Maldita la gracia
Lorena se cas¨® con un un ¡®marine¡¯ guapo, y luego empez¨® la tortura
Qu¨¦ recordamos de aquel caso Bobbit de 1993? Los chistes. La informaci¨®n qued¨® en un segundo plano y prevaleci¨® la co?a y el amarillismo. En un pa¨ªs, EE?UU, en el que las palabras que nombran lo sexual no se pronuncian en los medios generalistas, la palabra ¡°polla¡± entr¨® de pronto por la puerta grande. A veces camuflada por el pronombre it o suavizada por t¨¦rminos como penis o member, pero paladeada siempre con retranca, tanto por humoristas como por locutores transformados en humoristas.
La burla puede encubrir una tragedia hasta el punto de que nuestras risas no nos permitan saber de qu¨¦ nos estamos mofando verdaderamente. Nos re¨ªamos entonces, porque a Espa?a lleg¨® el chiste, de que Lorena Gallo, una joven inmigrante ecuatoriana, le hubiera cortado el pene, el miembro, la polla, a su marido, John Wayne Bobbit. Nos re¨ªamos al imaginar que esa mujer, despu¨¦s de haber sido violada, como tantas veces, por un tipo borracho, hubiera perdido la cabeza, empu?ado un cuchillo y se hubiera tomado la justicia por su mano mientras su marido dorm¨ªa. Lo que le cort¨® de un tajo era para ella el instrumento, el s¨ªmbolo de esa tortura a la que era sometida con frecuencia, siendo penetrada analmente por un marido que sent¨ªa placer, seg¨²n confes¨® a sus amigos, cuando el sexo era forzado.
Esa noche, cuando Lorena fue a la cocina y vio el cuchillo, record¨® todas las humillaciones a las que hab¨ªa sido sometida, desde las palizas a las burlas sobre su incipiente ingl¨¦s o su condici¨®n de hispana. Record¨® c¨®mo ¨¦l la oblig¨® a abortar el hijo que ella tanto deseaba.?
Ahora, gracias a un documental, Lorena, podemos reconstruir su verdadera historia, aquella que enmascararon las risas excitadas por la amputaci¨®n, y comprobar c¨®mo el ruido medi¨¢tico, hist¨¦rico y vergonzoso, se concentr¨® en la chanza: ¡°Qu¨¦ bueno que encontraran el miembro, hubiera sido extra?o encontr¨¢rselo en un cart¨®n de leche¡± (en los cartones de leche es donde se publican las fotos de ni?os desaparecidos). El tono era siempre adolescente, como de vestuario de instituto. Hoy escuchamos a la mujer madura en que se ha convertido Lorena, dedicada a ayudar a mujeres en situaciones desesperadas de maltrato, confesar cu¨¢nto sufri¨® con unas burlas que no merec¨ªa, por estar inmersa en la pesadilla de ver su cara a todas horas en los tabloides y en la tele tras haber padecido a?os de vejaciones.
Ella era preciosa, peque?ita, hablaba un ingl¨¦s precario y cre¨ªa haber cumplido su sue?o americano cas¨¢ndose con un marine guapo y simpl¨®n. La tortura comenz¨® a los pocos meses: vivi¨® muerta de miedo sin contar con la familia cerca, y sin ayuda de las autoridades, dado que sus denuncias en comisar¨ªa no sirvieron de nada. Cuando termin¨® el juicio del que sali¨® absuelta por enajenaci¨®n mental transitoria busc¨® un anonimato que le permitiera reconstruir su vida, encontr¨® un hombre bueno y tuvo una hija. A John Wayne (menudo nombre le pusieron sus padres) le cosieron el miembro y volvi¨® a funcionar a la vista de todo el mundo, porque se dedic¨® unos a?os al porno. Fue denunciado en m¨¢s ocasiones por otras mujeres y ahora se dedica a mandarle postales a Lorena por el d¨ªa de los enamorados. Son muchas las preguntas que nos surgen viendo estas cuatro fascinantes horas de documental: ?cedimos nosotros tambi¨¦n ante el mal gusto, la ordinariez, la inhumanidad, el humor brutal y est¨²pido con que los medios nos presentaron el asunto? Creo que es una deuda urgente que tenemos con Lorena, y con tantas como ella.
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