Otro Estatut

El Congreso de los Diputados celebr¨® el pasado mi¨¦rcoles uno de los contados plenos monogr¨¢ficos sobre Catalu?a desde que la Generalitat adopt¨® el programa de la secesi¨®n, hace siete a?os. Este hecho revela la preferencia de la mayor¨ªa de las fuerzas pol¨ªticas por agitar esta crisis fuera del Parlamento antes que por resolverla dentro, siempre tratada como munici¨®n electoral. Ah¨ª radica la causa necesaria de que una reclamaci¨®n de independencia para la que no existe mayor¨ªa democr¨¢tica se agite hasta parecer que deja al Estado sin respuesta, cuando este conserva intactos sus principales mecanismos pol¨ªticos. La causa suficiente es que los principales partidos de ¨¢mbito estatal se aferran a respuestas que ni van dirigidas estrictamente al independentismo, ni son compatibles entre s¨ª. Cuando el Partido Popular y Ciudadanos proponen simult¨¢neamente la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 y la inmediata llamada a las urnas, ?es porque consideran razonable aplicar una norma de excepci¨®n con las C¨¢maras disueltas, un Gobierno en funciones y en medio de una campa?a electoral?

La rotundidad con la que las fuerzas partidarias de la independencia rechazaron el mi¨¦rcoles la propuesta de un nuevo Estatut no puede ocultar la dificultad para argumentar su posici¨®n, ofreciendo a cambio la ret¨®rica sacrificial que precede a las cat¨¢strofes. Si, como no han dejado de repetir, el Estatut fue una respuesta fallida al problema del autogobierno, lo congruente es intentar otra respuesta, no inventarse otro problema. Sobre todo cuando el nuevo problema solo ha servido para poner en peligro el autogobierno y tambi¨¦n para algo m¨¢s grave, cuyo precio paga ya la sociedad catalana y no tardar¨¢ en hacerlo la del resto del pa¨ªs. El abandono de un catalanismo que era mayoritario en favor de un independentismo minoritario condena a los partidos que han recorrido este trayecto a renunciar tarde o temprano a las credenciales democr¨¢ticas, dirigiendo su acci¨®n pol¨ªtica a doblegar mediante el uso groseramente sectario de las instituciones que gobierna la voluntad de la mayor¨ªa que rechaza su programa. La consigna independentista de que un nuevo Estatut llega tarde olvida que la secesi¨®n simplemente no lleg¨® ni es previsible que lo haga.

Exigir la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 y la convocatoria inmediata de elecciones no define ninguna posici¨®n sobre las salidas pol¨ªticas al problema territorial de Catalu?a, salvo que se contemple sin decirlo la recentralizaci¨®n encubierta mediante una toma de control extraordinaria de las competencias auton¨®micas. Si as¨ª fuera, los ataques que hoy padece la Constituci¨®n no solo estar¨ªan procediendo de quienes quieren imponer la secesi¨®n por v¨ªas de hecho, sino tambi¨¦n de quienes, declar¨¢ndose sus m¨¢s determinados defensores, hacen otro tanto para orientar el sistema auton¨®mico hacia un Estado unitario contrario al orden constitucional. Desde el momento en que, debido a su tortuosa tramitaci¨®n, el vigente Estatut es un flanco abierto en el bloque de constitucionalidad sobre el que se apoya el sistema democr¨¢tico espa?ol, el acuerdo para reformarlo aparece como un punto de encuentro elemental, al menos, entre las fuerzas no independentistas. Con y sin elecciones inmediatas. Con y sin la aplicaci¨®n de medidas extraordinarias, si es que de verdad se siguen interpretando como extraordinarias.