Trapero rompe la baraja
El alegato del ¡®major¡¯ de los Mossos contra el aventurerismo del Govern erosiona severamente a Carles Puigdemont, quiebra el relato secesionista y fragiliza la estrategia de las defensas pol¨ªticas en el juicio
Rompi¨® la baraja. La proclama del majorJosep Llu¨ªs Trapero ante el Tribunal Supremo ha sido una noticia trascendental. La m¨¢s decisiva de todas las generadas por la Generalitat de Catalu?a desde la cabalgata soberanista iniciada hace algo m¨¢s de un lustro.
Eso es as¨ª por varias razones. La m¨¢s individualizada parte de su declaraci¨®n de que la c¨²pula de la polic¨ªa auton¨®mica hab¨ªa trazado un plan ¡ªdocumentado¡ª para detener al president Carles Puigdemont y a todos sus consellers. Al Govern en pleno.
Atenci¨®n, no solo de que se hab¨ªa puesto a disposici¨®n del Tribunal Superior de Justicia de Catalu?a para emprender esa acci¨®n excepcional. Sino de que ten¨ªa su dispositivo ultimado desde dos d¨ªas antes de la ef¨ªmera declaraci¨®n de independencia (del 27-O de 2017). Era de facto una propuesta, a la espera de recibir la oportuna luz verde judicial.
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Y propon¨ªa detenerles porque les hab¨ªan ¡°emplazado¡± sin ¨¦xito a acatar el mandato judicial de cancelar el refer¨¦ndum ilegal, cumpliendo as¨ª con el ordenamiento constitucional. Y se negaron. ¡°Ustedes hagan lo que deban hacer¡± (cumplir), concedi¨® el president ¡ªexplic¨® Trapero¡ª, pero el Govern persistir¨¢ en su aventura para seguir el supuesto ¡°mandato del pueblo¡±, como relat¨® el comisario Manel Castellv¨ª.
As¨ª que, objetivamente, el hoy fugitivo de Waterloo ve¨ªa invertido su rol en el santoral del proc¨¦s: quedaba descabalgado de la categor¨ªa de h¨¦roe a la de presunto delincuente. Algo que, inc¨®modo para muchos, habr¨¢ afectado al imaginario colectivo de los soberanistas capaces de repensar las cosas. Que los hay, aunque no sepamos cu¨¢ntos son. Y por tanto, tampoco el alcance del impacto pol¨ªtico (y electoral) de este trastrueque.
Los menos reflexivos objetan en las redes que ni eso ni nada vale nada, porque se trata de la confesi¨®n de un traidor, o de un simple poli. Ser¨¢ as¨ª para algunos tuiteros que ejercitan poco el raciocinio.
Pero no para la abrumadora mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa catalana, que hab¨ªa elevado a Trapero a la calidad de mito apenas semanas antes del levantisco oto?o. Tanto gracias al comportamiento de los Mossos cuando los atentados terroristas del 17-A, cuanto por su emp¨¢tica comunicaci¨®n. La auctoritas de Trapero cotiz¨® ¡ªy cotiza¡ª por encima de la potestas de Puigdemont, no digamos de la escu¨¢lida figura pol¨ªtica de su vicario Quim Torra.
La consecuencia m¨¢s sustanciosa, m¨¢s importante y m¨¢s esencial de la campanada del major y de lo que hemos dado en llamar (suave) rebeli¨®n de los Mossos frente al Govern es categ¨®rica. Consiste en la ruptura, o al menos la severa erosi¨®n, del relato secesionista, que hasta ahora campaba casi indemne. Pues en su descripci¨®n los consejeros encargados de la cosa eran ¡°irresponsables¡±, porque quisieron olvidar que el d¨ªa del refer¨¦ndum ¡°necesariamente iba a haber conflictos graves de orden p¨²blico y de seguridad ciudadana¡±, una probable ¡°escalada de violencia¡±.
La ¡®auctoritas¡¯ del comisario cotizaba y cotiza por encima de la ¡®potestas¡¯ del ¡®president¡¯ fugitivo y de Quim Torra
Es decir, que el Govern no capitaneaba un movimiento pac¨ªfico, legalista y de gentes abandonadas por la democracia espa?ola, sino una aventura que pasaba en primer t¨¦rmino por enviar a los m¨¢s fieles al matadero de los enfrentamientos violentos. Como as¨ª se verific¨® el propio 1-O cuando el valiente fugitivo lanz¨® un llamamiento oficial a que los ciudadanos acudiesen a votar. Sabiendo que les despellejar¨ªan, como de forma abusiva sucedi¨® en varios colegios. A cargo de algunas unidades policiales estatales. Que no de Espa?a.
De modo que en el alegato del major y en su defensa del orden estatutario frente a los levantiscos; de la Generalitat frente a sus gobernantes y de Catalu?a frente a los desvar¨ªos, se le¨ªa, en filigrana pero di¨¢fanamente, un relato alternativo, catalanista y constitucional. ¡°Les dijimos que el cuerpo de los Mossos no iba a quebrar la legalidad y la Constituci¨®n, que no acompa?¨¢bamos su proyecto independentista¡±, concluy¨®.
