La era de la conspiraci¨®n
En precampa?a proliferan los anuncios falsos de los partidos y los medios se dedican a tergiversar al adversario
Se acaban de cumplir 15 a?os del 11-M, el atentado m¨¢s sangriento de la historia de Espa?a. El Gobierno de Aznar intent¨® hacer creer que el crimen era de ETA y no islamista. Algunos medios propagaron una teor¨ªa conspirativa sobre la autor¨ªa del atentado. Si el PP de Rajoy se acab¨® apartando de esas especulaciones delirantes, estos d¨ªas Casado parec¨ªa resucitar esa versi¨®n. Fernando Reinares ha mostrado que el atentado se plane¨® antes de la guerra de Irak, pero todav¨ªa hay quien piensa que fue una especie de castigo por la invasi¨®n, una interpretaci¨®n factualmente falsa y moralmente repugnante. Confluyen tres componentes tradicionalmente implicados en la generaci¨®n y diseminaci¨®n de noticias falsas: los Gobiernos, los medios, nuestros sesgos.
Un estudio de la Universidad de Cambridge y You Gov habla del estilo paranoico en la pol¨ªtica brit¨¢nica: en torno al 60% de los ciudadanos creen en alguna teor¨ªa de la conspiraci¨®n (el 71% de los partidarios del Brexit, el 49% de la permanencia). El 74% desconfiaba de ministros, el 76% de los cargos en las empresas, un 77% confiaba no mucho o nada en los periodistas.
La erosi¨®n del concepto de verdad, el enfoque conspiranoico y la malinterpretaci¨®n interesada que impulsan las nuevas tecnolog¨ªas son problemas democr¨¢ticos. La era de la posverdad, a la que ha dedicado un ensayo Matthew D¡¯Ancona, obedece a muchos factores. La accesibilidad de la informaci¨®n reduce la autoridad de quienes la manejaban, como explica Martin Gurri. Una visi¨®n filos¨®fica relativista, que en determinados contextos era casi una se?al de sofisticaci¨®n y decoro, ha erosionado el valor de la verdad. Ciclos informativos r¨¢pidos e incesantes permiten que no se recuerden los errores. La sensaci¨®n de horizontalidad oculta una verticalidad enorme: empresas casi monopol¨ªsticas, concentraciones de capital. Otras veces tras algunas caretas se oculta un pa¨ªs.
En precampa?a proliferan los anuncios falsos de los partidos y los medios se dedican a tergiversar al adversario. Los cambios tecnol¨®gicos han facilitado una transformaci¨®n decisiva: durante mucho tiempo, las noticias falsas eran un monopolio del Gobierno y los medios. Ahora hay competici¨®n. La disputa entre medios y Gobiernos y nuevas empresas recuerda a la de los taxis y los VTC, donde las viejas empresas defienden lo que creen suyo por derecho, mientras todos olvidamos que un motivo de que circulen mentiras es que las compartimos nosotros. @gascondaniel
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