Hogare?a
'La casa de Jack' es una pel¨ªcula cruel que no escatima ni un solo plano de violencia contra el cuerpo de las mujeres
Escribo de las cosas que me pasan. Me pasan facturas. Me dan abrazos. Transito por aeropuertos donde me maltratan. Recibo y contesto mensajes. Veo la televisi¨®n: informativos, que me cuentan sesgadamente las noticias nacionales e internacionales, y programas infantiles en los que personajes famosos y gente campechana presencian experimentos y apocal¨ªpticos efectos especiales que les restan minutos para decir las cosas enjundiosas que tendr¨ªan que decir. Hago la compra. Trabajo, trabajo, trabajo. Voy al cine. ?ltimamente he vivido una experiencia cinematogr¨¢fica extrema, La casa de Jack. La casa de Jack me ha pasado. Lo voy a contar.
Cuando coment¨¦ ¡°Voy a ir a ver La casa de Jack¡±, algunas personas recelaron de m¨ª: ¡°?Vas a ir a ver la pel¨ªcula de un violador?¡±. Fui. No s¨¦ si Lars von Trier es un violador, pero es el director de Europa, El jefe de todo esto, Melancol¨ªa. Tambi¨¦n voy a seguir leyendo los libros de Anne Perry, que mat¨®, en complicidad con su amiga Pauline, a la madre de esta ¨²ltima: le reventaron la cabeza a ladrillazos. Pagaron en la c¨¢rcel por sus cr¨ªmenes, pero nadie encarcel¨® a Perry por inventarse al mani¨¢tico detective Monk. Leer¨¦ los libros de esos Escritores delincuentes que retrat¨® Jos¨¦ Ovejero en un estupendo volumen. Correr¨¦ el riesgo de seguir formul¨¢ndome preguntas que quiz¨¢ me mejoren o corrompan como ser pensante y humano: cu¨¢l es la distancia entre decir y hacer; si el arte debe ser edificante o ejemplar; sobre la literatura como acci¨®n performativa, y la responsabilidad de quienes tomamos la palabra en el espacio p¨²blico; sobre la textura metaf¨®rica de las representaciones art¨ªsticas; sobre la belleza horrible y el horror bello; sobre las pipas que no son una pipa y, en la medida en que no son una pipa, est¨¢n diciendo lo que realmente son porque en las bellas artes y letras el estilo es el significado. Vivimos tiempos hip¨®critas: la doble moral se cruza con la correcci¨®n pol¨ªtica, y la interpretaci¨®n literal de textos que no lo son se refuerza pol¨ªticamente con leyes mordaza y con un abaratamiento de la inteligencia anclada en espect¨¢culos eternamente infantiles. La casa de Jack es una pel¨ªcula cruel que no escatima ni un solo plano de violencia contra el cuerpo de las mujeres ¡ªmujeres de cabezas destrozadas, cazadas, amputadas, asfixiadas con una chapucer¨ªa insoportable¡ª; sin embargo, esa violencia no es apolog¨¦tica, sino el espejo tragic¨®mico de infamantes estereotipos femeninos ¡ªla prepotente, la avariciosa, la madre, la simple¡ª en los que descansa la misoginia con la que se nos amamanta nada m¨¢s nacer. Es la confesi¨®n, autocr¨ªtica y c¨®mica, de un hombre posiblemente enfermo que no sabe inhibirse del salvajismo de la sociedad en la que vive, entiende la violencia como ra¨ªz creativa y a la vez se pregunta sobre las posibilidades del arte para engendrar o paliar esa violencia. La casa de Jack, con sus gui?os al destripador, a?Del asesinato considerado como una de las bellas artes, de Tomas de Quincey, a la Divina comedia, a la psiquiatr¨ªa, y con su cr¨ªtica al cinismo del arte contempor¨¢neo ¡ªDamien Hirst y otras exposiciones forenses¡ª, es una autoficci¨®n: el cineasta se interroga sobre su responsabilidad c¨ªvica. Y, a diferencia de ingenuos, blancos y deshonestos Fredastaires y Gingerrogers, danzantes despistados que afirman que sus zancadas y huellas son inofensivas y puras, llega a la conclusi¨®n de que s¨ª. S¨ª que la tiene.
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