Surtido de sotanas
EN EL VUELO de regreso de Panam¨¢, donde hab¨ªa asistido a la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa charl¨® un rato con los periodistas. La especialidad de Francisco es Dios, claro, del que no pudo hablar porque nadie le pregunt¨® por ?l. Poco despu¨¦s de este viaje tendr¨ªa lugar en el Vaticano una cumbre sobre la pederastia, no sobre la pederastia de los otros, sino sobre la de la Iglesia, lo que ocup¨® gran parte del encuentro informal del que da testimonio la fotograf¨ªa. Se dice pronto: m¨¢s de 100.000 v¨ªctimas de abusos sexuales por parte de curas de a pie, obispos, cardenales y dem¨¢s escalas. Y en esa contabilidad no se incluye la de las monjas violadas en ?frica por sus colegas misioneros. Ah¨ª lo tienen, pues, haciendo equilibrios verbales frente a la prensa antes de regresar a la suite privada del avi¨®n.
Uno trataba de imaginarse al Papa en esa suite, a solas ya con Dios, si cree en ?l, pregunt¨¢ndole qu¨¦ rayos hab¨ªa ocurrido para que sus ministros, despu¨¦s de haber profanado los cuerpos y las almas de decenas de miles de criaturas, se hubieran cubierto mutuamente las espaldas durante tantos a?os a fin de que la fiesta no decayera. Porque si incomprensible es lo primero, lo que clama al cielo (nunca mejor dicho) es la complicidad de la instituci¨®n con los abusadores. Dos semanas m¨¢s tarde, viendo en la tele las im¨¢genes de ese raro congreso mundial sobre las perversiones sexuales de los monjes c¨¦libes, celebrado en la Ciudad Santa, se nos ocurri¨® que quiz¨¢ Lucifer se encontraba tambi¨¦n, aunque de inc¨®gnito, entre aquel surtido alucinante de sotanas machistas.?
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