Las palabras que echan humo
?Por qu¨¦ se presenta como un problema la lucha de las mujeres por sus derechos? Angela Merkel, para la derecha espa?ola, ser¨ªa Rosa Luxemburgo
HAY ALGO m¨¢s terrible que el incendio que calcina un monte. Y es el segundo incendio. Ha pasado en el monte Pindo, en la r¨ªa de Corcubi¨®n, un lugar m¨ªtico, y no solo porque le llamen el Olimpo c¨¦ltico, sino porque desde la cima ves el fin del mundo y un poco m¨¢s all¨¢. A los grandes incendios, en las noticias, se les suele poner el adjetivo de ¡°pavorosos¡±. Hay veces que arde hasta el adjetivo. No queda nada. Ni la saudade de lo que hubo. Esa sensaci¨®n de que el incendio deja la muerte a secas. Sin cad¨¢ver.
Parec¨ªa haberse quemado todo hasta las entra?as, la memoria de las ¨²ltimas semillas, las arqueobacterias. ?Qu¨¦ ave iba a posarse all¨ª, en los espectros de tizne? Ni un cuervo para adornar el r¨¦quiem. Adem¨¢s, la lluvia arrastr¨® la tierra y dej¨® a la vista la osamenta de piedra y los cart¨ªlagos de rebollo, tojo, brezo o codeso. Pero en el monte hay una resistencia invisible de la vida. En los troncos lisiados abren galer¨ªas los insectos xil¨®fagos. Poco a poco, al monte quemado regresan criaturas exiliadas o nuevos migrantes. Alguien que trae polen en las alas o una baya en el pico. Pero todo es muy lento, laborioso. Como una antigua escuela de alfombras persas, donde tejer nueve metros de seda supon¨ªa millones de nudos y tres a?os de trabajo.
As¨ª que lo m¨¢s terrible de un incendio fue el segundo incendio, a?os despu¨¦s, cuando la naturaleza hab¨ªa hecho el laborioso trabajo de escuela de alfombras. Culpa de demorarse la declaraci¨®n de parque natural. El fuego, con una estudiada reincidencia tanatoria, volvi¨® a arrasarlo todo.
En las cr¨®nicas deber¨ªamos utilizar nuevos adjetivos para los incendios, para que descanse un poco y recupere pavor el t¨®pico de ¡°pavoroso¡±. El incendio desalmado. El incendio codicioso. El incendio totalitario. El incendio desmemoriado.
En poco tiempo, el incendio se lleva por delante lo que cost¨® a?os y a?os de laborioso tejer. En la naturaleza y en la sociedad. Lo m¨¢s desesperanzador es cuando las palabras inflamadas preludian segundos incendios humanos. Los neoincendios. Palabras que echan humo, con la memoria deshidratada.
Esa acomodaci¨®n al humo es lo que me resulta m¨¢s inquietante en el momento actual en Espa?a. En gran parte de la Uni¨®n Europea, la derecha democr¨¢tica lleva d¨¦cadas manteniendo a raya a la ultraderecha. Aqu¨ª, bast¨® el recuento de votos en Andaluc¨ªa para dar paso al cortejo nupcial con la caballer¨ªa ultra, algo que Adolfo Su¨¢rez, ni en momentos de m¨¢ximo asedio incendiario, acept¨® nunca. Quienes se presentaban como adalides y abanderados de la Constituci¨®n, el padrino Aznar dixit, consienten ahora en hibernarla. Lo m¨¢s asombroso es que son las propuestas extremas, las palabras que echan humo, lo que les a¨²na. La alternativa normal en pol¨ªtica ser¨ªa ponerse al menos una hora por delante. Ahora consiste en atrasar d¨¦cadas el reloj.
En el periodo de la posverdad puede llenarse todo de humo y no haber incendio. Pero no hay nada m¨¢s parecido a un incendio que conseguir que una multitud grite: ¡°?Incendio, incendio!¡±. Si mucha gente acaba convencida de que hay un incendio donde no lo hay, lo m¨¢s probable es que acabe habiendo un incendio. Eso es lo que se intent¨® en su momento con ¡°pavorosos¡± asuntos como el matrimonio homosexual o la desdichada asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa. ?Cu¨¢nto tiempo perdido por culpa de las palabras que echan humo!
?Qu¨¦ incendios asolan ahora a Espa?a? ?Por qu¨¦ echan tanto humo los discursos?
La llamada con humor Alianza Trif¨¢lica se empe?a en ver como un problema la lucha de las mujeres por sus derechos. Es un movimiento civilizatorio que deber¨ªa implicar a todos los hombres. Pero, por lo visto, en algunos despierta un histerismo masculino. Una Angela Merkel en Espa?a, para la derecha, ser¨ªa Rosa Luxemburgo. Otro incendio, seg¨²n las se?ales de humo, es la memoria hist¨®rica. Si hay un foco de incendio no es la memoria de quienes lucharon por la libertad, de quienes sufrieron con los jud¨ªos el horror nazi, de quienes custodiaron en el exilio la llama de una Espa?a librepensadora. El incendio es la contramemoria. Los que se burlan de ¡°unos huesos¡± en las cunetas. Quienes hablan as¨ª de los muertos deber¨ªan escarbar para ver si encuentran los escr¨²pulos perdidos. Y luego est¨¢ Catalu?a. Un incendio que pretenden sofocar con la aplicaci¨®n permanente del 155. Lo que esto significa: prender un cortafuegos, este s¨ª pavoroso, mayor que el presunto incendio. Es propio de la posverdad que los pir¨®manos se presenten disfrazados de bomberos.?
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