Qued¨® as¨ª frente a frente ¡ªaunque fuese desconocida por la poblaci¨®n¡ª la defensa de la legalidad democr¨¢tica multigobernanza frente a la facciosa operaci¨®n iniciada con las leyes de desconexi¨®n del 6 y 7 de septiembre. Relato opuesto a la patra?a de que el Estado espa?ol de 1978 ¡ªque tanto contribuyeron los catalanes a levantar¡ª se hubiese revuelto contra Catalu?a y fuese ahora su enemigo, por m¨¢s que alg¨²n Gobierno se empe?ara en aparentarlo.
Puro catalanismo integrador ¡ªy celoso de sus competencias¡ª y no el secesionismo ego¨ªsta de la Lega y del Brexit. Tan integrador, y por tanto cre¨ªble, que lo formula, en modo t¨¦cnico-profesional, un servidor del orden de ascendencia inmigrante y exponente de la cultura-fusi¨®n mayoritaria de la actual naci¨®n catalana. Y ello, independientemente de si acert¨® o err¨® en el dise?o de su dispositivo operativo para el 1-O, que no es esta, ahora, la cuesti¨®n.
Hay un tercer impacto adicional de dicha campanada. La disrupci¨®n de las estrategias de los procesados que han elegido un estilo de defensa pol¨ªtica y no jur¨ªdica. Anclada en que solo obedec¨ªan una legalidad internacional (falseada) y catalana (inexistente fuera del Estatut), y en que no cometieron ni delito ni desliz, por lo que este es un juicio injusto, propio de una autocracia que persigue a los catalanes.
Ocurre que en la historia de los juicios en verdad pol¨ªticos que inspiran esas l¨ªneas de defensa (Oriol Junqueras y Ra¨¹l Romeva merecer¨ªan, ojal¨¢, planteamientos m¨¢s sensatos), el h¨¦roe, sea ?mile Zola en el caso Dreyfus o Fidel Castro, ocupa todo el espacio ante acusadores y jueces.
Su t¨¢ctica es ¡°abandonar¡± el ¡°terreno del derecho puro¡±, es ¡°sustituir la defensa por el ataque y el tribunal por la calle¡±, resumi¨® el abogado Jacques Verg¨¨s en su libro Estrategia judicial en los procesos pol¨ªticos (Anagrama, Barcelona, 1970), que acaba de plagiar uno de los defensores. El drama para esta estrategia llega cuando el favor de la calle se lo disputa un Trapero.
Su proclama constitucionalista queda como la mejor noticia del ¡®proc¨¦s¡¯ y como referencia del catalanismo integrador
La ventaja de Castro fue que no tuvo en la sala a antiguos adl¨¢teres que desmocharan su argumentario. El l¨ªder cubano pudo despreciar que le condenasen pues ¡°la Historia me absolver¨¢¡±, porque ni el r¨¦gimen de Fulgencio Batista era democr¨¢tico, como lo es el Estado espa?ol, ni nadie a su lado pudo pues arg¨¹ir que su propia historieta, no la Historia, le dejar¨ªa en el mal lugar de quienes acosan a la mayor¨ªa.
La lectura que de la campanada Trapero han hecho los medios soberanistas menos impulsivos ha sido h¨¢bil: al subrayar que certific¨® que los Mossos no obedecer¨ªan la locura del Govern, quebrar¨ªa la acusaci¨®n de rebeli¨®n, pues este no contar¨ªa con la fuerza armada de 17.000 polic¨ªas.
Es h¨¢bil, pero poco coherente para quienes han negado ab initio toda credibilidad a este proceso. Y para quienes hayan le¨ªdo bien la acusaci¨®n fiscal. Que otea la existencia de rebeli¨®n en un concierto de ¡°tres pilares b¨¢sicos¡±: el parlamentario, el gubernamental y el de las entidades que organizaban la ¡°movilizaci¨®n popular¡±. Y solo, ¡°por otra parte¡±, en el ¡°uso¡± de los Mossos que, ¡°llegado el caso, podr¨ªa proteger coactivamente sus objetivos criminales¡±.
Si desean cimentar mejor su rechazo a la presencia del delito de rebeli¨®n disponen de una v¨ªa m¨¢s feraz: evidenciar que el alcance de los episodios violentos no cumplimentar¨ªa el requisito de idoneidad que hiciera cre¨ªble, o viable, su triunfo.
Mientras tanto, el modo y el objetivo de aquel levantamiento de una parte del Estado (la Generalitat de Catalu?a) contra el Estado en su conjunto (la democracia espa?ola) han sido argumentalmente desacreditados por un aparato clave de la propia Generalitat, su cuerpo policial.
Precisamente, el organismo especializado en la defensa de la ley mediante el uso leg¨ªtimo de la fuerza. Se cumple as¨ª un sabio refr¨¢n. Nada mejor que un clavo para arrancar otro clavo.
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