Yihadismo en Espa?a: continuidad y cambio
Desde los atentados del 11-M el yidahismo se ha mostrado oscilante en sus niveles de movilizaci¨®n y de amenaza y en los pr¨®ximos quince a?os no va a desaparecer y sus manifestaciones mutar¨¢n
En la evoluci¨®n del yihadismo global y de la amenaza del terrorismo yihadista en Espa?a, quince a?os despu¨¦s del 11-M, se distinguen dos periodos. Uno hasta 2011, a?o en que, mientras la inestabilidad se extend¨ªa por el norte de ?frica y Oriente Pr¨®ximo, fue abatido Osama Bin Laden, fundador y l¨ªder de Al Qaeda, para entonces estructura descentralizada y no organizaci¨®n unitaria. Otro desde 2012, cuando se desencaden¨® la guerra en Siria, en el curso de la cual se configur¨® Estado Isl¨¢mico (EI) como nueva matriz del yihadismo global que promovi¨® una ins¨®lita movilizaci¨®n yihadista en Europa occcidental.
Quienes crearon la c¨¦lula de Ripoll fueron instigados a atentar como alternativa al ya dif¨ªcil desplazamiento a Siria
Al analizar las caracter¨ªsticas sociales, los procesos de radicalizaci¨®n y las pautas de implicaci¨®n de los yihadistas condenados o muertos en Espa?a de 2004 a 2018, seg¨²n hubiesen sido detenidos o fallecido en uno o en otro de esos dos periodos, se constatan tres facetas de especial relevancia para comprender la persistencia y las transformaciones del yihadismo global en nuestro pa¨ªs: primero, la irrupci¨®n de yihadistas adscritos a las segundas generaciones y del yihadismo end¨®geno; segundo, la invariabilidad, a lo largo del tiempo, de los dos principales factores que explican la radicalizaci¨®n; tercero, la variaci¨®n en las opciones de implicaci¨®n terrorista predominantes hasta 2011 y desde 2012.
La sofisticada propaganda apel¨® a que j¨®venes de todo el mundo emigrasen al nuevo orden social islamista
As¨ª pues, una primera faceta a subrayar es la de que, en Espa?a, los yihadistas ya no son fundamentalmente inmigrantes de primera generaci¨®n procedentes de pa¨ªses isl¨¢micos y en especial de Marruecos, como ocurr¨ªa hasta 2011. A partir de 2012, seis de cada diez pertenec¨ªan a las segundas generaciones, descendientes de inmigrantes musulmanes pero nacidos o crecidos en nuestro pa¨ªs. Al igual que en otras naciones occidentales y europeas en particular, en ese variado segmento social se inscriben adolescentes y j¨®venes de origen musulm¨¢n que, sobre todo en el marco de la reciente movilizaci¨®n yihadista internacional, han resultado especialmente vulnerables a la radicalizaci¨®n violenta y el reclutamiento terrorista.
Si a esos yihadistas adscritos al sector de las segundas generaciones sumamos, igualmente para el segundo de los periodos en que dividimos a los yihadistas condenados o muertos en Espa?a en los ¨²ltimos quince a?os, quienes carec¨ªan de ascendiente migratorio, el resultado es que siete de cada diez son exponente de un yihadismo homegrown o propiamente end¨®geno. Ese peque?o pero significativo n¨²mero de individuos sin antecedentes de migraci¨®n exterior corresponde a conversos, parte de los cuales llegaron al yihadismo a partir de la islamizaci¨®n de otro tipo de radicalismos y parte como consecuencia de sus experiencias en familias desestructuradas o con adolescencias traum¨¢ticas.
No supone cambio sino continuidad, sin embargo, la segunda faceta a subrayar. Tanto para quienes adoptaron las actitudes y creencias del salafismo yihadista hasta 2011, como para quienes lo hicieron desde 2012, dos factores de asociaci¨®n diferencial explican el proceso en al menos siete de cada diez casos. Por un lado, la exposici¨®n, m¨¢s a menudo en persona o cara a cara que virtual, a un agente de radicalizaci¨®n, por lo com¨²n alguien con trayectoria como activista o una figura de ¨ªndole religiosa. Por otro, la existencia de v¨ªnculos afectivos previos con individuos ya radicalizados o en v¨ªas de radicalizaci¨®n, basados en relaciones sociales de vecindad, amistad o parentesco.
