No son micromachismos
Es preciso hablar de violencias cotidianas, un abanico de acciones repetitivas y comportamientos masculinos abusivos
Ante la deriva machista a la que asistimos, con la burda manipulaci¨®n que la derecha espa?ola impone a las palabras para tergiversar la realidad, quiz¨¢s ha llegado la hora de que desde el feminismo nos replanteemos significados que hasta ahora d¨¢bamos por aceptados y asumidos. No vamos a hablar de negar la confusi¨®n entre violencia dom¨¦stica y violencia de g¨¦nero, solo faltar¨ªa que retrocedi¨¦ramos tantos a?os. Por aqu¨ª no pasamos. Se trata de resignificar conceptos que forman parte del 89% del bloque sumergido del iceberg de las violencias machistas sin los cuales no se llegar¨ªa al 11% de la parte emergida del iceberg, es decir, a los feminicidios, la m¨¢xima expresi¨®n de la violencia de g¨¦nero, que no dom¨¦stica. Y nos proponemos empezar por los micromachismos.
Los mal llamados micromachismos son violencias de alta intensidad, extremadamente peligrosas por su cotidianidad y persistencia en el tiempo. Son las violencias machistas m¨¢s utilizadas para imponer el poder del hombre; hombres expertos en pr¨¢cticas fruto de su socializaci¨®n de g¨¦nero, que les hacen creer en la superioridad sobre la mujer. Son machismos que incluyen un amplio abanico de maniobras personales, acciones repetitivas y comportamientos masculinos abusivos en la vida cotidiana.
Se suelen ejecutar en el marco del espacio privado, donde el agresor disfraza la manipulaci¨®n emocional de paternalismo; la imposici¨®n, de ayuda, y la infravaloraci¨®n, de comprensi¨®n. Pero su expresi¨®n tambi¨¦n llega al espacio p¨²blico, al ¨¢mbito laboral y social. Y as¨ª, desde lo p¨²blico y lo privado, lenta y continuadamente, el agresor construye un espacio de desequilibrio emocional donde retener a las mujeres en la subordinaci¨®n mientras va disminuyendo su autoestima y capacidad de reacci¨®n. Donde la mujer pasa a ser no sujeta, y ya sabemos que con las no sujetas se puede hacer todo, desde violarlas hasta asesinarlas.
Si bien est¨¢ aceptado socialmente que los micromachismos existen y hay que combatirlos, al continuar hablando de micromachismos convertimos estas violencias en menores a pesar de nuestra voluntad. Hemos recorrido mucho camino desde que en 1991, el psic¨®logo Lu¨ªs Bonino llam¨® micromachismos a ¡°los comportamientos masculinos que buscan reforzar la superioridad sobre las mujeres y pr¨¢cticas de dominaci¨®n y violencia masculina en la vida cotidiana¡±. Pero el significado que se ha dado a la palabra marcada por el prefijo ¡°micro¡± ha construido un imaginario que nada tiene que ver con el objetivo con el que se concibi¨®. Cuando hablamos de micro nuestro cerebro inmediatamente identifica algo peque?o, diminuto, min¨²sculo: microbio, microcosmos, microfotograf¨ªa, microgramo, y as¨ª hasta el infinito. Y no es porque s¨ª; las academias de la lengua lo definen como la forma prefijada de la palabra griega ¡°mikros, peque?o¡±. Palabra utilizada tambi¨¦n en el sistema internacional para denominar el subm¨²ltiplo de una unidad equivalente a la millon¨¦sima parte de esta unidad. ?Una millon¨¦sima parte del machismo?
Utilizar un nuevo significante permitir¨¢ atribuir a estas violencias el significado real que tienen y el poder destructor que ejercen sobre las mujeres
Es cierto que nosotras podemos construir el lenguaje, pero el lenguaje tambi¨¦n nos construye y a veces lo hace perversamente. Este es el caso de los micromachismos, construyen y determinan desde el machismo social aceptado y normalizado. Si queremos otorgar el significado que realmente supone el significante micromachismos debemos buscar un nuevo significante. La raz¨®n es clara. Solemos utilizar un significante creyendo, a nivel consciente, que le estamos dando un significado, pero este significante nos remite a otros significados inconscientes que se establecen a partir de la relaci¨®n con otros significantes. Desde aqu¨ª construimos significados que nada tienen que ver con la realidad. Y en este caso, el poder del significado que damos a micromachismos nos sit¨²a claramente en un lugar de peligro. Nos impide ver la realidad del significado y c¨®mo act¨²a sobre nuestros comportamientos y sobre nuestras relaciones sociales y personales. El micro determina fatalmente el significado. Por ello hemos de plantearnos buscar un nuevo significante, dejar de hablar de micromachismos y empezar a hablar de violencias cotidianas.
Cambiar el significante para otorgar el valor real del significado de estas violencias no es solo un tema de lengua. Es un tema social y pol¨ªtico. Hablar de violencias cotidianas es situarlas en el lugar que les corresponde, identificarlas como parte del entramado social machista m¨¢s all¨¢ de las relaciones interpersonales normalizadas. Utilizar un nuevo significante nos permitir¨¢ atribuir a estas violencias el significado real que tienen y el poder destructor que ejercen sobre las mujeres. Y ello, sin lugar a dudas, posibilitar¨¢ reconocer como sociedad que estas violencias no son un problema privado ni micro sino que son un problema social y pol¨ªtico.
Isabel Muntan¨¦ es periodista y codirectora del m¨¢ster en g¨¦nero y comunicaci¨®n de la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.