El desaf¨ªo de la ¡®populocracia¡¯
Si las democracias no son capaces de refundarse, renovarse, inventar formas nuevas y originales de participaci¨®n, se corre el riesgo de caer en reg¨ªmenes como los instalados en Hungr¨ªa y Polonia
El movimiento de los chalecos amarillos iniciado en noviembre no deja de despertar la curiosidad tanto en Francia como en el extranjero. ?C¨®mo es posible que una movilizaci¨®n minoritaria pueda durar tanto, cuando no dispone de ninguna estructura organizada y la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n no la ven con ojos demasiado favorables? ?C¨®mo es posible que la opini¨®n p¨²blica la haya apoyado en gran medida, al menos hasta hace poco, pese a que los manifestantes recurren a una violencia extrema o la justifican porque, seg¨²n ellos, es la ¨²nica forma de hacer o¨ªr su voz y la polic¨ªa los reprime con gran dureza?
Los chalecos amarillos, divididos sobre muchas cuestiones ¡ªen particular, sobre sus m¨¦todos de actuaci¨®n¡ª entre radicales y moderados, proceden de las periferias de las grandes ciudades, de las ciudades medianas y, en menor medida, de las zonas rurales. En su mayor¨ªa ejercen trabajos mal remunerados, pero tambi¨¦n hay muchas mujeres solas y jubilados. Es una poblaci¨®n que sufre socialmente, que se siente marginada y despreciada. El movimiento naci¨® de forma espont¨¢nea, a trav¨¦s de Facebook, a partir de una protesta contra la subida de impuestos sobre los carburantes.
Despu¨¦s ampli¨® sus reivindicaciones para exigir, por ejemplo, el incremento del poder adquisitivo, servicios p¨²blicos m¨¢s eficientes y el restablecimiento del impuesto sobre el patrimonio, y enseguida denunci¨® la violencia policial. A pesar de su heterogeneidad, los chalecos amarillos han propuesto consignas pol¨ªticas: la dimisi¨®n de Emmanuel Macron, por el que sienten un odio visceral, al que culpan de todos los males y sospechan capaz de todas las manipulaciones posibles e imaginables, y la celebraci¨®n de un refer¨¦ndum de iniciativa ciudadana.
Los ¡®chalecos amarillos¡¯ exhiben las caracter¨ªsticas del populismo. Salvo una: carecen de l¨ªder y se niegan a tenerlo
Es en ese aspecto en el que el movimiento revela la magnitud del malestar pol¨ªtico actual. Francia posee instituciones fuertes, las de la Quinta Rep¨²blica, un presidente que, elegido por sufragio universal, dispone de unos poderes considerables, un m¨¦todo de escrutinio que permite obtener una mayor¨ªa clara en el Parlamento, una clase pol¨ªtica bien formada y una Administraci¨®n eficaz. Eso no ha impedido la eclosi¨®n de este movimiento que tiene, entre otros, los aspectos totalmente in¨¦ditos de un populismo social.
El populismo, en general, es un estilo basado en unos preceptos que constituyen un sistema de creencias bastante coherente. Afirma la existencia de un antagonismo irreductible entre un pueblo supuestamente unido, bueno y virtuoso y una ¨¦lite homog¨¦nea, diab¨®lica y perversa que conspira contra el primero. Proclama la soberan¨ªa sin l¨ªmites del pueblo, que debe expresarse en la celebraci¨®n constante de referendos y el uso de las redes sociales. Celebra la superioridad de la democracia directa frente a las formas anticuadas de la democracia liberal y representativa, que no es m¨¢s que una nueva versi¨®n del poder olig¨¢rquico. Para el populismo y los populistas no existen preguntas, temas ni asuntos complicados de explicar, sino solo soluciones simples e inmediatas; esto se traduce en la denuncia y la estigmatizaci¨®n de los expertos, porque se considera que sus conocimientos son el instrumento supremo de los dominadores contra los dominados. El manique¨ªsmo innato y esencial del populismo empuja a crear chivos expiatorios en los que cristalizan los resentimientos y los odios y que se convierten en v¨ªctimas de una violencia que hasta hora, en general, sigue siendo simb¨®lica: la casta, las ¨¦lites, los inmigrantes, los extranjeros, los musulmanes, a veces los jud¨ªos. El populismo est¨¢ impulsado por un l¨ªder que te¨®ricamente encarna al pueblo en sus discursos. El populismo recurre al registro de la emoci¨®n y las pasiones, en contra de la fr¨ªa racionalidad de los responsables pol¨ªticos tradicionales y los tecn¨®cratas, otro blanco de los populistas. Los cuales son muy dispares. Normalmente, el populismo es fruto de movimientos o partidos pol¨ªticos. No es as¨ª en el caso de los chalecos amarillos, que pueden haber estado influidos por Marine Le Pen y Jean-Luc M¨¦lenchon, pero que se formaron de manera espont¨¢nea.
