles Puigdemont.