El bosque avanza
Las movilizaciones tienen que traducirse en pol¨ªticas concretas
Los problemas que m¨¢s pesan sobre las sociedades actuales son de una extrema complejidad. El primer paso es se?alarlos, luego toca elaborar un diagn¨®stico, lo m¨¢s preciso posible, que muestre sus ra¨ªces y sus tent¨¢culos. Y, claro, habr¨¢ que combatirlos, buscar soluciones, dar respuestas que corrijan cuanto antes los mayores desperfectos y que establezcan pautas para el futuro. Abordar el cambio clim¨¢tico, por ejemplo, exige ya medidas inmediatas, pero la batalla durar¨¢ mucho y obliga a establecer estrategias a largo plazo, acuerdos multilaterales, complicidades entre fuerzas pol¨ªticas de signo muy diferente. No hay otra. Y lo mismo ocurre si se piensa en el terrorismo internacional, en las guerras h¨ªbridas que patrocinan algunos pa¨ªses aut¨®cratas, en las inmensas migraciones que se est¨¢n produciendo de los pa¨ªses pobres a los m¨¢s ricos, y que no dejar¨¢n de crecer. La revoluci¨®n que Internet ha desencadenado en todos los ¨®rdenes de la vida y los avances de la biotecnolog¨ªa y la inteligencia artificial levantan, adem¨¢s, un inquietante escenario donde la libertad puede ser f¨¢cilmente triturada a trav¨¦s de artificios cargados con la dinamita de la posverdad.
Cuando Macbeth anda dando tumbos buscando respuestas a sus desvelos, las brujas convocan unas apariciones para que le revelen lo que va a ocurrir. La ¨²ltima de ellas le dice que no ser¨¢ derrotado ¡°hasta que el gran bosque de Birnam¡± avance contra ¨¦l por la alta colina de Dunsinane. ¡°Eso jam¨¢s ocurrir¨¢¡±, le contesta. ¡°?Qui¨¦n posee el poder para movilizar un bosque, y ordenar al ¨¢rbol que arranque la ra¨ªz que lo ata a la tierra?¡±.
Muchos ¨¢rboles est¨¢n arrancando hoy sus ra¨ªces de la tierra en distintos lugares del mundo, qui¨¦n sabe si para desmentir las vanas esperanzas de Macbeth, y hay bosques que han empezado a moverse. En Venezuela y Argelia avanzan contra unos Gobiernos autoritarios que destruyen a sus ciudadanos. Pero hay otras movilizaciones, como las de las mujeres que reclaman igualdad o las de los j¨®venes que piden un futuro para el planeta, que tienen algo de grito o de oraci¨®n: lo que exigen a todos nos concierne, no hay un tirano concreto al que derribar. En todas esas multitudes, en esos bosques que de pronto han despertado, ocurre lo que apuntaba el escritor Elias Canetti: ¡°Todas las exigencias de justicia, todas las teor¨ªas de igualdad extraen su energ¨ªa, en ¨²ltima instancia, de esta vivencia de igualdad que cada uno conoce a su manera a partir de la masa¡±.
Hay un punto en que esos estallidos que llenan las calles de gente se diferencian del bosque que avanz¨® para derribar a Macbeth. En la tragedia de Shakespeare, Malcom ordena a sus soldados que corten ramas de los ¨¢rboles para avanzar protegidos por su follaje. En las protestas de las sociedades actuales, en cambio, no hay ej¨¦rcitos de ning¨²n tipo. En el movimiento de esas masas que exigen un mundo mejor existe sobre todo un clamor: es urgente cambiar las cosas, y es necesario empezar a hacerlo ya. Pero es a partir de ese momento cuando toca construir una larga cadena de planes y apoyos. En estas sociedades cada vez m¨¢s complejas la guerra no es el camino para tumbar a los dictadores, ah¨ª est¨¢ Irak. Y en las batallas por la igualdad de la mujer y contra el cambio clim¨¢tico son imprescindibles proyectos de largo alcance y, por tanto, complicidades entre fuerzas muy diferentes. Es ah¨ª donde las democracias tienen que reforzar su verdadera raz¨®n de ser, la pluralidad, y tejer respuestas comunes desde la diversidad. Si perseveran en la polarizaci¨®n (y la impotencia), llegar¨¢ el d¨ªa en que los reg¨ªmenes personalistas y las dictaduras se las merienden con un simple bocado.
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