Nuestras sociedades han dejado de tener ¡°intermediarios¡± gracias al impacto de las redes sociales
Los chalecos amarillos exhiben todas las caracter¨ªsticas del populismo, a excepci¨®n de una: no tienen l¨ªder y se niegan a tenerlo. Pero su existencia y la duraci¨®n de su movilizaci¨®n, aunque se haya ido reduciendo semana tras semana, indican una transformaci¨®n pol¨ªtica fundamental. Para empezar, muestran la amplitud del desaf¨ªo pol¨ªtico al presidente de la Rep¨²blica, su mayor¨ªa y las instituciones, sobre todo con el declive de los partidos pol¨ªticos y los ¨®rganos intermedios. Adem¨¢s, se?alan una especie de agotamiento de la Quinta Rep¨²blica. Y por ¨²ltimo, ilustran el avance de lo que el soci¨®logo italiano Ilvo Diamanti y yo hemos llamado la populocracia, que erosiona las bases de las democracias liberales y representativas en Francia y otros pa¨ªses. La populocracia es el resultado de la fuerza de los populismos organizados como partidos. Sus ideas impregnan las opiniones p¨²blicas, sus temas de inter¨¦s dictan las agendas, su forma de hacer pol¨ªtica se ve reproducida en gran parte por sus adversarios, su lenguaje simplificador se extiende, su temporalidad, la temporalidad de la urgencia, se impone. Sobre todo porque han entendido que lo digital constituye una revoluci¨®n.
Nuestras sociedades han dejado de tener ¡°intermediarios¡±. Por consiguiente, gracias a la repercusi¨®n de las redes sociales, las propuestas de democracia, ya no solo directa, sino inmediata ¡ªporque no tiene mediaci¨®n e impone la urgencia de la temporalidad absoluta¡ª, que defienden la soberan¨ªa ilimitada de la gente, en detrimento de las normas y los procedimientos del Estado de derecho, adquieren una enorme fuerza. Adem¨¢s, los l¨ªderes que combaten el fondo del populismo, por ejemplo porque son profundamente europe¨ªstas, en la forma tienden a recurrir al estilo populista para conquistar el poder y para presentarse como alguien de fuera, antisistema, de modo que personalizan sus pol¨ªticas, simplifican su lenguaje, fustigan a todos los partidos y responsables pol¨ªticos tradicionales y apelan a la gente sin dialogar ni negociar con los ¨®rganos intermedios, los sindicatos, las organizaciones sectoriales y las asociaciones, a las que acusan de defender exclusivamente los corporativismos; buscan actuar de la forma m¨¢s r¨¢pida posible, hasta el punto de caer en la precipitaci¨®n. Es lo que se ha podido denominar el populismo centrista, o el populismo de gobierno, bien representado hace alg¨²n tiempo por Matteo Renzi en Italia y tambi¨¦n por Emmanuel Macron.
Desde luego, la populocracia no ha triunfado a¨²n ni en otros pa¨ªses ni en Francia, donde Macron est¨¢ a¨²n protegido por las instituciones y donde, con el ¡°gran debate¡± que ha puesto en marcha, est¨¢ tratando de recuperar el contacto con una parte de la poblaci¨®n (no con los chalecos amarillos) y tambi¨¦n su empuje pol¨ªtico. Sin embargo, tanto en Francia como en otros pa¨ªses, constituye una posibilidad, una din¨¢mica que est¨¢ sacudiendo los partidos tradicionales ¡ªya en mala situaci¨®n¡ª, los sistemas pol¨ªticos y, en general, las democracias. O estas son capaces de refundarse, renovarse, inventar formas nuevas y originales de participaci¨®n, o la pr¨®xima etapa podr¨ªa ser la que ya se encuentra en vigor en el coraz¨®n de Europa, en Hungr¨ªa y Polonia: la democracia iliberal.
Marc Lazar, profesor de Historia y Sociolog¨ªa pol¨ªtica en Sciences Po (Par¨ªs), es autor con Ilvo Diamanti del libro Peuplecratie. La m¨¦tamorphose de nos d¨¦mocraties, Gallimard, 2019.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.