Adem¨¢s, esos dos factores permiten entender la existencia de bolsas de radicalizaci¨®n en el caso espa?ol. Hasta 2011, estas se confinaron a tan solo cinco municipios de Espa?a, que acumularon ocho de dada diez casos. A partir de 2012 estuvieron igualmente circunscritas en otros cinco municipios, pero aglutinando a seis de cada diez casos, lo que aminoraba la tendencia a la concentraci¨®n. Esto ¨²ltimo se relaciona con una mayor incidencia de los entornos online de radicalizaci¨®n en el segundo periodo, si bien la mitad de los yihadistas incluidos en este ¨²ltimo y en el conjunto se radicalizaron sobre todo en entornos mixtos, a la vez offline y online.
La tercera faceta que subrayar alude a la implicaci¨®n terrorista. Entre los yihadistas condenados o muertos en Espa?a de 2004 a 2018, la norma fue implicarse no al modo de los actores solitarios sino dentro de c¨¦lulas, grupos y redes. Ahora bien, hasta 2011, nueve de cada diez optaron por actuar dentro del territorio espa?ol, donde resid¨ªan. No es que en ese tiempo faltasen zonas de conflicto a las que trasladarse. Un a?o antes del 11-M, en marzo de 2003, surgi¨® una con la invasi¨®n estadounidense de Irak respaldada, entre otros pa¨ªses, por Espa?a, donde incidi¨® sobre los niveles de radicalizaci¨®n yihadista y reclutamiento terrorista. Pero no tanto como la existente en ese mismo pa¨ªs y en Siria durante los ¨²ltimos a?os.
Irse a esta zona de conflicto fue la opci¨®n preferente para cinco de cada diez a partir de 2012. Esto obedeci¨® al atractivo y la accesibilidad de los territorios donde EI impuso su dominio y proclam¨® en 2014 un califato, en declive desde 2016 y hoy ya extinguido. La sofisticada propaganda de EI, diseminada en redes sociales, apel¨® a que j¨®venes musulmanes de todo el mundo emigrasen a ese nuevo orden social islamista y rigorista. En Espa?a atrajo a hombres dispuestos a desplazarse como combatientes terroristas extranjeros y con otras funciones si se trataba de mujeres, cuya presencia devino as¨ª una novedad entre los yihadistas en nuestro pa¨ªs.
Estas tres facetas en la evoluci¨®n del yihadismo global se reflejaron, para uno y otro periodo, en el 11-M y el 17-A. Todos menos uno de quienes formaron la red del 11-M eran inmigrantes de primera generaci¨®n. Todos menos uno de quienes formaron la c¨¦lula de Ripoll eran de segunda. En la radicalizaci¨®n de aquellos y de estos resultaron determinantes la influencia de alg¨²n agente de captaci¨®n y la existencia de v¨ªnculos sociales previos. Los individuos que, a partir marzo de 2002, se incorporaron a lo que ser¨¢ red del 11-M optaron desde el principio por actuar en Espa?a. Quienes en 2016 crearon la c¨¦lula de Ripoll fueron instigados a atentar en nuestro pa¨ªs como alternativa al ya dif¨ªcil desplazamiento a Siria.
A lo largo de los ¨²ltimos quince a?os, el yihadismo en Espa?a, como en otras naciones de nuestro entorno europeo y mediterr¨¢neo, se ha mostrado oscilante en sus niveles de movilizaci¨®n y de amenaza terrorista, con fases de relativo auge y estadios de decadencia, pero no de terminaci¨®n. Estas variaciones han estado condicionadas por circunstancias externas, como determinados conflictos armados o la influencia del salafismo transnacional, al igual que por din¨¢micas internas, tales como los efectos de las actuaciones antiterroristas o los cambios en la composici¨®n de la poblaci¨®n musulmana y su acomodo sociocultural. En los pr¨®ximos quince a?os no va a desaparecer, tampoco en Espa?a, un fen¨®meno cuyos actores y cuyas manifestaciones seguir¨¢n mutando.
Carola Garc¨ªa-Calvo y Fernando Reinares son, respectivamente, investigadora principal y director del Programa sobre Radicalizaci¨®n Violenta y Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano. Ambos son autores, junto a ?lvaro Vicente, del libro Yihadismo y yihadistas en Espa?a. Quince a?os despu¨¦s del 11-M.
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