Cumbre en Roma
El Papa no ha logrado imponer medidas concretas contra la pederastia
La celebraci¨®n desde el pasado viernes hasta el domingo de una cumbre en el Vaticano con los presidentes de conferencias episcopales de todo el mundo que han tratado exclusivamente el problema de la pederastia en el interior de la jerarqu¨ªa cat¨®lica constituye un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia y como tal debe ser valorado. Se trata de un esc¨¢ndalo de car¨¢cter delictivo a escala global que afecta tanto a 1.254 millones de cat¨®licos como a decenas de pa¨ªses donde se han producido durante d¨¦cadas los delitos que han sido ocultados a sus sistemas judiciales.
Consciente de la gravedad de la situaci¨®n, Francisco convoc¨® a los m¨¢ximos representantes cat¨®licos de cada pa¨ªs con la intenci¨®n de enviar a la sociedad un mensaje claro de que va a poner fin a la pol¨ªtica de encubrimiento sistem¨¢tico que una parte de la jerarqu¨ªa ha practicado con sacerdotes y religiosos que han abusado de menores. As¨ª, en la apertura subray¨® la necesidad de adoptar ¡°medidas concretas y eficaces¡±. Sin embargo, resulta necesario subrayar que el encuentro ha concluido sin precisar actuaciones que hagan operativa la declarada voluntad del Papa de acabar con los abusos. No se asegura, por ejemplo, algo tan elemental como que todas las di¨®cesis tengan la obligaci¨®n de trasladar a los tribunales ordinarios los casos que conozcan. El prop¨®sito inicial ha quedado en un mero compromiso de que ¡°la Iglesia no se cansar¨¢ de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a quienes hayan cometido tales cr¨ªmenes¡±.
La decepci¨®n de las v¨ªctimas es comprensible. Esperaban que adem¨¢s de la obligaci¨®n de denunciar, se acordara la expulsi¨®n de los sacerdotes y religiosos condenados por abusos y se exigiera responsabilidades a los obispos encubridores, pero la declaraci¨®n final es incluso m¨¢s ambigua que los 21 puntos ¡°de reflexi¨®n¡± que se distribuyeron al inicio del encuentro. Todo queda al albur de la interpretaci¨®n que se de en el futuro a las ocho l¨ªneas gde intervenci¨®n anunciadas.
Pero nada de esto puede restar importancia al hecho de que convocar a 190 representantes de la jerarqu¨ªa cat¨®lica a un encuentro para abordar abiertamente y con notable transparencia este delicado asunto sea una muestra de valent¨ªa por parte Francisco. El resultado revela que no ha logrado todos sus objetivos y que la pol¨ªtica de tolerancia cero que preconiza desde hace tiempo encuentra a¨²n fuertes resistencias en una parte de la estructura eclesial. Muchos obispos siguen tratando el problema de la pederastia como un pecado susceptible de arrepentimiento y perd¨®n, lo que supone ignorar la enorme dimensi¨®n social ¡ªy sobretodo legal¡ª del problema y la necesidad de reparar el da?o causado. Bajo ese enfoque adem¨¢s se equipara la conducta de quienes rompen el celibato y tienen relaciones sexuales consentidas con un adulto ¡ªlo cual no es un delito en los sistemas democr¨¢ticos¡ª con los abusos a menores, que constituyen un delito penado con a?os de prisi¨®n.
Considerar que la actual normativa interna es suficiente y que bastar¨¢ un cambio de mentalidad para erradicar un problema tan grave probablemente no sea suficiente. Ese cambio de mentalidad dif¨ªcilmente vendr¨¢ sin medidas claras y contundentes que lo empujen.
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